RESBALON EN VIVO
El programa radiofónico Fox en vivo, Fox contigo dedicó
su edición de este sábado al deporte. En un momento de la
charla con sus invitados, el presidente Vicente Fox dijo que se levanta
todos los días a hacer ejercicio; acto seguido, enfatizó:
"¡qué bien se siente uno a través del día; aguanta
uno vara, aguanta; se vuelve uno tolerante, la crítica le resbala a uno"(sic).
Si bien el programa de radio del Presidente se ha caracterizado
por el tono desenfadado y chacotero de su conductor --burlas a diputados
y al jefe de gobierno capitalino, imitaciones a Ponchito...--, los comentarios
de ayer sobre los efectos que le provoca el ejercicio diario rebasan la
simple ocurrencia o el desliz recurrente de un programa en vivo. Es decir,
el Presidente reveló que el ejercicio que practica es una suerte
de terapia para ser tolerante y olvidarse de la crítica, aunque
la razón indique que aprender a escuchar y asumir las críticas
es en sí un ejercicio de tolerancia. Evidentemente hay una contradicción
entre el ser tolerante y no saber escuchar.
La inmediatez e improvisación de un programa de
radio en vivo, no pueden ser pretextos para que el presidente diga lo primero
que le venga en mente sin medir las consecuencias de sus palabras. No es
la primera vez que le pasa, e incluso integrantes de su gabinete como Jorge
Castañeda y Carlos Abascal están siguiendo el ejemplo de
hablar sin pensar; de soltar, por ejemplo, la primera reacción ante
una pregunta o situación incómoda.
El presidente Fox tiene toda la libertad de decir lo que
piensa o se le ocurra en el momento, es parte de su personalidad y posiblemente
no lo puede evitar. Lo que llama la atención es que en sus matices
dialécticos lo traicione el inconsciente. Fox es reacio a la crítica,
que también tiene toda la libertad de opinar y analizar hasta el
mínimo error de concordancia en las improvisadas declaraciones del
presidente.
Presidentes deportistas hemos tenido muchos, pero ¿cuántos
han sabido escuchar y aprender de la crítica?
EL MIEDO DE GOLIAT, LA FUERZA DE DAVID
Parecería una nota de color si no fuese más
bien material para sociólogos y politólogos sobre la fuerza
de los movimientos sociales y de los símbolos en la política,
dado que somos animales parlantes (y vociferantes) y, por consiguiente,
nuestra sociedad tiene una base simbólica.
El Banco Mundial acaba de suspender su Conferencia Anual
sobre Economía y Desarrollo del 2001 en Europa, que habría
debido realizarse del 25 al 27 de junio en Barcelona. Los motivos: el temor
a revueltas con "posibles riesgos e infortunios", a pesar de que el organismo
internacional tiene "plena confianza" en la capacidad de las autoridades
españolas.
Por consiguiente, la discusión se hará por
Internet, lo cual es físicamente más seguro y moralmente
menos angustiante para los expertos que habrían debido tratar de
pasar entre manifestantes formuladores de comentarios poco halagüeños
sobre el banco y sus funcionarios. Es notable al respecto, que uno de los
máximos órganos de la "gobernancia" (fea palabra que identifica
a quienes gobiernan la economía mundial sin ser gobierno) tenga
que reunirse a escondidas, en su propia casa, casi debajo de la cama, por
miedo a poner las narices fuera de las afelpadas oficinas de los ejecutivos.
Es revelador de la relación de fuerzas existente
en el campo de batalla de la sociedad mundial, que esa poderosa organización
se coloque no sólo a la defensiva sino casi en la clandestinidad
frente a unos pocos miles de manifestantes que, seguramente, habrían
estado a su vez rodeados por millares de policías catalanes y españoles,
sin contar los agentes de los servicios de seguridad de otros países.
Desafiar al poderoso es romper la idea fatalista de que
el mismo es omnipotente; equivale a poner al desnudo que las decisiones
económicas son políticas, que los poderes de todo tipo dependen
esencialmente de la aceptación pasiva por los demás de los
valores en los que las mismas se sustentan. Por lo tanto, cuando ese consenso
se niega, se abre el camino para otras opciones.
Ganar la calle es también conquistar lo público
y llegar a la opinión pública formando ciudadanía
y creando espíritu crítico precisamente cuando el neoliberalismo
estimula la invasión de lo público por lo privado, la supresión
de lo político y de la política, el desinterés y el
individualismo.
Por eso los débiles, conquistando las calles o
hablando de la posibilidad de conquistarla, se convierten en los fuertes.
En cambio, los gigantes ?que temen la luz pública? se debilitan
en un campo político al que no están acostumbrados, pues
ellos funcionan con los funcionarios, presiden a los presidentes, gobiernan
a los gobernadores, pero no pueden convencer a las víctimas de sus
políticas generadoras de pobreza y de desastre ambiental. Sobre
todo cuando tratan de presentar todo eso como desarrollo.
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