Ť Homenaje a la poeta coahuilense en Bellas Artes
Ni los fantasmas abascalianos callaron a Enriqueta Ochoa
Ť Cuando la Iglesia censuró Las urgencias de un dios, editado hace 50 años, se agotó el tiro, recuerda la autora
CESAR GÜEMES
A 50 años de la publicación de Las urgencias de un dios, el primer poemario de Enriqueta Ochoa, anatemizado por la Iglesia de entonces, dijo este domingo la escritora, entre sonrisas: "En cuanto se les dijo a los feligreses que no lo leyeran, se acabaron todos los ejemplares. Ni yo me quedé con uno de ellos".
El recuerdo del hecho ominoso, del intento de censura ante uno de los libros que de manos de una mujer mexicana ponía carne donde sólo había imaginación, fue el tema central en el homenaje que la poeta recibiera este domingo en la Sala Manuel M. Ponce de Bellas Artes.
El también poeta Víctor Sandoval, desenfundó primero: "Ese estremecedor y provocador poema que levantó las iras de aquel entonces ante la 'osadía' y 'desvergüenza' de una poeta veinteañera de Torreón que se atrevió a escribir, decir y gritar... Admiro mucho a Enriqueta Ochoa y me es difícil imaginarla en aquellos lejanos años de fin de los cuarenta y principios de los cincuenta luchando en solitario contra los terríficos fantasmas abascalianos de entonces y de ahora, que pululaban por el desierto torreonense. Es una poeta adelantada a su tiempo y a la literatura mexicana que se hacía en los años cincuenta. Sobre todo en ese páramo de silencios que eran las ciudades del interior del país, en donde a lo más que se llegaba era al cultivo de las flores naturales, de los juegos florales y alguna que otra revista". Su conclusión fue rotunda: "Su cristal no lo empaña ni la envidia ni el ninguneo".
Al borde del abismo y la nada
A Esther Hernández Palacios correspondió desglosar algunas de las múltiples características de los trabajos de Ochoa: "No es posible hablar de su poesía sin bordear el abismo, la nada; sin sentir la misteriosa adhesión que nos convoca a un paisaje árido o abruptamente fértil; sin rendirnos ante la fe de un dios que urgentemente debiera existir. No es posible evadir el corazón humano porque esto es lo primero que toca y restaña su poesía profética. Telúrica y a la vez invadida de misticismo, de delicada ausencia y habitada carne, la poesía de Enriqueta Ochoa reúne el esplendor fundacional del Génesis, el peso de la culpa y la espada, y el goce del cuerpo del Cantar de los cantares. Una voz hermética cuando se asoma a la vida de una flor y una triste llaneza enumerativa al descubrir los arrebatos de un puerto, la trilla de una cosecha de algodón, la terrible soledad del aliento de un cine o las salmodias musulmanas de un exilio de miel y de desdicha".
Ya en el tono que a 50 años de los acontecimientos en contra de Enriqueta Ochoa se dieron en su natal estado, el escritor y periodista Hugo Gutiérrez Vega evocó: "Alguna vez la poesía de Enriqueta fue prohibida desde el púlpito. Ese es un honor que pocos poetas han merecido. En la actualidad sería prohibida desde la Secretaría del Trabajo" Más adelante, el titular de La Jornada Semanal, señaló que la poesía de la autora homenajeada "tiene sus raíces, como la de López Velarde y Concha Urquiza, en la Biblia. Y esto lo digo en un país en donde la Biblia no se leía mucho. Y que me perdone el señor cardenal Rivera: no por culpa de los agnósticos que prohibieran a sus hijos esa lectura, sino por culpa de la iglesia católica que le tenía un miedo terrible a la Biblia por aquello del libre examen. Nosotros no leíamos la Biblia sino unas historias sagradas en las que estaba todo expurgado y el cuerpo terminaba en el cuello"
En cuanto a las cercanías y hermandades literarias de Ochoa, dijo Gutiérrez Vega: "Más que buscar influencias, algo que resulta muy aburrido y que no hemos hecho ninguno de los que estamos aquí, encuentro sobre todo afinidades. Y aquí quisiera recordar nombres que tenemos olvidados, por ejemplo Josefa Murillo, de Veracruz; por supuesto Concha Urquiza, a quien tendrían que disputársela Michoacán, Querétaro, San Luis Potosí, Nueva York, el Partido Comunista, la iglesia católica y el mar de Ensenada; Aurora Reyes; Margarita Michelena; Margarita Paz Paredes; Rosario Castellanos; Dolores Castro. Y quisiera también hacer un recuerdo de dos paisanas escritoras de Enriqueta: Margarita Flores y Nancy Cárdenas. Todas ellas, como Enriqueta, mujeres insumisas".
El testimonio de Myriam Moscona consistió en proyectar una documentada entrevista que realizara para la serie De frente y de perfil, en la cual Ochoa se refiere al tiempo en que su libro fue anatemizado: "A mí no me quitaba el sueño, pero sí me daba miedo, porque toda la gente sin excepción en Torreón dejó de hablarme". A lo cual su hija Marianne Toussaint aclara en el video: "La religión nunca fue en casa un elemento dictatorial ni definido, sino una mezcla: prender una vela, hacer meditación y oración, entrar al tarot. Un mundo enriquecido por todo lo que se iba encontrando".
El titular del INBA, Ignacio Toscano, reconoció ante la poeta "los grandes valores de su generación para después hacer todo lo contemporáneo. Sin ustedes no tendríamos nuestro presente".
Y ya al cierre, de manera formal el gobierno del estado de Coahuila, a través de su instituto de cultura, presidido por Rosa del Tepeyac, hizo entrega de una placa a Enriqueta Ochoa, firmada por el gobernador de ese estado, Enrique Martínez y Martínez, en lo que, 50 años de historia mediante, fue definido como un acto de justicia poética.