LUNES Ť 28 Ť MAYO Ť 2001

TOROS

Ť Quinta corrida de la temporada 2001 en la vieja Plaza El Toreo, de Tijuana

Triste panorama de la fiesta brava en la frontera más remota del país

Ť Mediocre actuación de Barrera, Espinoza y San Román Ť El secreto de Arruza

LUMBRERA CHICO ENVIADO

Tijuana, 27 de mayo. Bajo un cielo nublado, por momentos frío y lluvioso, transcurrió esta tarde la quinta corrida de la temporada 2001 en la vieja y hermosa plaza de El Toreo, de Tijuana. Ante menos de tres mil personas, Oscar San Román, El Cuate Espinoza y el hispano Antonio Barrera lidiaron un encierro de Tequisquiapan, gordo y cornalón, con 535 kilos de promedio, que parecía bastante corraleado.

La breve historia de este festejo comenzó el pasado martes, cuando las autoridades presenciaron el desembarque de ocho "toros" de Piedras Negras, anunciados que habían sido, en la discreta propaganda local, como "imponentes". Sin embargo, al descender de los camiones que los traían, los animales salieron visiblemente esmirriados. En consecuencia, el juez los rechazó en paquete por "impotentes", reflejo de la confusión ganadera de Marco Antonio González, heredero del legendario y segregado hierro tlaxcalteca.

apunte torosPara salvar la tarde, los representantes del empresario Alberto Bailleres en pocas horas consiguieron el encierro de Tequisquiapan que el ibérico Barrera, en un alarde publicitario sin escrúpulos, describió el sábado como "de asustar", o sea, "digno de la mismísima plaza de Las Ventas".

Con esos bichos, de acuerdo con el portavoz de Bailleres, "los promotores de la fiesta en esta frontera vamos a demostrar que aquí sólo presentamos toros en puntas, con la edad que marca el reglamento y con el trapío que le da o le quita prestigio y seriedad a una plaza".

Manolas

Resuelto a desquitarse de los duendes que lo involucraron en aquella desgracia, Barrera se mostró fuerte, audaz y valiente. Sin embargo, una vez más estuvo pésimo con el acero, una deficiencia que, dijo antes de partir plaza, espera "corregir pronto", ya que, añadió, "estoy viéndome en una serie de videos para entender mis errores", lo que desde luego tampoco logró en esta ocasión.

San Román y El Cuate hicieron gala de su mediocridad habitual, mientras la banda les celebraba todo con dianas tan desafinadas como reiterativas, y amenizaba sus trasteos de muleta con pasodobles que, más de una vez en el sector de sol, arrancaron de sus asientos a dos guapas gringuitas de California que, tequila y cerveza de por medio, se convirtieron en entusiastas aprendizas de manolas.

La quietud de Arruza

Don Francisco Jordán Zaragoza, oriundo de Michoacán, avecindado en Tijuana desde sus mocedades, tiene hoy 72 años y recuerda. El vio aquí a Lorenzo Garza, a Luis Castro, al viejo Armillita, a Procuna, a Silverio, a Huerta y a todos los demás. Pero nadie lo marcó, asegura, como el Ciclón mexicano, "el señorón que fue Carlos Arruza".

En 1953, dice, Arruza estaba en el hotel Caesars ?hoy casi en ruinas?, vistiéndose de luces para matar una corrida de San Mateo. "Ya se había enfundado la taleguilla y estaba por ponerse la camisa cuando  alguien llamó a la puerta. En aquel tiempo el maestro andaba con un mozo de estoques, muy ocurrente, a quien llamaba el Canario temerario. Este atendió a la persona que había osado molestar al maestro en un momento tan difícil como ese. Pero el inoportuno resultó ser una gringota como las de entonces, una chulada de muchacha", sonríe don Francisco.

A pesar de su reticencia habitual, agrega, Arruza la invitó a pasar y "después de un intercambio de miradas, le indicó al Canario temerario que lo dejara un momento a solas con ella". Entonces, dice don Francisco, el mozo de estoques obedeció y el matador se despachó con la cuchara grande, "así como estaba, vestido de luces y faltando media hora para irse a torear".

Aquella tarde, Arruza toreó como los propios ángeles, sin moverse, fijas las zapatillas en la arena. Y cuando terminó de dar la vuelta al ruedo, con las orejas y el rabo de su primer enemigo, "regresó al burladero de matadores y le dijo a su mozo de estoques: qué bárbaridad, esta señorita me dejó sin piernas".