La Jornada Semanal, 8 de julio del 2001
 
(h)ojeadas

Sin engaño no hay novela

Guillermo Vega Zaragoza

 


 
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Italo Svevo,
Senectud,
El Acantilado,
Barcelona, 2001.
 

 

A la memoria de Carmen Martín Gaite

 Un un añejo artículo, recogido en su libro Picked-up pieces (Fawcett Books, 1975), el escritor norteamericano John Updike se preguntó si la novela, al igual que la tragedia o el verso épico, no sería un género con un ciclo de vida y muerte. “Una muerte que pudo haber ocurrido ya”, sentenció el autor de Corre conejo. Dado que la novela es sentimental por naturaleza, sostuvo, su argumento dependía en gran medida de la suposición de que la sociedad burguesa desanima y obstruye el sexo libre. En la novela del siglo xix y en las películas del xx, el castigo por adulterio es la muerte, aunque esto ya no resulta tan decisivo en la novela contemporánea. Pero como señaló Denis de Rougemont, las obstrucciones convencionales al amor ya no nos impresionan.

Ya en Madame Bovary el envenenamiento de la heroína nos parece una decisión un tanto histérica, pues su situación no era nada que no se pudiera resolver con dinero; o más recientemente, a una relación hasta cierto punto extravagante, como la narrada por Vladimir Nabokov en Lolita, apenas le otorga dignidad la pasión romántica. “Si se eliminan las dificultades y las prohibiciones genuinas, el entretejido tridimensional de la novela se colapsa, se vuelve flojo y lineal.” Como dirían los franceses, “sin adulterio no hay novela”, y al faltarles la estructura que proporciona la trama amorosa, muchos autores han convertido sus obras narrativas en cuentos vagamente hilvanados entre sí.

Lo sorprendente no es que Updike reflexionara lo anterior sino que lo hubiera hecho en 1975, cuando los críticos ya llevaban algún tiempo extendiéndole certificado de defunción al género novelístico. La tan cacareada “muerte de la novela” (por lo menos desde el punto de vista en que la aborda Updike) ya llevaba muchos años fraguándose. Esto nos lo recuerda la lectura actual de una novela como Senectud, del triestino Italo Svevo, publicada originalmente en 1898 pero conocida en español casi ochenta años después, gracias a la traducción realizada por la española Carmen Martín Gaite en la famosa colección Libro Amigo de Bruguera en 1982, y que ahora retoma la editorial catalana El Acantilado para ponerla a circular nuevamente en una edición más vistosa y atractiva. 

Precisamente en su segunda novela, Svevo, quien es considerado uno de los más importantes escritores no sólo de la literatura italiana sino de todo el siglo xx, coloca en entredicho la concepción narrativa decimonónica, lanzando al género hacia delante, no sólo desde el punto de vista de la estructura y la temática, sino también del tratamiento y el estilo. Quizá por ello la crítica de su tiempo ignoró olímpicamente el libro, al grado de provocar el retiro de Svevo por más de veinticinco años. Después de ese lapso, en 1923, publicó la que sería considerada su obra cumbre, La conciencia de Zeno, que ha sido comparada, por su complejidad y aliento temático, con El hombre sin atributos de Robert Musil. 

Por cierto, cabe mencionar que La conciencia de Zeno se conoció en México primero como obra de teatro a través de la adaptación que de ella hizo Tullio Kezich y que tradujeron Hugo Gutiérrez Vega y Lucinda Ruiz Posada. Llama la atención que un libro tan complejo, considerado como uno de los más extraordinarios ejemplos de prosa, fuera constreñido exitosamente, mediante un increíble esfuerzo de síntesis y una impresionante economía de medios expresivos, a un tratamiento dramático de cerca de tres horas de duración. (La obra, que desafortunadamente nunca se ha escenificado en nuestro país, fue publicada en 1993 por Ediciones El Milagro y todavía se puede conseguir.)

