MAR DE HISTORIAS
Homenaje en vida
CRISTINA PACHECO
El doctor Bárcenas entra en el estudio, cierra la puerta y enciende la luz. Advierte que su sillón de lectura está fuera del sitio donde ha permanecido más de treinta años. Sonríe al recordar la cara de Gladys, su esposa, cuando ayer por la mañana apareció con la charola de refrescos y descubrió la alteración del mobiliario. Mauricio, el productor de la serie televisiva Homenaje en vida, la tranquilizó: "En cuanto terminemos lo regresamos a su lugar". Gladys fue gentil: "Están en su casa".
Eso bastó para que el joven de cabello lacio y barba trasnochada acabara de tomar posesión del estudio: "Quiten la maceta. Dejen el estuche de los lentes en primer plano, sobre el escritorio. Que se vea que estamos homenajeando a un gran científico".
El doctor Bárcenas se cohibió. Erika, la conductora, lo señaló con el dedo: "Miren: se puso colorado". Jenny dejó de reptar bajo la mesa en busca de un contacto y agregó divertida: "Ay, qué lindo, qué tierno". Gladys asumió el papel de moderadora: "Ya no le digan tantos piropos a Marcos porque me lo van a echar a perder".
A Bárcenas le disgustó el tono maternal de su esposa. Su inquietud aumentó al oír la pregunta de Erika: "Ya en serio, señora: Ƒqué siente de estar casada con un genio de la ciencia?" Gladys se volvió hacia Leonardo, el camarógrafo: "ƑYa está grabando?" Mauricio la tranquilizó y ella, pese a conocer la aversión de su esposo a las referencias familiares, contestó: "Mucho orgullo. Lo he visto trabajar durísimo sin que nunca, nadie... Hoy, por primera vez, ustedes..." La emoción le impidió seguir hablando.
El doctor escuchó con alivio a Leonardo: "Necesito una hoja blanca para probar barras". Jenny abrió el cajón del escritorio: "Aquí debe de haber..." Gladys se llevó las manos al pecho, el doctor Bárcenas gritó: "No toque nada".
Todos quedaron petrificados y él se apresuró a explicarse: "Allí guardo mi pistola. Tiene puesto el seguro, pero de todas formas puede ser peligroso". Las miradas sorprendidas de los jóvenes lo envolvieron en una extraña sensación de poder hasta que intervino Gladys: "Jamás estaré de acuerdo con que tengas eso. ƑPara qué la quieres? Ni sabes usarla". El doctor no logró sumarse a las carcajadas de los jóvenes.
Al recordar la escena siente la misma humillación que experimentó en aquel momento. El instinto de Gladys le advirtió de su error y procuró enmendarlo: "ƑTardarán mucho? Marcos debe terminar su artículo para una revista científica de Estados Unidos". El comprendió la intención de su mujer, pero no se solidarizo con ella: "Deja que se tomen su tiempo".
Mauricio le ordenó a Erika que se sentara y le preguntó a Leonardo si ya estaba listo. Pegado al lente, el camarógrafo recorrió la habitación: "La luz está bien, pero hay que tapar con masking las marcas que dejó el sillón".
Gladys miró de lejos los cuatro círculos en la alfombra: "Es la primera vez que Marcos permite que lo muevan..." Jenny respondió con otra confidencia: "Aproveche para redecorarlo todo. Mi mamá dice que es bueno, porque así se rompe la monotonía del matrimonio".
Hubo nuevas risas. Mauricio las interrumpió: "Jenny, enciende las lámparas". El doctor retrocedió herido por la luz. Leonardo intervino: "Los lentes dan charol". Mauricio se acercó al entrevistado: "ƑPodría quitárselos? No va a necesitarlos". El accedió y se acomodó en el sillón, frente a Erika, que le dijo: "Se ve muchísimo más joven así". Jenny agregó: "Parece un megabeibi. šDe aquí a Hollywood, doctor!"
