DOMINGO Ť 1Ɔ Ť JULIO Ť 2001
Ť "El proceso democratizador debe incluir el derecho a la diferencia": Enoé Uranga
Marcha del movimiento lésbico-gay por la igualdad
Ť "Todas las voces contra el silencio y la intolerancia", el grito de batalla por las calles
JUAN ANTONIO ZUÑIGA M.
Varios miles de personas participaron en la 23 Marcha del Orgullo por el Respeto al Derecho a la Diversidad Sexual, en la ciudad de México, dentro de un ambiente de convivencia festiva y bullanguera en el que lesbianas, homosexuales y transexuales se manifestaron por la igualdad.
Desde la explanada de los leones, en Chapultepec, hasta el Zócalo capitalino, la cultura lésbico-gay hizo patente su presencia en la sociedad mexicana en formas y contenidos que prácticamente abarcan todos los sectores.
Estudiantes, artistas, religiosos, empresarios, trabajadores, políticos, padres y madres de familia, gente del campo y la ciudad desplegaron colores y fantasías de una cultura de existencia remota, pero que apenas hace 23 años decidió salir del clóset y hacerse visible en México para manifestarse contra la represión, la marginalidad, la desvalorización, la humillación y el chantaje de que son objeto sus integrantes.
"Todas las voces contra el silencio y la intolerancia", expresaron unas y otros, unos y otras, ataviados de formas que transgreden los límites de un lenguaje masculinizado que no alcanza a definir el género "él" o "ella" en esta cultura lésbico-gay.
Se mostraron por Paseo de la Reforma en impecables smokings, ataviados con velos de novia; otros en sensual conjunto tahitiano con la redondez de las caderas, pero sin la turgencia pectoral, y una rubia platinada demostraba que la ropa -un traje de safari- no sólo sirve para cubrir el cuerpo, sino también para exhibirlo mejor.
Ellos y ellos, ellas y ellas, tomados de la mano o la cintura gritaban por momentos sus consignas: "šDetrás de las persianas se encuentran las lesbianas; detrás de los balcones se encuentran maricones! šDerechos iguales a lesbianas y homosexuales!" Mientras, Tuco, un pequeño tecolote, desplegaba sus grandes ojos y movía su cabecilla del frente hacia la espalda en su perpetua vigilia.
Figuras etéreas. Arlequines, sultanes, sherezadas de torneadas piernas, y ninfas con inocultables pelambres y vellosidades paseaban sus figuras tras una manta en la que se expresaban dos mensajes: "Nuestra felicidad y seguridad no afecta a los demás", y "El odio no es un valor familiar, promovamos la felicidad".
No se observó ni una sola fauna a la caza de ninfos. Pero sí a un grupo de hercúleos individuos de gruesas botas y pantalones de campaña, de estrecha cintura y espaldas anchas descubiertas, fibra y músculo en brazos y abdomen, con las manos enlazadas.
Todo un reto a las concepciones del siglo XIX todavía predominantes en el pasado siglo XX y aún vigentes en los inicios del XXI, cuando "cultura quería decir una cierta manera ejemplar de comportarse, y no había más que una, la nuestra, la del presente."
Carros alegóricos y sobre ellos contorneantes cuerpos en movimientos acompasados a la música de discoteca; en tanto en el pavimento también se manifestaba el Grupo Ecuménico Cristiano Génesis y un mensaje contextual: "Estamos aquí, por el amor de Cristo Jesús, un amor que rechaza cualquier forma de violencia, que respeta la libertad, que promueve la dignidad, que reprueba cualquier discriminación".
Integrante del movimiento lésbico-gay, la diputada local Enoé Uranga Muñoz, presidenta de la Comisión de Derechos Humanos de la ALDF, difundió su mensaje a lo largo de la marcha: "es indispensable que se entienda a la sociedad como un mosaico de preferencias y orientaciones individuales, que admiten diversos tonos y texturas con los que se conforma el amplio arco iris de la diversidad social y ciudadana. El proceso democratizador, para ser legítimo, debe incluir ineludiblemente el respeto a la diferencia".