Ettore Schmitz utilizó el seudónimo de Italo Svevo para firmar sus trabajos literarios, en busca de un nombre que manifestara al mismo tiempo las dos vertientes culturales que confluyeron en su educación: la italiana y la alemana. Nació en 1861 en la ciudad de Trieste, al norte de Italia, que en esa época pertenecía al imperio austrohúngaro y era un importante centro cultural y comercial. Hijo de un comerciante judío y de madre italiana, pagó él mismo la edición de sus dos primeras novelas, pero ante el fracaso de ambas se dedicó a los negocios, donde tuvo mejor suerte. En 1905 conoció a un maestro irlandés que impartía clases de inglés en Trieste y que también escribía. Svevo le mostró sus novelas y el profesor, que respondía al nombre de James Joyce, se mostró gratamente impresionado, al grado de que se aprendió de memoria fragmentos de Senectud

Joyce promovió la publicación de las obras de Svevo en inglés y lo impulsó a seguir escribiendo, hasta que por fin en 1923 apareció La conciencia de Zeno, con la que consiguió, ahora sí, el aplauso unánime, sobre todo porque Joyce se había encargado de recomendarlo ampliamente en los círculos literarios franceses. Valery Lárbaud y Benjamin Crémieux lo elogiaron sin reservas, mientras que en Italia el entonces joven Eugenio Montale le dedicó un laudatorio artículo y lo colocó como uno de los más importantes escritores de su país. Sin embargo, cuando ya estaba disfrutando del reconocimiento que por tanto tiempo se le había regateado, un accidente automovilístico en Livenza truncó su vida, en 1928. 

En Senilitá (Montale lo consideró, acertadamente, un “feo” título, que no le hace justicia ni a la calidad ni al tema de la novela, pero quizá no tan feo como el que le endilgó, ni modo, la ilustre traductora Martín Gaite), quizá con ciertas reminiscencias autobiográficas, Svevo cuenta la historia de Emilio Brentani, un hombre de treinta y cinco años que alguna vez quiso ser escritor y hasta publicó una novela, pero que ahora se dedica a un gris trabajo burocrático. Vive con su hermana Amalia, una solterona fea y aburrida, y tiene como uno de sus mejores amigos a Esteban Balli, un cínico y desparpajado escultor. Emilio se siente atraído por la atractiva y coqueta Angelina, con la que tiene innumerables devaneos, sobre todo porque Emilio está totalmente negado para cualquier tipo de relación, ya no se diga amorosa, sino social: desprecia a su hermana, envidia a su amigo y sospecha de la fidelidad de su novia. Lo más triste es que tiene razón para ser así: Amalia está totalmente amargada, Esteban tiene éxito en todo en lo que él fracasa y, al parecer, Angelina se ha acostado con la mitad del pueblo. En manos de otro escritor, Esteban sería el personaje de una comedia de humor negro, pero la pluma de Svevo decidió convertirlo en el retrato trágico del hombre moderno: un individuo abúlico e infeliz, incapaz de afrontar la realidad y que constantemente sucumbe ante ésta, pero que al mismo tiempo trata de ocultarse a sí mismo su propia ineptitud, soñando evasiones y buscando distracciones, justificaciones y compensaciones. 

Montale nos revela que, en la mayoría de las traducciones a otros idiomas, Svevo parece elegante, cuando en realidad era “pesado y profundo, embrollado y libérrimo”, pues “el Toscano” (como le llamaba al italiano) fue una adquisición laboriosa para él, “casi una traducción a la lengua de Trieste”. El mismo autor llegaría a aceptar que se le hicieran correcciones gramaticales en la segunda edición de Senilitá, aparecida veintinueve años después de la primera, ya que a los nuevos editores no les quedaba muy claro si había escrito así por descuido o por estilo. Sin embargo, la traducción de Martín Gaite es decorosa y respetuosa del espíritu del libro. No recurre a los indeseables gachupinismos a los que son tan adictos algunos traductores españoles, quienes a veces no parecen entender que un campesino italiano no tiene necesariamente que hablar como un chulo madrileño, para tratar de reflejar “el habla popular”. De hecho, Senectud no fue la primera traducción de Svevo que realizó Martín Gaite (fallecida hace un año, en julio de 2000), pues en 1970 Alianza Editorial publicó un conjunto de relatos póstumos titulado Corto viaje sentimental, por lo que el estilo de Svevo no le era desconocido a la hora de emprender la versión de esta novela. (Para los interesados en corroborar de primera mano el estilo de Svevo, la versión original de Senilitá se puede encontrar completa en internet: www.fausernet.novara.it/fauser/biblio/index046.htm).

