martes Ť 29 Ť mayo Ť 2001

José Blanco

La contienda por el futuro

Por abrumadora mayoría de su Consejo Político Nacional, el PRI rechazó la propuesta de debatir, en su asamblea nacional del próximo noviembre, sus fundamentos ideológicos y organizacionales. La decisión parece su réquiem definitivo. El PRI dejará de tener relevancia para el futuro de la sociedad mexicana, pero la forma como recorra su tramo terminal, sin embargo, importa sobremanera al conjunto de la sociedad por cuanto la gobernación del país es imposible hoy sin su concurso.

Es difícil hablar de unos fundamentos ideológicos y organizacionales del PRI, una dependencia de gobierno que siempre debió acomodarse pragmáticamente a los aires que soplaran en Los Pinos. Por mucho tiempo esos aires fueron, ciertamente, con no escasas y significativas variantes, los de la variopinta ideología de la Revolución Mexicana. Pero a partir de 1982 los aires mudaron sin mediar un examen nacional y político partidario que llevara a un nuevo acuerdo. Puesto que ninguna decisión política relevante estuvo nunca en el partido, el gobierno simplemente decidió abandonar el maltrecho barco de la revolución, que hacía agua a babor, a estribor, por la popa y por la proa.

Como siempre ocurrió en automático, también a partir de 1982 los "revolucionarios" se alinearon al discurso de los "tecnócratas". Y al perder el poder en julio de 2000, puerilmente creyeron que la derrota provenía de haber abandonado el barco que se fue a pique en los años setenta; aunque los "revolucionarios" creen que por ahí navega tan lozano como siempre. Cosa de abordarlo nuevamente.

Para los priístas las definiciones "revolucionarias" o "tecnócratas" (o "neoliberales") están en el campo de la economía y de la política económica. Para ellos, es necesario volver al pasado. Las dificultades del gobierno foxista les generan altas expectativas de que las "grandes mayorías" volverán al redil populista: un espejismo mortal de necesidad nacido del desconcierto que les provoca la globalización.

Lo mismo ocurrió con el PRD en su reunión de Zacatecas. Dizque sus militantes iban a dirimir los fundamentos ideológicos del partido, pero no hubo tal, las diferencias apenas asomaron; terminó imponiéndose en los hechos la línea de Cuauhtémoc y su herencia del barco espectral abandonado hace dos décadas por los "revolucionarios". Las diferencias en el PRD, sin embargo, son profundas. Sin hacer explícito un postulado coherente, amalios y chuchos al parecer quieren aproximar a su partido a una posición socialdemócrata; pero el nacionalismo revolucionario de Cuauhtémoc aún prevalece. Qué línea ideológica tendrá la hegemonía en el futuro, es un asunto oscuro e incierto porque al numeroso resto de los grupos perredistas no parece venirle bien ninguna de esas dos líneas. El problema, por supuesto, es de quién es el registro y las prebendas electorales.

No es claro que el PRI vaya a dividirse, porque el grupo que quiere una "refundación" (en realidad no puede ser sino la fundación de un partido real) parece muy pequeño. Todo indica que este grupo terminará huyendo de los restos del viejo naufragio.

Si no fuera por el crucial tema del registro en el PRI y en el PRD, en breve veríamos una recomposición política rápida y profunda a lo largo y ancho del país. Aunque la recomposición será morosa debido al tema del registro, será un hecho en el futuro no lejano.

La sociedad espera expresiones y propuestas claras de parte de los grupos y partidos con vocación de poder que pronto estarán en nuevas contiendas por la definición del futuro. Cualquiera de ellos deberá proponer --en el campo de la economía y de la política económica--, cómo resolver con transparencia: 1) la consolidación y la conservación contundentes de los equilibrios macroeconómicos; 2) la aceleración del crecimiento económico y de la productividad, acompañada de la protección rigurosa y la recuperación máxima de los recursos naturales; 3) el abatimiento de la pobreza y de la desigualdad a través de un ambiciosísimo programa permanente de educación y capacitación; y 4) la organización efectiva de un gobierno eficiente y responsable, libre de corrupción.

Los "revolucionarios" del PRI y sus herederos en el PRD creen que entre equilibrio y crecimiento existe una contradicción insalvable. También creen que entre equilibrio y crecimiento, de un lado, y abatimiento de la pobreza y la desigualdad, de otro, existe una contradicción peor, insuperable. En consecuencia proponen abordar con resolución la pobreza y la desigualdad, pase lo que pase con los objetivos 1 y 2 referidos. De esa posición resulta, por supuesto, un programa populista (a la López Obrador). El populismo, sin embargo, naufragó hace tiempo en todas partes; nada tiene que hacer en las contiendas venideras.

En efecto, dicho sea con toda seriedad, el futuro ya no es lo que era antes.