LA JUGOSA TARASCADA
El jefe de Gobierno del Distrito Federal continuó
con su campaña en la que da voz a buena parte de la opinión
pública contra las condiciones en que está por efectuarse
la compra de Banamex por Citigroup. Sus argumentos son contundentes:
1) Esa compra-venta por 112 mil 500 millones de pesos
(a cotización actual), si se realiza como operación bursátil,
no pagaría impuestos, lo cual, además de privilegiar a los
banqueros sobre los demás ciudadanos que sí están
obligados a pagarlos, permitiría una evasión impositiva de
los hombres más ricos del país que ascendería nada
menos que a poco más de 30 mil millones de pesos, suma equivalente
al recorte presupuestal o ahorro en los gastos para este año proyectado
por el gobierno federal y que, además, representaría una
cuarta parte de los ingresos que el Ejecutivo federal pretende obtener
con su reforma haciendaria que incluye IVA en alimentos y medicinas.
2) La transacción representa más del doble
del presupuesto autorizado a la capital del país para obras y servicios.
3) El Distrito Federal dejaría de percibir 3 mil
millones de pesos.
4) Al vender la institución financiera a Citigroup,
los banqueros ganarían alrededor de 80 mil millones de pesos limpios
una vez descontado el precio que pagaron para comprarle Banamex al Estado,
que lo saneó con dinero del pueblo mexicano.
5) Citigroup cobraría anualmente al Estado, sólo
por intereses, más de 9 mil millones de pesos.
Por consiguiente, el jefe de Gobierno del DF solicitó
nuevamente al Presidente de la República que condicione la venta
de Banamex al cobro de impuestos a la renta y a la aclaración sobre
el costo de los pagarés entregados a las instituciones bancarias
como parte del rescate de las mismas.
Es un buen momento, dijo López Obrador, para ver
si el gobierno representa al pueblo mexicano o está al servicio
de los grupos financieros y minorías más ricas del país.
Ante estas declaraciones no faltarán quienes dirán que el
tema desborda el marco de la política capitalina, pero, en primer
lugar, se supone que el DF forma parte de México y que su jefe de
gobierno cuenta con los mismos derechos que todos los otros ciudadanos
del país y, además, a falta de quien explique y defienda
dichos derechos, tiene el deber cívico de entrar en la liza.
A este respecto, llama la atención que esta cruzada
emprendida por López Obrador en pro de la transparencia del sistema
financiero, contra las secuelas del Fobaproa-IPAB y por la justicia en
el campo impositivo, sea prácticamente una acción solitaria.
Es comprensible que PRI y PAN, que votaron el Fobaproa, y muchos de cuyos
dirigentes están involucrados en esa turbia operación, nada
hagan en contra de la venta de Banamex y del regalo anual de jugosas tarascadas
--según el término utilizado por el mandatario del DF-- de
casi 5 mil millones de pesos que saldrán de los bolsillos de los
contribuyentes.
Pero es mucho menos lógico que el partido al cual
pertenece López Obrador, que formalmente se opone al Fobaproa-IPAB
y a la transacción entre Banamex y el Citigroup, no participe en
la campaña de concientización popular, colonia por colonia,
emprendida por el jefe de Gobierno del DF.
Surgiría la impresión de que los problemas
internos partidarios y el temor a romper puentes con el gobierno del presidente
Fox se han impuesto sobre las promesas de defender los intereses nacionales
y la economía popular.
¿Cómo hablar de una alternativa a la ley
haciendaria presentada por el gobierno federal si no se recurre a la conciencia
y la movilización populares en el mismo momento en que se intenta
tasar los bienes de primerísima necesidad -- alimentos, medicinas,
libros-- mientras se condonan simultáneamente 30 mil millones de
pesos a los ya millonarios?
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