DOMINGO Ť 27 Ť MAYO Ť 2001

Ť Roberto Hernández, presidente del banco, pariente político de Patrón Laviada

Banamex convierte las haciendas henequeneras en hoteles de lujo

Ť Las maquiladoras han sustituido al llamado oro verde en la economía del estado

MIREYA CUELLAR ENVIADA

Merida, Yuc., 26 de mayo. Una edición francesa de Nuestra Señora de París con fecha de 1892 en medio de una pila de libros polvosos, la imagen barbuda de Maximiliano -Empereur du Mexique (1864), dice al calce la litografía- en un marco casi intacto, los muros ruinosos, los enormes roperos importados de Europa con las lunas enmohecidas; la maleza, los árboles crecidos en medio de lo que fue el cuarto de maquinas. En los patios, los rieles de vía angosta y las plataformas con cuatro ruedas sobre los que se sacaba el henequén, abandonados. Es lo único que queda de la hacienda Uayalceh, una de las más grandes y de mayor producción de sisal -nombre internacional de la fibra del henequén- durante el porfiriato.

Los restos de la hacienda Peón -Uayalceh por el apellido de sus dueños y el nombre maya de la comunidad donde se ubica- están a 25 kilómetros de esta capital. El encargado, un indígena bonachón deja hurgar. En el librero -más bien parece clóset- que ocupa una de las paredes centrales del viejo comedor de "la casa grande", la de los patrones, las hojas amarillentas -en una edición de 1905 de "Bajo el Sol de Africa"- dejan ver el bordo de una vieja fotografía; son unos mayas semidesnudos que con sus machetes cortan pencas de henequén. Es una imagen que hoy tiene poco que ver con la economía de Yucatán, aunque como sociedad conserve rasgos del acendrado racismo de esos años.

Las haciendas del boom henequenero -que se dio entre 1880 y 1920- del "oro verde" sobre el que se fincó la riqueza del estado, son hoy en su mayoría muros sin techo, abandonados entre las piedras y la maleza. Pero en el mejor de los casos son haciendas restauradas como hotel por el banquero Roberto Hernández, dueño de Banamex y socio de Citigroup una vez que se concrete la venta del Banco Nacional de México al grupo estadounidense que controla Citibank.

Una de las varias haciendas que el banquero ha comprado y remozado como hotel en Yucatán es Temozón, que fue construida hace 300 años y se ubica a tres kilómetros de Uayalceh y alrededor de 20 de Mérida. En Temozón, por 350 dólares la noche se puede dormir en la misma cama donde descanso Bill Clinton durante su último encuentro con el ex presidente Ernesto Zedillo. Es un hotel que únicamente cuenta con 26 habitaciones, de las cuales nueve tienen pozas privadas. Hay una master suite llamada "cuarto del patrón" (alberca y jardín privados, terraza, sala...) y todos pueden disfrutar de dos cenotes. El visitante recibe un šbienvenido! si tiene aspecto de extranjero o hizo reservación. En caso contrario, el que cuida la puerta soltará un despectivo Ƒa qué viene? desde el otro lado de una reja.

A Temozón sólo puede accederse con reservación o si se piensa "consumir alimentos", en este último caso, el visitante, seguido por personal de seguridad que reporta vía radio cada uno de sus pasos, deberá ir directamente al restaurante. Hasta hace algunos meses se podía pasear por la hacienda para disfrutar de los cenotes, las aves exóticas y los jardines pero un día el dueño descansaba con algunos invitados y un grupo de turistas arruinó con sus gritos la estancia. Desde entonces la orden fue que nadie entrara salvo que tenga reservación o haga uso de los servicios del restaurante.

A tres kilómetros de Temozón está Ochil, otra de las tres haciendas que compró Hernández, quien desde hace varios años tiene intereses no sólo económicos sino afectivos en la región. Es pariente político de Patricio Patrón Laviada, el candidato del PAN a la gubernatura, y Alejandro, hermano de este último y esposa de la hija mayor de Víctor Cervera Pacheco, quien además le manejaba algunos de sus negocios en la entidad. Alejandro y su esposa se tuvieron que ir a Miami hace algunos meses, para alejarse de la disputa política que protagonizan sus familias en el estado.

San Pedro Ochil es hoy un parador turístico donde quienes van camino a la zona arqueológica de Uxmal (al sur de Mérida) pueden detenerse para tomar un refrigerio. Ahí hay una sala de exposiciones con mapas del Noroeste del estado -la zona henequenera-, fotografías, libros con el registro de las deudas de los indígenas que los convertían en peones acasillados y piezas (maquinaria) de la época.

