Después de la aparición de su libro más reciente (La paz en Chiapas: ecología, luchas indígenas y modernidad alternativa,
Ediciones Quinto Sol-unam, México, 2000) el investigador mexicano Víctor Manuel Toledo, reflexiona sobre la necesidad de articular
la lucha por el reconocimiento de los derechos colectivos de los pueblos indios con la urgencia de apuntalar el ejercicio cotidiano
de la autonomía para que ésta sea plausible y se mantenga en el largo plazo. Su reflexión nos ayuda a demostrar también que la ceguera
gubernamental --que desfondó la posibilidad de un reconocimiento real de la libre determinación indígena, puede cerrar alternativas
importantes para un desarrollo más equilibrado de las potencialidades de nuestro país y sobre todo, de sus habitantes.
Una modernidad alternativa
Víctor Manuel Toledo
Hoy en el mundo lo que está en juego no es más que un conflicto entre diferentes proyectos de modernidad. Necesitamos construir una modernidad alternativa.
Vivimos un periodo en el que se vinieron abajo los paradigmas políticos alternativos a los que estábamos acostumbrados --como cuando un trapecista suelta uno de los trapecios y no acaba de agarrar el otro. Estamos en el punto del salto mortal. Rozamos ya los límites del modelo industrial. Su principal expresión es la crisis ecológica. Y lo peor es que en la civilización industrial la principal arma, el mecanismo para superar sus contradicciones, es la tecnología. Pero la tecnología no puede hacer frente a los enormes problemas ecológicos pues ya no puede resolverlos a través de sus caminos habituales.
En paralelo corre el problema social. La brecha entre pobres y ricos, sean países o sectores sociales, sigue aumentando. No se puede perder de vista el papel de los sectores sociales. Éstos se articulan cada vez más. Movimientos como el zapatista o el indígena nacional han logrado articular movilizaciones urbanas y rurales y vincularse con una amplia gama de movimientos sociales en el mundo, entre ellos la ecología política, ligada con el concepto de sustentabilidad.
Una modernidad alternativa tiene que crear una sociedad
que no piense al sector rural como atrasado o arcaico. El campesinado,
los pueblos indios, fueron relegados si no se modernizaban en un esquema
diferente al propio. Hoy en día, cuando los pueblos indios del mundo
coinciden con las áreas más ricas en diversidad biológica,
en México especialmente, se vuelven elementos estratégicos.
Los productores rurales de alimentos, de energía, de agua, de materias
primas, juegan un papel muy importante para los consumidores urbanos e
industriales.
La memoria
La modernidad alternativa es también una recuperación de la memoria natural y cultural de un país o del mundo. La sociedad industrial se erige sobre la demolición del pasado y la abolición de la memoria. No podemos hacer agricultura maicera o producción forestal en México introduciendo elementos ajenos, nuevos, sin tomar en cuenta lo que se aprendió durante miles de años.
Recuperar la idea de comunalidad es recuperar el recuerdo de que los seres humanos vivimos en comunidad, y que hemos sido desarticulados por la sociedad moderna.
En la comunidad la idea del individuo inmerso en la colectividad en la cual el prestigio se gana en función de su no individualismo es exactamente lo contrario a lo que pregona la sociedad industrial moderna; son también un valor comunitario las formas de gobierno, de toma decisiones consensadas a partir de una democracia de base, real; la visión de la naturaleza, en una idea premoderna hoy retomada por la ecología política de que naturaleza y sociedad están íntimamente imbricadas y que no se puede hacer nada que afecte a la naturaleza que no nos vaya a afectar también --esto teñido en las comunidades por el elemento de lo sagrado.
Es muy importante recuperar los saberes, las experiencias, los diseños agroecológicos, los diseños agroforestales de relación con los recursos naturales, así como la cultura oral: las formas de comunicación no necesariamente escrita, aunque también existan.
No debemos caer en la tentación de mitificar la comunidad. En la medida en que los pueblos indios han sido sacudidos, golpeados, penetrados por el mundo moderno, desarticulados, se crean situaciones terribles. Existen conglomerados indios muy golpeados. Tampoco idealicemos. Hay una gama de realidades.
Justamente el mundo moderno industrial ha sido siempre un proceso de desarticulación de la organización social. No es cierto que la sociedad esté más organizada que antes. Hoy, por estar menos organizados los individuos y sus familias estamos tan golpeados y asediados por la tecnología o por el mercado.
Recuperar la memoria es oponerse a los proyectos avasallantes
generados desde racionalidades contemporáneas que obedecen a las
limitadísimas visiones de los intereses de un mercado perverso,
de una corporación transnacional, de un conjunto de empresarios
o de empresas. No surgen del reconocimiento de un proceso social, de una
historia. Por eso están condenados al fracaso, quizá no en
el corto plazo, aunque en el camino agudicen las contradicciones y no solucionen
los problemas.
