Ť José Cueli Ť
Qué pitones...
La monumental plaza madrileña de Las Ventas con sus soberbias puertas y riquísimas tallas conducentes al claro deslumbrante del ruedo, amén de su luciente mosaiquería almudéjar tiene la magnificencia de los bellos signos árabes, secretos pasadizos y ocultos escondites de amores toreros misteriosos, envueltos en las tragedias causadas por los pitones de los toros enamorados de las ingles de los toreros.
Esos pitones descomunales que han sido y son la característica de la feria isidril, la más importante del mundillo del toro. Toros bravos o mansos, con sentido o mensones, encantados o descastados, galopeadores o rodando por el redondel, pero todos con cabeza arbolada decorativamente, para dejar sin hablar al mismísimo Pedro Romero... Ese toro con presencia que ha dado a Las Ventas madrileñas, su torvo prestigio al traer aparejada la emoción y acabado con los pegapases modernos.
Toro que ha dado a su coso el lema "de la que da y quita", dentro de un espíritu tradicional y el carácter propio del recinto: público bronco y un tendido siete descalificador de aquellos toreros que no siguen la neta torera; de embarcar, templar, mandar y recoger para poder ligar, y de toros con presencia y movilidad.
Triunfar en Las Ventas tiene su "nosequé". Van 12 corridas y no hay un triunfador en serio, ni siquiera José Tomás a quien todo se le festeja. Menos nuestros Ignacio Garibay y Leopoldo Casasola que se presentaron y tragaron miedo apenas salieron del paso, sin conseguir adueñarse del alma de los isidros madrileños. A cambio de ello, vieron en toda su miseria, la fatalidad de ser hombre, que no es poco ver...