II
Estaba por terminar la entrevista. Erika le preguntó si podría darle respuestas menos profesionales. Parpadeando a causa de la luz, el doctor la miró perplejo. Entonces ella se le acercó más: "Queremos que cuando las personas vean el reportaje digan: qué padre que un científico de excelencia como ese señor sea igualito a todos nosotros". Barcenas levantó los hombros: "No sé qué podría hacer..." "Algo humano". "Pensar es humano", respondió. Ella precisó: "Sí, pero algo más".
Se hizo un silencio incómodo. El doctor sonreía, Erika se retocaba el maquillaje, Jenny se le acercó con el guión en la mano: "Te faltaban dos preguntas. ƑPor qué no se las haces mientras bailas con él?" Todos aplaudieron, excepto Bárcenas: "No, imposible. La música me fascina pero jamás he bailado".
Mauricio le hizo un guiño a Erika y la muchacha volvió a acercarse al doctor: "ƑY no le gustaría hacerlo conmigo? Es facilísimo. La cosa es dejar de pensar". Erika había empezado a contonearse al ritmo de una música imaginaria. El doctor se aferró a una tabla de salvación: "Además no tengo discos para esto". Leonardo, siempre tras la lente, lo desarmó: "Allá en el librero vi un radio". Jenny fue por él y lo sintonizó en una estación tropical.
A ritmo de cumbia, Erika se puso a bailar y le ofreció la mano al doctor, que permaneció inmóvil. Los jóvenes corearon: "Que baile, que baile, que baile..." Bárcenas siguió defendiéndose: "No, no. Ya les dije que nunca he bailado con nadie". Erika se contoneo de un modo más provocativo: "Conmigo sí va a hacerlo. No me decepciones".
El tono de la muchacha lo subyugó y se dejó llevar. Todos aplaudieron, la música se escuchó más alto y Jenny se sumó a los bailarines: "Ese ménage à trois está cañón", gritó Mauricio.
Veinte minutos más tarde los entrevistadores se despidieron de Gladys. El doctor insistió en acompañarlos a la puerta. Allí se disculpó ante Erika por los pisotones. Ella dijo que habían valido la pena y huyó a la camioneta. Bárcenas se dirigió a Mauricio: "Antes de que salga el programa al aire, Ƒpodría verlo?" El productor se mostró comprensivo: "Desde luego. Mañana le mando una copia. Lo espera la fama, doctor".
Gladys no volvió al estudio el resto de ese día ni al siguiente. En cambio Bárcenas, pretextando la urgencia de entregar su artículo, se atrincheró allí. Inclinado sobre su cuaderno de notas estuvo atento a los rumores de la calle. Cuando escuchó el timbré se precipitó a abrir. Recibió una caja azul y la guardó en su bolsillo. "ƑQuién era?", preguntó Gladys desde la cocina. "Un vendedor", y sin más corrió al estudio para ocultar el video.
III
De pie frente al librero, con la caja azul entre las manos, el doctor intenta justificar su conducta. Necesita estar solo para verse como nunca lo ha visto nadie, ni siquiera Gladys: despreocupado, jovial. "Bailando -murmura-. Bailando a mi edad y con una muchacha que podría ser mi hija." El recuerdo de Erika vuelve apremiante su necesidad de mirarla, de oírla reír como lo hizo mientras le formulaba la última pregunta: "Y dígame, Ƒnunca le ha sido infiel a su mujer?"
Despacio, se encamina al televisor. Introduce la videocinta en la casetera y va a sentarse en el sillón. Las barras de colores en la pantalla le recuerdan el incidente con Jenny. Lo olvida en cuanto aparece el rostro de Erika sonriéndole a la cámara. No entiende sus preguntas ni le importan sus respuestas; ansía llegar a la escena del baile. Cuando escucha la cumbia vuelve a sentir excitación y sonríe. Su gesto desaparece al ver cómo se agita su papada en el intento de seguir el ritmo; cómo tiembla su carne vencida al ritmo de la música; cómo un pie se vuelve trampa del otro mientras Erika ríe incontenible hasta la última escena: "Homenaje en vida".
Ante la imagen congelada el doctor murmura: "Se estaba burlando". Se levanta, retrocede la cinta y vuelve a correrla. Despacio se dirige a su escritorio, abre el cajón, saca la pistola y espera. Al ritmo de la cumbia se suma el estallido.