martes Ť 29 Ť mayo Ť 2001
Alberto Aziz Nassif
Por fin, Yucatán
Hace unos años era difícil pensar que el estado de Yucatán no estaría entre los primeros en entrar de lleno a la democracia electoral, ya que desde finales de los años sesenta mostró una oposición fuerte y competitiva; tal vez el PAN ganó la gubernatura hace un poco más de 30 años, pero el fraude patriótico lo impidió, en una situación muy similar a la de Baja California; en este último hubo la primera alternancia estatal en 1989, pero Yucatán tuvo que esperar doce años. Esta postergación explica el perfil de la batalla que se ha librado en ese estado en los últimos años. Ahora, con el virtual triunfo de la coalición, se llega al final de un modelo político plagado de caciques y clientelas.
Con una geografía electoral de tipo bipolar, las zonas urbanas del estado fueron un bastión de la oposición panista desde hace años, y de forma emblemática la capital, la bella Mérida, y las zonas rurales eran un muro impenetrable en donde el priísmo tenía su fuente de poder, las clientelas empobrecidas y una ciudadanía frágil. La obsesión por mantenerse en el poder y reproducir un modelo caciquil crearon una aberración política y jurídica: la gubernatura de diez años de Víctor Cervera Pacheco, cuatro como interino y seis más de su administración. El cerverismo llegó a su punto de crisis, pero primero tuvo que cambiar casi todo el país. La península se movió en los últimos meses como un territorio que caminó al final de un largo ciclo para establecer la democracia electoral. Con todas las armas a su disposición el cerverismo se fue por la línea dura de confrontación en contra de las instituciones, y con ello se creó un conflicto prelectoral. Con las viejas mañas de controlar los organismos electorales, creó un consejo que fue impugnado por la oposición y que se canceló con una sentencia del Tribunal Federal Electoral de Poder Judicial de la Federación; luego vino el largo conflicto del desacato que hizo el Congreso local. Ante esta actitud el tribunal insaculó un nuevo consejo, el cual fue bloqueado durante semanas, hasta que la Suprema Corte de la Nación validó la sentencia del tribunal. Con este antecedente se organizaron las campañas y no faltó la presión, la intimidación y la guerra sucia. Ese ha sido el costo que se ha tenido que pagar para terminar con un caciquismo.
La oposición decidió ir en una alianza amplia (PAN, PRD, PT y PVEM) en contra del cerverismo priísta. Con esta ubicación las elecciones se convirtieron en una suerte de referéndum entre más de lo mismo o un cambio. Las encuestas previas sobre intención de voto ubicaron a Patricio Patrón por encima del priísta Orlando Paredes; las encuestas de salida del 27 de mayo dieron un triunfo al candidato de la coalición el domingo por la noche. Sobre la base de esa expectativa de triunfo, el presidente Fox felicitó a su compañero de partido, lo cual levantó la irritación priísta. El resultado del Programa de Resultados Electorales Preliminares mostró, al cierre de las ediciones de prensa, una diferencia más cerrada de 49.5 por ciento de la coalición, contra 47.4 por ciento del PRI. El lunes por la mañana, con el corte de las 9:00 horas, la diferencia creció con 51.1 por ciento para la coalición y 45.7 para el PRI. También ayer, el PAN, de acuerdo con el cómputo de 73.7 por ciento de las actas, anunció una diferencia de 50 mil votos a su favor (272 mil contra 223 mil votos). Con estos datos se ve que el patrón de voto urbano rural del bipartidismo yucateco se modificó a favor de la oposición.
El PRI perdió la gubernatura, a pesar de todas las resistencias. Los datos preliminares sobre el Congreso local muestran que habrá un gobierno dividido con ocho distritos para el PRI y siete para el PAN, situación que posiblemente no cambiará mucho en los próximos días. Con los comicios yucatecos se fortalece la tendencia perdedora del PRI: el 2 de julio de 2000 se quedó sin la Presidencia de la República, Morelos y de nuevo Guanajuato; en agosto perdió Chiapas, en octubre ganó de forma fraudulenta Tabasco, y en enero de 2001 se anuló la elección; en noviembre le va muy mal en Jalisco. Con Yucatán el PRI pierde otro espacio y con esta derrota se confirma su caída.
Interpretar cada elección local como un apoyo o un rechazo al gobierno federal puede ser un exceso. A pesar de que la Federación tuvo una presencia importante en Yucatán por la vía jurisdiccional, el resultado de esta elección tal vez sólo significa el impulso político de los yucatecos de poner su reloj a tiempo con el resto del país. Por fin, Yucatán.