Guillermo Almeyra
Italia: el sentido común y sus constructores
En una competencia que no era tal, y ante valores comunes y la misma falta de ética, ganó el gran vendedor televisivo, y la izquierda se encuentra hoy en la necesidad de aprender a nadar para remontar la corriente contraria, y ver si, construyendo otro sentido común, conquista algún día la hegemonía
n lector agudo me escribe que el "sentido común" que ha llevado al gobierno italiano a un rufián ligado a la mafia tiene también sus raíces en la política de los entonces comunistas del PC italiano en la época de Berlinguer, en los años 70-75, de ascenso de los movimientos sociales, y critica que no diga nada sobre Rifindazione Comunista, como si 5 por ciento de los votos fueran por sí mismos el eje de la reconstitución posible de una izquierda italiana. En mi tesis de doctorado -que algún día publicaré, adaptada al público mexicano que ya sitúa a Berlinguer en el pleistoceno- intenté precisamente demostrar la continuidad entre Togliatti, Longo, Berlinguer (los sucesivos secretarios del PCI) y los que llamo "herederos degenerados" de ese partido, o sea, los Demócratas de Izquierda (ex comunistas, ex Izquierdistas Democráticos), que aceptan como único marco político posible el del neoliberalismo y tienen como objetivo ambicionado parecerse lo más posible al partido de Clinton.
En cuanto a RC, en mis 4 mil 500 miserables espacios no pude más que mencionarla. De modo que trataré de ampliar un poco lo que dije sobre la elección del aventurero reaccionario y magnate televisivo Silvio Berlusconi, con su banda de lumpens (Fini, Bossi y Cía). En efecto, si esa gentuza sacó una amplia mayoría de votos (33 por ciento contra cerca de 25 de la izquierda, si generosamente consideramos también al PDS) es porque estamos ante lo que Antonio Gramsci llamaba una revolución pasiva: o sea, ante un proceso en el cual se busca un orden reaccionario y no un nuevo orden, que la izquierda, sin fuerzas ni credibilidad, no puede dar. Es decir, que el antifascismo no atacó en la posguerra las raíces del fascismo, ni en la gran industria y los terratenientes, ni en el peso del Vaticano, ni en la cultura conservadora, transformista y "me-importa-un-cominismo" que habían formado el bloque conservador-clerical-fascista y habían caracterizado medio siglo de régimen democristiano. La responsabilidad de ese hecho correspondió a Palmiro Togliatti y el stalinismo, antes que nada, pero también a Enrico Berlinguer, más democrático y nada cínico, pero que siguió considerando que la alianza con la democracia cristiana en el "compromiso histórico" era la forma de llegar a los católicos (en vez de diferenciar a éstos de aquella, con una política alternativa socialista). La responsabilidad correspondió igualmente a la estructura, la cultura y la organización vertical del PCI, que impidieron la búsqueda libre de esa alternativa y también a las propias limitaciones stalinistas o leninistas de la llamada Nueva Izquierda, que estaba a la izquierda del PCI pero compartía su cultura y su visión del mundo elemental y dogmática, ajena a la gente común.
El mejor momento de esa izquierda fue Democracia Proletaria. Pues bien, RC proviene de cuatro vertientes: DP, los cristianos socialistas, y dos tendencias diferentes del viejo PCI: una que se oponía a la disolución del mismo, pero quería mantener la misma política, y otra que quería mantener el comunismo, pero "refundado", democrático, como precisamente demuestra el nombre del partido resultante. Este, muy activo en el movimiento obrero, la juventud y los sindicatos, para no entrar en un choque de corrientes y privilegiando la organización y no las ideas, no ha hecho aún un balance del stalinismo, del PCI, del sectarismo y dogmatismo de la vieja y la Nueva Izquierda ni estudia aún las transformaciones sociales, políticas, demográficas, culturales, que quitaron su electorado al PCI y llevaron tanto al PDS como a la revolución pasiva berlusconiana. RC no tiene un análisis de la fase actual del capitalismo mundial ni de qué ha sucedido en Italia ni ha hecho un balance de las transformaciones en las clases y en la cultura de las mismas, comenzando por los obreros (la mayoría de los cuales votan por la derecha). La hegemonía de que hablaba también Gramsci está, pues, en manos de la derecha que ha reconstituido su bloque histórico tradicional.
Ahora bien, aunque el "sentido común" actual no es exactamente el que propagaban Berlinguer o Togliatti -quienes de todos modos decían que con una política nacionalista y conservadora y la alianza con la gran burguesía iban a llevar el país al socialismo-, es cierto que una derrota histórica no se construye en un día. Sin embargo, eso no quita en nada la responsabilidad del PDS, que rebajó aún más la calidad de las obsoletas baratijas culturales y políticas que ofrecían sus antecesores.
Entonces, en una competencia que no era tal y ante valores comunes y la misma falta de ética, ganó el gran vendedor televisivo, y la izquierda se encuentra hoy en la necesidad de aprender a nadar para remontar la corriente contraria y ver si, construyendo otro sentido común, conquista algún día la hegemonía.