Jornada Semanal,  1 de julio del 2001 
Cuatro novísimas de Aguascalientes
Felicidad

Sofía Ramírez

A menudo nos afectan los ángeles, y los adoramos
John Donne
Si Ángela abre una ventana, quizás encuentre que Dios está sentado sobre una nube gris, esperando. Seguramente Ángela sabrá que Dios mira y escucha. Tal vez Dios cierre sus ojos para disfrutar el silencio que lo tiene sordo, esperando la irrupción del coro de lamentaciones.
  Ante Dios llegan unos mensajeros alados con un puñado de gritos y los depositan en el extremo izquierdo de su túnica. Entonces, Dios da un puntapié y arroja más lágrimas al mundo. De nuevo espera.
  Después, otros mensajeros le entregan el miedo que encontraron entre los muertos y Dios da un ligero soplido y lo esparce por la vida. Sigue esperando.
  Más tarde, otros ángeles llevan ante sus pies un poco de tedio y ayudan a Dios a arrojarlo a los hombres. Luego, Dios regresa a su sitio a esperar.
  Al final, un insignificante querubín le entrega un costalito pequeño que contiene felicidad. Dios, sabiendo lo que es, abre el costalito y aspira. Inhala profundamente dos veces más y lo guarda con celo en un hueco de su túnica.
  Ángela cierra la ventana. Por hoy es suficiente la espera.
 

Nacida en 1971, licenciada en Letras Hispánicas por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, ha publicado poemas en Periódico de poesía y Siempre!, así como los libros No había mar (coautoría con Juan Carlos Quiroz), La sonrisa de un condenado a muerte y Dios y el silencio de los pájaros (en la antología Creció el mediodía).


El andante

Claudia Santa-Ana

Aun cuando lo advierta volver,
cuando no posea más penumbra que la ausencia,
llevaré las manos al temblor del cuerpo:
el rostro retraído de mi infancia.
Recorrerá otra vez los vestigios de la memoria
con el brazo sepulcral del faro
en la península de la Andrómeda sumergida.
vendrá porque a veces despierto en el corazón
desleído entre tinieblas,
porque me balancea en la noche
lo mismo que a la péndula de un puente antiguo.
Cuando lo advierta
pondré oraciones de por medio
como quien deja un puño de arena sobre el agua.
 

Nacida en 1974 en la Ciudad de México, estudió la carrera de Arquitectura en la Universidad Autónoma de Aguascalientes. Ha publicado poemas en Tierra Baldía y Talleres, entre otras revistas, así como la plaquette Quinta estación. Recibió el Premio Nacional de Literatura Salvador Gallardo 2000 por Un sable en la memoria, y es becaria del Fonca (en poesía) en la categoría de jóvenes creadores.
 

Poema

Patricia Ortiz Lozano

Yo soy mis dedos
la piel que se refleja,
mano que delata el sitio del silencio.

Vivo en un latido fugaz
que es mi esqueleto
y trazo mi memoria
buscando letras que me nombren.

Yo soy la sed,
el punto donde el prófugo espera su partida.

Nacida en 1972, licenciada en Derecho, fue becaria del Fonca estatal y obtuvo mención honorífica en el Premio Nacional de Literatura Salvador Gallardo en 1996 con Sitio de sombra. Ha publicado en Tierra Adentro, Periódico de Poesía, Tierra Baldía, Tiempo de Aguascalientes y otras revistas, así como el mencionado libro Sitio de sombra, Casa de lluvia y El otro mar, además de estar incluida en varias antologías.


Lector:

Arlette Luévano

Quisiera ver tu rostro
mientras conoces mis palabras

          Supongo que te alcanzan apenas
como el rumor de un río alejado
o como la respiración de quien duerme
                en la habitación contigua

pero nunca lo sabré de cierto
        cuando intentes responderme
los dos habremos olvidado

Nacida en 1976, estudió la carrera de Derecho en la Universidad Bonaterra de Aguascalientes y desde 1997 dirige el suplemento cultural Ananke del diario Página 24. Ha publicado los libros de poesía Casi verde y Rituales (este último en una antología de la Colección El ala del tigre de la UNAM).