ASHCROFT EN MEXICO
En su estancia en nuestro país, el secretario de Justicia
de Estados Unidos, John Ashcroft, se reunió con el presidente Vicente
Fox, con el procurador Rafael Macedo de la Concha, con el canciller Jorge
G. Castañeda, con el secretario de Gobernación, Santiago
Creel, y con el comisionado de Seguridad Nacional, Adolfo Aguilar Zinser.
En tales reuniones se abordó temas cruciales para la relación
bilateral, en los cuales las actitudes de Washington deben ser redefinidas.
Sin duda, el asunto de la cooperación en materia
de narcotráfico es, para el gobierno de la nación vecina,
el de mayor relevancia y valor político interno, y en esta materia
Ashcroft logró el compromiso de ambas partes de fortalecer la lucha
contra las drogas. Tal compromiso no necesariamente refleja, sin embargo,
la actualización de percepciones y mentalidades que empieza a tener
lugar en la clase política de Washington, la cual ha comenzado a
descubrir --con décadas de retraso-- que para erradicar el contrabando
de sustancias ilícitas hacia Estados Unidos el primer paso obligado
consiste en combatir la demanda de tales sustancias entre los consumidores
estadunidenses, y no pretender la erradicación de la producción
y el trasiego de drogas en los países de origen y tránsito
sin reducir, en forma paralela, el vastísimo e insaciable mercado
interno para tales drogas.
Nuestro país, ciertamente, tiene la obligación
de Estado de perseguir a las mafias del narcotráfico, pero no con
el propósito de dar gusto a los vecinos ni para pretender la solución
de su problema de salud pública, sino para cumplir con la legislación
nacional en la materia. Sin embargo, para México el conflicto prioritario
de la agenda bilateral es la protección de los trabajadores nacionales
que acuden a la nación vecina en busca de oportunidades laborales
y que son tratados como criminales por las autoridades estadunidenses,
e incluso por sectores patológicos y delictivos de la propia sociedad.
En este punto las actitudes de Washington también
han ido evolucionando, si bien con una lentitud exasperante, y desde la
presidencia de Clinton empezó a reconocerse, en círculos
oficiales, el gran aporte económico, cultural y social que realizan
los migrantes mexicanos a la Unión Americana. En sintonía
con los deseos de George W. Bush de mejorar las relaciones con México,
Ashcroft y el canciller Castañeda abordaron algunas perspectivas
positivas a este respecto, como la de aumentar la cuota de visados para
trabajadores mexicanos y regularizar, mediante programas de trabajadores
huéspedes, las dolorosas e injustas circunstancias que enfrentan
nuestros connacionales en el país vecino.
Ante la necesaria adopción de políticas
de fronteras abiertas al trabajo --en concordancia con la apertura comercial
vigente--, las mencionadas son acciones insuficientes que ni siquiera han
sido llevadas a la práctica, pero significarían, de adoptarse,
un avance plausible con respecto a la terrible situación actual
de la migración mexicana a Estados Unidos.
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