La hacienda en Yucatán ha marcado a esta sociedad no sólo porque fue la estructura económica que permitió acumular riqueza durante casi un siglo, sino porque enraizó "la reproducción de una continuada ideología racial que supone la inferioridad indígena y la superioridad criolla", señala el investigador Pedro Bracamonte y Sosa en su texto Amos y Sirvientes, editado por la Universidad Autónoma de Yucatán.

La península vivió ajena a la revolución mexicana hasta 1915 cuando Salvador Alvarado -enviado por Venustiano hacienda_hehequen1 Carranza- inició el resquebrajamiento de lo que él mismo llamó "la casta divina", el grupo de hacendados que manejaban la economía henequenera. Vino después la reforma agraria (1937) y la crisis del henequén a raíz del nacimiento de las fibras sintéticas.

Sin embargo, el sosquil, nombre maya de la fibra, continuó siendo el centro y sostén de la actividad económica local casi hasta 1980, cuando se redujo el crédito a los campesinos y después el gobierno decidió vender Cordemex, la paraestatal que compraba y procesaba la fibra a precio subsidiado. Desde 1993 ningún campesino volvió a recibir crédito para su siembra.

Los intentos de diversificación de la economía iniciaron en 1968, con la inauguración del puerto de abrigo de Yucalpetén, que impulsó la actividad pesquera, el primer producto de exportación hasta hace unos años. Hoy buena parte de la economía se sustenta en las maquiladoras, el comercio y el turismo.

La migración se ha detenido

-Se dio en los 80 y 90 no sólo a Estados Unidos, sino a Cancún, donde la mitad de la población es yucateca --dice el titular de Desarrollo Económico del estado, Ricardo Dájer Nahum, quien defiende la instalación de maquilas como parte de un proceso de transición hacia la industrialización.

"En Yucatán no hay materias primas, no se contaba con mano de obra calificada y había que crear fuentes de empleo". Paralelamente a la instalación de plantas, dice, se ha impulsado la infraestructura educativa -el gobernador anda inaugurando escuelas primarias, bachilleratos, institutos tecnológicos y campus universitarios por los distintos municipios- y se ha puesto en marcha un plan de desarrollo integral para que el estado no vuelva a depender de una sola rama de la economía.

Hace cinco años había 38 plantas maquiladoras, hoy trabajan 142 en 31 municipios del estado. De los 100 mil empleos que se han creado en el sexenio, poco más de 30 mil salieron de Lee y decenas de plantas que maquilan en su mayoría prendas de vestir, pero que también hacen prótesis dentales o ensamblan piezas para avión.

Se amplió la pista del aeropuerto, se construyó otro muy cerca de Chicen Itza, se invierte anualmente un millón de dólares para promocionar el estado y en 15 días los yucatecos tendrán un puerto de altura que podrá recibir embarcaciones de gran calado -gracias al dragado y los seis kilómetros de concreto que se tuvieron que tirar mar adentro para alcanzar la profundidad necesaria-. Es una obra que costó al gobierno federal 110 millones de dólares, pero que según Ricardo Dájer no es nada si se considera el impacto que tendrá en el desarrollo de la entidad.

Sin embargo, la recesión en Estados Unidos y la apertura económica de los países del Caribe ha hecho que algunas de las maquiladoras reduzcan personal. En la ciudad industrial, en una de las orillas de Mérida, algunas naves están vacías con el letrero "Se renta". Y René Barrios Casas, dueño de la planta Viti Fashions American lo confirma. Algunos de sus vecinos se han ido. El es un cubano americano que llegó hace cuatro años por las exenciones fiscales que ofreció el gobierno a los maquiladores y dice que tratará de salir adelante porque no quiere emigrar. Pagar a destajo -por prenda cocida- le ha dado "buenos resultados".

No muy lejos de la ciudad industrial está el famoso Paseo Montejo, con sus hermosas casas coloniales y otras de estilo afrancesado. La mayoría de sus propietarios originales -hacendados por cierto- vinieron a menos y hoy las mansiones están en manos de empresas aseguradoras o de restauranteros. En Yucatán muchas cosas evocan ese pasado, hasta la naturalidad usada por el empleado de la Sorbetería Colón, en los portales de Mérida, para referirse a una de las mujeres que viste floreado huipil con un "es una mestiza".