viernes Ť 6 Ť julio Ť 2001

Luis Javier Garrido

La mistificación

El viejo régimen está dando paso a un nuevo régimen que se parece tanto a aquél que sigue siendo presidencialista.

1. El primer aniversario de las elecciones del 2 de julio de 2000 ha llevado a una campaña propagandística sin precedentes por la que se pretende levantar la imagen de Vicente Fox después de los desafortunados primeros meses de su gobierno y que tiene como objetivo imponer la idea de que ya todo cambió por el simple hecho de la alternancia, cuando la mayoría de los mexicanos entiende que si el PRI no está ya en el poder, el presidencialismo sigue tan vigente como siempre e imponiendo las mismas políticas antipopulares.

2. La verdadera "transición" no es, sin embargo, a pesar de lo que se afirma una y otra vez, la que se estaría dando entre el viejo autoritarismo y una naciente democracia, sino una más profunda: la que se ha estado produciendo en el aparato productivo al desmantelarse el Estado surgido de "la Revolución mexicana" y, en aras de los intereses trasnacionales, privatizándolo todo, en un proceso impulsado y dirigido desde los centros de poder financiero, que se ha ido profundizando desde 1982 y que Vicente Fox asume que tiene la misión histórica de culminar conforme a las expectativas de Washington, pensando que los mexicanos no se dan cuenta de ello.

3. El discurso mistificador sobre "la transición democrática" que se está intensificando en estas fechas, es también, por otra parte, un elemento fundamental de la propaganda de imagen de Vicente Fox, quien ha aprovechado no sólo la conmemoración de su triunfo en las elecciones, e incluso su matrimonio civil (2 de julio), para hacerse propaganda y tratar de levantar sus bonos alicaídos tras el toallagate que evidenció que la corrupción es una práctica inherente a su gobierno. De ahí también que ante los micrófonos de Radio Red (4 de julio) acusara de ratero a Ernesto Zedillo por haberse llevado a su nuevo domicilio en el Pedregal el mobiliario y los enseres de Los Pinos, siguiendo una práctica iniciada en 1952 por Miguel Alemán.

4. El presidencialismo se consolidó en México entre 1935 y 2000 no sólo por el hecho de que el Ejecutivo federal dispuso de amplias atribuciones "no escritas" al ser el jefe nato de un partido de Estado, sino porque al prevalecer por este motivo sobre la burocracia federal y local y sobre amplios espectros de la sociedad civil, se fortaleció en la sociedad mexicana durante más de medio siglo una cultura presidencialista. Y ese es el punto sobre el cual a todas luces están trabajando Rob Allyn, José Luis González, Lino Korrodi, Francisco Ortiz y los expertos norteamericanos en mercadotecnia que proyectaron a Fox como "un producto" desde la campaña, en la que es probablemente la mayor operación de propaganda presidencialista en la historia de América Latina, hecha con recursos públicos pero también privados, y que ahora pretende imponer las políticas de Fox apoyándose en la cultura presidencialista de los mexicanos.

5. Los últimos actos de gobierno de Fox son por lo mismo muy similares a los de los sexenios populistas de López Mateos o de Echeverría, buscando utilizar a grandes contingentes para que avalen sus políticas antipopulares. Como en el mitin con acarreados de San Cristóbal (1 de julio) o como lo hizo ayer en los Altos de Chiapas (5 de julio), en donde disfrazado de tzotzil, como lo solía hacer Zedillo, con el pretexto de impulsar un programa de regularización de la tierra insistió en negar a los pueblos indios su derecho a la diferencia y en defender la prerrogativa presidencialista de imponerles formas de vida, lo que busca sustentar con la contrarreforma constitucional en materia indígena que ha promovido.

6. La mistificación del proceso político actual se ha tornado en un asunto de importancia estratégica para el capital, de ahí que ante las acusaciones de incompetencia y de corrupción al gobierno foxista, amplios sectores privados hayan cerrado filas con el guanajuatense y estén impulsando la campaña para levantar su imagen. Los medios, a excepción de aquellos vinculados a otros intereses políticos, están en buena medida disciplinándose al oficialismo, con cinismo más que con desparpajo, de tal suerte que uno de los espectáculos más patéticos de los últimos meses ha sido el de los periodistas y académicos que durante años respaldaron al "sistema" priísta, con frecuencia por ser sus beneficiarios, y que ahora lo critican sin pudor, ignorando que en el "nuevo régimen" se están reproduciendo muchas de las prácticas del priísmo y que ellos no hacen más que seguir apuntalando otro esquema antidemocrático.

7. ƑA quién puede sorprender, por ejemplo, que Joaquín López Dóriga insistiese en su Noticiero del canal 2 y en su emisión especial del 2 de julio en hablar del día en que "todo cambió en México", repitiendo hasta la saciedad esta frase?

8. La noción de "transición democrática" es, como se sabe, una construcción teórica que hoy se maneja con una intención ideológica. No puede extrañar por ello que los politólogos estadunidenses calificaran de inmediato como "transiciones democráticas" los procesos que se dieron en los países de Europa central en los noventa, tras el derrumbe del "socialismo realmente existente", y que se caracterizaron por el paso de una economía dirigida a una de mercado pero sin que se edificasen regímenes realmente democráticos. O que José María Aznar (presidente del gobierno español) aseverase en México que "la transición española" empezó nada menos que en los años del régimen franquista (2 de julio).

9. "La transición" que conviene al régimen foxista y que acomoda a las cúpulas de los partidos políticos es por lo tanto la que se ha venido dando en México, y que entraña no sólo a) la reconversión neoliberal del Estado mexicano, que tanto se pondera en Washington, sino b) la "modernización" del sistema político, que debe apuntalar a aquella, y que se sustenta en la apertura de mayores espacios políticos a los partidos. El pacto político que han demandado los partidos y que Fox ha propuesto una vez más el 2 de julio, además de buscar hacer más institucionales -y menos conflictivas- las relaciones de Los Pinos con el Congreso (es decir, con los partidos), sería así el paso decisivo para una serie de reformas constitucionales que convalidarían las políticas actuales, definidas a espaldas y en contra de la sociedad. Constituiría el acto de legitimación de esa "transición", y desde luego la consagración del nuevo presidencialismo.

10. La única transición que puede tener sentido es, por el contrario, la que de manera incipiente se busca impulsar desde la sociedad, a partir de las propias comunidades, con propuestas que son por lo mismo democráticas y que el gobierno foxista se niega en su monólogo a escuchar.