JUEVES Ť 24 Ť MAYO Ť 2001
Angel Guerra Cabrera
Paremos el ALCA
La conquista de un mundo mejor sólo se consigue luchando en serio, con fe en un triunfo que será también nuevo punto de partida, con alegría y con indomable optimismo. Eventuales retrocesos de las fuerzas progresistas siempre pueden ser revertidos si se mantiene esa disposición.
Todo esto nos dice la reciente victoria del movimiento internacional contra la globalización neoliberal al conseguir que el Banco Mundial suspendiera la Conferencia sobre Economía del Desarrollo, que habría iniciado en Barcelona el 25 de junio.
Los antes menospreciados revoltosos antineoliberales han ganado un prestigio, una audiencia y una fuerza política que es imposible pasar por alto. Ya durante las protestas de Seattle la propia prensa de Estados Unidos reconoció en la rebelión callejera la causa del fracaso de la llamada Ronda del Milenio.
La victoria de Barcelona, conseguida en plena arremetida neoconservadora, trae por ello una fuerte carga simbólica para América Latina y el Caribe en este preciso instante en que Estados Unidos se propone recolonizarlos mediante la imposición del Area de Libre Comercio de América (ALCA). Para lograr ese objetivo Washington cuenta con la ceguera política, el miedo y la degradación de los valores inoculados a la mayoría de los gobernantes de América Latina por la subcultura neoliberal y la evidencia engañosa de la hegemonía actual de la potencia norteña.
En las últimas dos décadas los países latinoamericanos han sido objeto de las políticas más antinacionales que se recuerden por parte de sus gobernantes. Ellos, sin el menor recato, han entregado a precio de ganga las riquezas naturales y las empresas públicas de los Estados a sus compadres y a las compañías trasnacionales.
No obstante, esto no basta para satisfacer a las grandes corporaciones estadunidenses, que aspiran a apropiarse a corto plazo de todo lo que pueda quedar en América Latina en otras manos que no sean las suyas: mercados, bancos, industrias importantes, cuencas hidrográficas, yacimientos de minerales, redes de transporte y servicios, industria de entretenimiento.
Esta aspiración es parte esencial de la filosofía monroísta que siempre ha visto las tierras al sur de su frontera como un coto privado del capital, el poder político y las fuerzas armadas de Estados Unidos.
Nuestra región es rica en tradiciones de lucha popular forjadas sobre sólidos fundamentos éticos en las circunstancias más adversas --incluso en estas actuales de ofensiva neoliberal-- que se empeñan en borrar de las conciencias quienes se proponen recolonizarlo porque constituirían una formidable amenaza para sus planes.
Pero la resistencia latinoamericana es débil hoy porque las cúpulas de los partidos de izquierda pasan por una profunda crisis y las burguesías y los grupos gobernantes de la región cada vez tienen menos arraigo en la cultura nacional y adoptan más las costumbres y forma de ver el mundo de la elite del poder en Estados Unidos.
De modo que los jefes de las trasnacionales yanquis y el gobierno de Washington se disponen a aprovechar esta coyuntura para consumar el asalto final contra las riquezas y la conciencia latinoamericanas. Por ello han escogido este momento para crear el ALCA sin consultar siquiera a los pueblos que habrán de sufrir sus nefastas consecuencias.
El ALCA convertiría a América Latina en una gran zona franca para el capital trasnacional y a la vez reduciría aún más los salarios y dejaría sin empleo a millones de trabajadores en las dos Américas.
Si algunos de sus firmantes no se dieron cuenta, éstas son las verdaderas intenciones del acuerdo para la creación del ALCA tomado en la Cumbre de las Américas --en Quebec-- por los gobernantes de Estados Unidos, Canadá, América Latina y el Caribe. Sólo el gobierno de Cuba, excluido de antemano de la reunión, ha manifestado su rechazo explícito a la iniciativa.
Para oponerse eficazmente al ALCA será necesaria la unidad de los trabajadores de América Latina con sus hermanos de Estados Unidos y Canadá.
Por lo pronto, es la hora de comenzar el debate sobre el ALCA en nuestra América para con tiempo alertar a la opinión pública latinoamericana sobre su carácter desnacionalizador, entreguista y antipopular. Pero para pararlo definitivamente habrá que exigir a los gobiernos, con grandes movilizaciones en la calle, que consulten en referéndum el criterio de los pueblos. Sólo luchando se conquista un mundo mejor.