Ť Habría sido peor no vender, afirma el ex jefe de la Unidad de Desincorporaciones
Acertadas, las privatizaciones salinistas: Rogozinski
Ť El éxito o fracaso de una venta depende de a quién le cuesta si la empresa no funciona, dice
DAVID ZUÑIGA
A pesar de los fraudes, quiebras y rescates en que derivaron algunas de las privatizaciones emprendidas en el gobierno de Carlos Salinas de Gortari, Jacques Rogozinski, ex director de la Unidad de Desincorporación, sostiene que el balance es "positivo", y que hubiera sido peor para el país no vender las paraestatales.
Artífice de algunas de las transacciones cuyas pérdidas han puesto en riesgo la viabilidad financiera del país, el ahora gerente general de la Corporación Interamericana de Inversiones del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) se pone a la defensiva cuando se le pide hablar de las desincorporaciones del salinato.
Vienen a la memoria la concesión de autopistas, que generó una pérdida de aproximadamente 100 mil millones de pesos por errores en el cálculo de aforos vehiculares; la quiebra de los ingenios, que siguen recibiendo fondos públicos a través del Banco Nacional de Comercio Exterior (Bancomext); las plantas siderúrgicas que fracasaron y que ahora buscan cambiar de giro, además del que ha sido considerado el peor negocio en la historia del México moderno: la privatización de la banca, que sólo le generó al país apenas 12 mil 500 millones de pesos, a cambio de una deuda de 75 mil millones de dólares.
"No es justo hablar sólo de los costos de lo que se hizo, porque habría que preguntarse cuál habría sido el costo de no hacerlo", arguye Rogozinski. No obstante, reconoce que "efectivamente hubo ventas o desincorporaciones que no funcionaron".
Menciona el caso de las plantas siderúrgicas Lázaro Cárdenas Las Truchas (Sicartsa) I y II, que tenían un déficit anual de 100 millones de dólares, que "todos nosotros, a través de nuestros impuestos, teníamos que pagar para que funcionaran. Vamos a suponer que esas empresas se hubieran vendido o regalado. En ese momento ya no había que pagar los 100 millones de dólares, porque es problema de otro. Si a una de esas empresas le va bien, genera empleo, utilidades e impuestos, ¡qué padre! Ahora supongamos que a la otra le fue mal; eso no le costó a usted, ni a mí, ni a los que estamos pagando impuestos, sino a los inversionistas que metieron dinero y a los bancos que apoyaron la expansión de esas empresas". Este, agrega, fue el caso de Altos Hornos de México (AHMSA), empresa adquirida en 1991 por Grupo Acerero del Norte (GAN), que ahora busca la forma de convertirla en carboeléctrica ante su derrota en el mercado siderúrgico.
"El éxito o fracaso de una privatización no tiene que ver necesariamente con la sobrevivencia de una empresa; el problema es a quién le está costando: si es al pueblo, es una mala privatización; si le cuesta a un inversionista privado, la empresa desaparecerá, y ni modo. El balance para mí, en general, es positivo. Si lo que usted quiere decirme es que hubo errores en algunos casos, probablemente sí".
No obstante, Rogozinski reconoce que si pudiera volver atrás, habría utilizado parte de los ingresos de la venta de las paraestatales para crear un fondo para capacitar y reubicar a las personas que perdieron su empleo a causa de las privatizaciones.