De esta forma, con un lenguaje sencillo, sin rebuscamientos, la narración avanza linealmente, sin complicaciones, precisamente porque lo que se va complicando en la novela es la relación entre el lector y el protagonista. Por momentos dan ganas de arrojar el libro contra la pared, no porque esté mal escrito, sino porque Emilio es tan imbécil que dan ganas de matarlo: siempre dudando, siempre tomando decisiones equivocadas, sin que nunca llegue a darse cuenta de la realidad de las cosas. Si otros escritores han logrado crear personajes tan entrañables que, cuando fallecen al culminar la novela, muchos lectores se sienten como si se les hubiera muerto un pariente, Svevo logra la magia de hacer que odiemos a su fracasado personaje, aunque al final terminemos compadeciéndolo, quizá porque por momentos lo sentimos demasiado humano y, por lo mismo, demasiado cercano. 

Aquí Svevo rompe no sólo con la concepción novelística tradicional sino con la corriente literaria preponderante de su tiempo: el verismo. Recuérdese que, con Giovanni Verga al frente del movimiento, el verismo le da la espalda al romanticismo italiano y busca describir “de manera verdadera a gente verdadera”, pretendiendo analizar las leyes que rigen “la lucha desventurada del hombre por la vida”, como si la mano del artista fuera “absolutamente invisible” y que la obra pareciera “haberse hecho sola, haber madurado y nacido espontáneamente, como un hecho natural, sin guardar ningún punto de relación con su autor”, de la misma forma que el naturalismo francés había intentado hacer un análisis del hombre en sociedad con ayuda de los instrumentos de las ciencias naturales del siglo xix, como lo explica Alberto Ruy Sánchez. Svevo definió muy pronto su posición con respecto al verismo, aunque cabe destacar que su primera novela está en deuda con el naturalismo y Senectud parece narrada a control remoto: el narrador nunca toma partido por ninguno de los personajes; se limita a citar o parafrasear sus palabras, pensamientos y emociones, interviniendo apenas con algunas pinceladas de paisaje para crear y reforzar la atmósfera donde se desarrollan las acciones. Quizá por ello Montale considera que Svevo es un continuador de Verga. Sí y no. La distancia es mera apariencia. En realidad Svevo nos coloca, casi sin darnos cuenta, en el centro mismo de la atribulada e inepta mente de Emilio, proeza de profundidad psicológica que llevará hasta sus últimas consecuencias en La conciencia de Zeno, donde el protagonista escribe, a petición de su psicoanalista, un diario retrospectivo como parte de su terapia para dejar de fumar. 

La apariencia también se expresa en el tema de la novela: los celos. Supuestamente, el problema es la potencial infidelidad de Angelina, con lo que se estaría cumpliendo con el precepto francés anotado al principio de que “sin adulterio no hay novela”. Una lectura apresurada nos haría caer en el garlito. Senectud no trata de hombres o mujeres que engañan a sus cónyuges, sino de hombres y mujeres que se engañan a sí mismos. Montale recuerda que en realidad Svevo escribió tres veces el mismo libro, pero en realidad son variaciones sobre la misma obsesión: en Una vida, el personaje principal se enfrenta por primera vez a lo que interpreta como el engaño de los demás y se suicida; en Senectud, Emilio cae víctima de su propio engaño y termina solo, en la decrepitud prematura (quizá ese sería un mejor título: Decrepitud, o como Joyce lo tradujo al inglés: As a man grows older). En La conciencia de Zeno, el protagonista se enfrenta a la posibilidad de engañarse a sí mismo ante sus propios ojos y dejar constancia escrita de ello: ¿sucumbirá a la tentación?

Según Updike, en el futuro el peso subversivo de la novela podría mudarse a la violencia y la amenaza de la sociedad, y el problema para la censura residirá en las fantasías de violencia y tortura, como efectivamente ya les ha sucedido a libros de autores como J.G. Ballard (Crash), Bret Easton Ellis (American psycho) y A.M. Homes (El fin de Alice). Sin embargo, olvidó mencionar que la transición a ese futuro ha estado marcada por autores como Svevo, con quien la novela del siglo xx mudó su eje narrativo vertebrador del engaño sexual a la amenaza latente del autoengaño, al igual que Robert Musil, Franz Kafka y el mismo James Joyce, pues a fin de cuentas, ¿qué es Ulises sino el ilusorio intento de vencer el engaño que representa reflejar una realidad que nunca podrá ser apresada en su totalidad y complejidad a través de la literatura? .