El florecimiento mexicano
Una propuesta de modernidad alternativa implica, necesariamente, la reorganización de la sociedad. El fortalecimiento político de los seres humanos articulándonos. Eso también es clave para las ciudades. Si los seres humanos no nos organizamos vamos a ser muy vulnerables a la expansión de la tecnología y el mercado --las dos armas con las que esta monstruosidad industrial nos avasalla y nos enajena y nos mata. Por eso la idea de la comunidad como cuerpo mínimo organizado es el ideal que se buscaría en una sociedad postmoderna, postindustrial.
El modelo de la ciudad industrial es de conglomerados de individuos aislados unos de otros. Cada vez más. Ahí el individuo se pierde. Surge entonces la patología social y nos arroja falta de solidaridad humana. Un elemento fundamental de una sociedad sustentable es la solidaridad.
Por lo pronto, estamos viviendo un momento único,
hay una insurgencia, un florecimiento, una capacidad, una imaginación
impresionantes en México. Toda esta energía social tiene
que ver con la recuperación de la memoria, en este caso de los pueblos
indios, que son la matriz mesoamericana. Estamos recuperando una civilización
que de pronto se detuvo. Y después de muchísimo tiempo nos
damos cuenta que no se detuvo, que estaba allí, que ha resistido
y que hoy puede ser el germen de una modernidad alternativa.
La autonomía sustentable
La fiesta política ocurrida en los últimos días [la caravana por la dignidad indígena] puede dar motivo a que comiencen a conectarse los diferentes sectores.
Vamos a imaginar que se logran aprobar los Acuerdos de San Andrés, una reforma sobre derechos y cultura indígenas, bien consensados. Sería un paso histórico, pero ahí donde parece que todo termina, en realidad comienza todo: la necesidad de crear los modelos de desarrollo y modernidad alternativa en cada región.
México se está convirtiendo en un laboratorio de punta a nivel social en el mundo. Va a convenir en el futuro más o menos inmediato que el movimiento nacional indígena discuta cómo aprovechar el potencial encerrado en los muy ricos recursos naturales que hay en sus territorios como motor de un desarrollo autogestivo. Ya hay modelos en México. Hay experiencias avanzadas. Algunos investigadores nos hemos dedicado a documentarlas y entenderlas. Son apasionantes. Ver experiencias existosas en la producción de café o manejo de bosques o sistemas agroecológicos en los que --de alguna manera-- está permeando el papel de las mujeres, genera optimismo. Hay casos en la Sierra Norte de Oaxaca; en la Sierra Norte de Puebla está la Tosepan con más de veinte años creando cooperativas con las mujeres, tortillerías. Los productores nahuas de la Tosepan han desarrollado verdaderos jardines productivos donde durante años han logrado tejer un conjunto de especies útiles para la subsistencia local o para la venta hacia el mercado. Regularmente se piensa en el café, o en la pimienta, pero en realidad un cafetal nahua en la Sierra Norte de Puebla tiene hasta 200 especies útiles. Cómo no crear formas de comercialización para todos estos productos, que lleguen a las ciudades donde un sector con conciencia comience a comprarle a los nahuas de la Sierra Norte de Puebla a un precio más justo, crear mercados alternativos, mercados justos, orgánicos, con productos sanos.
Aquí introduzco un elemento de equilibrio: domesticar el mercado, la globalización. No se puede estar en contra de la globalización pues es un proceso histórico "natural", consecuencia de movimientos, de historia. Pero ocurre que actualmente el mercado, la globalización, se dan bajo esquemas perversos. Necesitamos crear mercados justos --a esto yo le llamo domesticar el mercado.
Hay que hacer posible que en las regiones indígenas que hayan recuperado su capacidad de controlar sus procesos, los productores comiencen a articularse con empresas comercializadoras de nueva visión, éticas, y con organizaciones de consumidores en las ciudades.
El gran objetivo sería el establecimiento y el mantenimiento de autonomías regionales. Tiene que haber una visión integral donde se articulen tecnología, producción, comercialización, educación, comunicación además del reconocimiento de los derechos y las autonomías culturales indígenas. Es crucial el concurso de todos los aspectos --de los más materiales, puntuales y terrenales hasta los más abstractos, genéricos, filosóficos-- sin perder una visión en la que se apuntalen recíprocamente. La pregunta es: cómo garantizar que la autonomía aprobada jurídicamente y puesta en papel se vuelva realidad y se mantenga, sea sustentable. Se puede hablar de autonomías sustentables.
