Obstáculos en el camino, nuevos intentos de lo viejo mismo, no detienen el proceso de liberación de los pueblos y el cambio de conciencia al respecto de la sociedad nacional. El cambio ya ocurrió, y no es el que cacarean los discursos y las jaulas mediáticas.
En relación a su propia identidad de pueblos, culturas, cosmovisiones, modos de relacionarse y conducir su cotidianidad, los indígenas han demostrado legítimamente ser más modernos, audaces y generosos que el sistema político. Un racismo, vergonzante pero racismo, persiste en las cúpulas de poder económico, político y eclesiástico. Escudados en la utopía mestiza del siglo xix que nunca vaciló en reprimir o suprimir a los indígenas que no se dejaban "integrar", se atreven hasta nuestros días a lo que ni la Colonia española: convertirlos en una civilización negada.
Y así, negados, los indígenas dieron sustrato a la Revolución Mexicana, y un siglo después mantienen viva la llama que en tantas otras manos hace ya rato que ni en rescoldos queda. Cuando semanas atrás los senadores y diputados de la República se opusieron a escribir en la Constitución las exigencias elementales de dignidad de los pueblos indígenas, lo único que consiguieron fue dejar la ley escrita muy por debajo de una realidad nacional (y de los ordenamientos internacionales, como tantos Estados ilegítimos del mundo), lo cual es una pena, y un peligro. Una pena, pues dejan cojas las leyes de la Nación y posponen nuevamente la reparación de una injusticia centenaria. Un peligro, pues al desconocer los derechos autonómicos y la especificidad que caracteriza a los pueblos en ocasiones con extraordinaria fuerza, los legisladores mantienen en la ilegalidad lo existente y garantizan para el futuro el recurso de la represión.
El paso adelante está dado. Los pueblos indígenas, con sus organizaciones y comunidades, llevan ventaja en cuanto a su propio destino. Por añadidura, ofrecen alternativas de modernidad y desarrollo a la Nación, hoy seria, aunque disimuladamente, amenazada. Traspatio comercial de mano de obra barata y recursos naturales para Washington y las grandes empresas que gobiernan el mundo, México es sometido a la globalización neoliberal fase no necesariamente superior del capitalismo, pues tiene pies de barro; quien en bolsas y especulaciones confía...
Dicho de otro modo, los nuevos administradores del gobierno, igual que los anteriores, están jugando los destinos de México como fichas menores en la ruleta del capital trasnacional, muy a pesar de la opinión y los intereses de la mayoría de los mexicanos. ¿Cómo está eso de que ahora hasta por nuestro propio maíz habrá que pagarle a la Du Pont?
Pero los gerentes de México Inc. no van solos.
Millones de mexicanos, empezando por los indígenas, tienen la conciencia
y la determinación de resistir pacífica pero enérgicamente.
Es tiempo, todavía, de entender bien su mensaje, y el magisterio
que ofrecen a la Nación. Si los bandidos y los timoratos desoyen
este clamor, infligen un daño a los derechos civiles y las riquezas
culturales de todos estos pueblos indígenas que son lo que son,
y también son parte distinguida del gran pueblo mexicano.