LUNES Ť 9 Ť JULIO Ť 2001
Ť León Bendesky
Voluntad
Hay una gran diferencia entre el voluntarismo político y la voluntad como elemento del ejercicio de la política. Parte del problema de una noción del cambio como la que se ha impuesto ahora en México, es que tiende a caer de manera fácil en el voluntarismo. Este se aprecia en el terreno de la economía cuando se ofrecen tasas de crecimiento del producto que desde el principio se sabe que son inalcanzables. Y, luego, hay que revisarlas de manera constante porque los acontecimientos no ocurren como uno espera, o peor aún, como uno quiere. Se aprecia también en los acuerdos políticos que no acaban de cuajar, como ocurre en el caso de la ley indígena, en las reformas del sector eléctrico y de la hacienda pública, o el acuerdo entre los partidos.
Es muy amplia la variedad de los números que se ofrecen sobre cómo se va a desempeñar esta economía en el resto del año. Unos dan más y otros menos como si fuera una subasta. Desde el gobierno se asegura que la recuperación es inminente, nadie sabe de dónde proviene tal afirmación. La verdad es que la única propuesta científica al respecto es la que hizo el propio presidente y consiste en prender una veladora, lo que podría hacerse en la iglesia más cercana. No hay perspectiva alguna que de modo serio y responsable se ubique en el entorno de lo que está ocurriendo no sólo en México sino en el resto del mundo.
Si para esta economía es decisivo lo que pasa en Estados Unidos, entonces convendría atender al análisis que se hace ahí mismo sobre las condiciones de la fuerte desaceleración que padece y ver que la política económica no es pasiva y que se acomoda mediante una abierta intervención. La Reserva Federal fija directamente las tasas de interés del mercado de dinero, aunque ello pueda ser insuficiente. Aquí, la política es pasiva y se justifica como un efecto de las fuerzas del mercado. Eso está bien para los manuales universitarios. Con la nueva reducción de los intereses en Estados Unidos, el peso se sigue apreciando y los intereses se mantienen bajos. Si es el mercado el que está provocando la distorsión de los precios a favor de las importaciones, preparémonos para el ajuste que se viene. Si lo que hay que esperar es el milagro de que se recupere la economía allá, mejor acojámonos a la solución científica del rezo.
Pero mientras disfrutamos de nuestra fuerte estabilidad financiera, aunque la producción, la generación de ingresos y la creación de empleos esté castigada, debemos darnos cuenta también que vamos a contracorriente de los que pasa en las economías más grandes del mundo. En Europa se están revisando a la baja las expectativas del crecimiento, el euro se deprecia día a día frente al dólar y las estimaciones de la inflación van al alza. En Japón no aciertan a generar un choque que empiece a superar el estancamiento, el costo del dinero es de prácticamente cero y sus exportaciones han caído fuertemente. En este continente, Brasil ya ajustó el valor del real y en Argentina se acabó el encanto del consejo monetario. México marcha sólo, pero puede ser que extraviado, porque ya ni siquiera nos quedan esas ilusiones a las que antes podíamos asirnos, desde la derecha para ser como los tigres asiáticos y menos aun desde la izquierda para ser como algún país socialista.
El voluntarismo en la política económica está haciendo de esta economía una devoradora de divisas para poder sostener una precaria estabilidad financiera. Y esas divisas ni siquiera pueden usarse para alentar el proceso de inversión y generación de la riqueza, sino esencialmente para exportar y mantener el flujo de dólares, acumulando más reservas para preservar el valor del peso. El problema es que la secuencia se corta cuando la demanda externa se cae. Pero este proceso no es la expresión de ninguna voluntad. Esa se expresaría en un aspecto que hoy los economistas pierden de vista y que tiene que ver con la capacidad de intervenir como aspecto básico de la capacidad humana y de la sociedad. La intervención es un arte que tiende a ser sustituido por un falso automatismo e incluso con la aceptación de la fatalidad de la naturaleza de los procesos económicos. Por ello se cae en la política monetaria como forma de automatismo, por eso la política fiscal solo se acomoda a las necesidades del equilibrio financiero y se propone como algo inmutable, por eso no hay acciones serias de promoción de actividades productivas y mejor asignación de los recursos, por eso no hay un plan ambicioso y muy preciso de creación de infraestructura básica, por eso la política social es un residuo del presupuesto y, por ello la política exterior se subordina a las exigencias de una visión muy corta de los procesos económicos, por eso es que se puede hacer gala de que este es un gobierno de empresarios aunque eso sea falso.