MIERCOLES Ť 11 Ť JULIO Ť 2001

Ť Javier González Rubio Iribarren

Dinero para el cine

El cine mexicano tiene mal fario y cuando no es Chana es Juana, pero siempre se le frena. O hay un complot maligno entre mentes tenebrosas que ven en el progreso del cine mexicano un peligro para la estabilidad emocional de las presentes y futuras generaciones. O simplemente a parte importante del pequeño grupo del gobierno que tiene que ver por él le importa un carajo. Nos inclinamos más por lo segundo.

Estamos en julio, hace siete meses que empezó el nuevo gobierno y no hay un peso para producir películas. Bueno, sí hay: apenas 10 millones. Y debería haber, conservadoramente, 250 millones, lo que significaría un impulso histórico, inusitado, a un cine que poco a poco, en los últimos años, con altibajos, pero con determinación, ha recuperado la confianza y la credibilidad de los espectadores nacionales y el interés del exterior.

La Ley de Cinematografía, cuyo reglamento apenas se dio a conocer, establece la creación del Fidecine, un fideicomiso para apoyar la producción cinematográfica. Pero no se ha hecho ni tiene dinero para operar. Por otra parte, el Foprocine, que maneja directamente el Imcine para el apoyo de operas primas y películas teóricamente no comerciales, tiene sólo 10 millones de pesos para producir, como parte de su presupuesto.

El Foprocine debería también tener recursos especiales aportados por Hacienda y SEP.

Entre ambos fondos estamos hablando de 250 millones aproximadamente para apoyar producciones que entre sí no competirían por los recursos por acotarse muy bien sus temáticas y sus niveles de producción.

Hay quien se pregunta por qué el gobierno debe apoyar la producción cinematográfica. La respuesta es sencilla y se ha insistido en ella hasta el cansancio: el cine es una expresión cultural sustantiva de su país de origen, es la muestra de una visión del mundo propia de un artista de un país determinado. Por eso, ante el embate de la industria cinematográfica estadunidense, que pretende homogeneizar las conciencias y los gustos -y ha avanzado bastante en ello- los gobiernos de España, Francia, Alemania, Italia, Canadá, Brasil, están apoyando a sus cinematografías locales. Además, ninguna industria cinematográfica en el mundo es más protegida por su gobierno que la estadunidense.

A finales de 1997, durante la entrega de los Premios Nacionales de Ciencias y Artes, el entonces presidente Zedillo ordenó un apoyo extraordinario para el cine por 135 millones de pesos, que dieron un respiro exitoso al cine mexicano, a pesar de que Santiago Levy, su subsecretario de Egresos, retuvo el dinero lo más que pudo. Esos 135 millones entregados a Foprocine sentaron un precedente que ahora debiera afectar también al Fidecine, para el cual el secretario de Gobernación, Santiago Creel, ofreció 100 millones de pesos cuando públicamente entregó el nuevo reglamento de la Ley de Cinematografía. Pero no aparece ni un quinto. ƑHasta cuándo?

ƑHasta cuándo comprenderán los funcionarios la importancia del cine? ƑCuándo entenderán que la producción genera empleos bien remunerados directa e indirectamente, pues en ella trabajan directores, guionistas, maquillistas, escenógrafos, actrices y actores, utileros, técnicos de distintos niveles, choferes, etcétera, etcétera? ƑCuándo comprenderán que es una industria que estimulándola adecuadamente les puede regresar, en impuestos, cantidades significativas? Quizá nunca, pero por lo pronto es urgente que cumplan con lo que deben cumplir: entregar el dinero al Fidecine y al Foprocine.