Las regiones y las comunidades autonomizadas no van a permanecer si se aíslan más del contexto nacional e internacional. Permanecerán en la medida en que logren articularse de manera independiente y logren regular sus procesos con el exterior. Hay que pensar tecnología para articular las regiones autonómicas. Cómo hacer que las comunidades indígenas del sureste de México se puedan convertir en abastecedoras de lo que está demandando la población local o regional, incluso el país para la exportación, pero en ese orden. Que la autosuficiencia cubra de lo local a lo global; no intentar aprovechar las llamadas ventajas comparativas para especializar la producción y exportar un solo producto sin antes cubrir necesidades locales y regionales: esa es ya una propuesta de modernidad alternativa.
Las regiones autonómicas se articulan también a través de información, de educación. ¿Se van a plegar las regiones autonómicas a lo que dice la sep o no?¿Van a exigir libros para los niños en las escuelas que hablen de los recursos locales, de los saberes y costumbres locales? Cómo crear una política editorial regional, en la que las comunidades le exijan a la sep que les ayuden a producir sus propios libros de texto gratuitos adaptados a las condiciones sin perder la perspectiva genérica universal. Hay que crear centros de capacitación y formación de jóvenes indígenas ligados con las problemáticas regionales de cada área. Hay que revisar las tecnologías regionales. Tiene que haber un punto en que la cultura local, los saberes locales, se articulen con otros saberes. Hay un matiz de la biotecnología que es muy propicio para el desarrollo de las comunidades indígenas. No todo está ligado a la búsqueda de fórmulas que te amarran a las compañías transnacionales.
Debemos entre todos entonces hacer un plan multidisciplinario. Hay que pasar de lo meramente microregional a escalas mayores, ver problemas muy particulares de tecnología apropiada, inventar herramientas para aprovechar los policultivos indígenas --que no se sabe cómo aprovechar. Es vital entender la preservación de alimentos o su transformación agroindustrial adaptándolas a las peculiaridades que aún existen en la cultura tan enorme que hay en el país en materia rural; diseñar vías alternativas de comercialización, entrenamiento administrativo para la gente.
En México hay varios proyectos existosos: la cafeticultura orgánica de México, los productores forestales de Quintana Roo o San Juan Nuevo en Michoacán han avanzado incluso en términos administrativos, gerenciales. Es posible llegar a niveles de eficiencia administrativa, económica, muy altos sin que la comunidad pierda su foco cultural. Que la asamblea siga siendo el elemento final de la toma de decisiones, que la parte cultural esté presente en los proyectos de desarrollo, privilegiando procesos de apropiación colectiva de capital, no la acumulación individual que rompe esquemas. Estos proyectos son obra y gracia de la inventiva y la creatividad comunitaria indígena mexicana. Están ahí y hay que aprovecharlas. Hay que entenderlas, estudiarlas, reproducirlas.
Cuando las comunidades están bien organizadas, hay mucha experiencia. No es fácil imaginar que en la Tosepan haya habido asambleas cada domingo durante veinte años o en San Juan Nuevo, Michoacán, haya habido quince años de asamblea cada mes. Hay una cultura política acumulada. Durante años han sabido resolver sus conflictos internos logrando saltar sus problemas locales para crear una organización cada vez más fuerte.
La inventiva es impresionante. Es el legado de la cultura
mesoamericana que se moderniza a su estilo. Y a pesar de todo y en silencio
logran fórmulas de modernidad propias. San Juan no recibió
los primeros técnicos de fuera hasta hace cinco o seis años.
Todo lo hacían ellos solos. Creaban sus propios cuadros, mandaban
a gente a estudiar agronomía y administración de empresas
y regresaban a la comunidad.
Laboratorios regionales
Para mí la ductibilidad de la propuesta autonómica sería la contribución mexicana y mesoamericana a la búsqueda de una sociedad sustentable a nivel mundial. En México los elementos más contestatarios y finalmente radicales en el buen sentido son los pueblos indios. Son los que plantean un modelo de sociedad muy diferente al recuperar valores ancestrales que están ahí, al superar muchas limitantes como el problema de género y otras más.
Si se logra la aprobación de la "ley Cocopa" empezarían a gestarse laboratorios regionales, conectados con las ciudades, con las industrias, con el mundo. Parece prefigurarse que la idea de modernidad alternativa debe pensar en escalas de lo local, lo microregional, lo municipal, lo regional, lo nacional, llegando a la escala internacional o global. Definir una región en sus dimensiones ecológica o ecogeográfica entendiendo que las comunidades humanas estamos inscritas dentro de un territorio definido en su propia dinámica y en su propia complejidad, que en lo económico una región se liga con medios de comunicación y con centros de abasto y de comercialización. Tendría que haber una visión muy flexible para lograr articular también la dimensión política y la cultural. Cómo hacer compatibles los proceso productivos con los procesos culturales y políticos. Por último hay que pensar no sólo en el modelo de región sino en el conjunto de regiones y en las políticas macroregionales.
(Entrevista: Ramón Vera Herrera)