viernes Ť 13 Ť julio Ť 2001

Horacio Labastida

ƑPresidencialismo autoritario empresarial?

Aspecto central del presidencialismo de elite gobernante que configuró Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), fue la reducción de la toma de decisiones públicas al estrecho círculo de la alta burocracia formado por los hombres de su mayor confianza junto con los personeros nacionales y extranjeros del capitalismo trasnacional, que se asume, éste, como gobierno del gobierno mexicano dentro de una lógica de supeditación gubernamental a las decisiones de la elite económica, convertidas tales decisiones en mandamientos gubernamentales para un pueblo nunca consultado ni considerado en los programas públicos. La característica absolutista de estos mandamientos ha otorgado al presidencialismo elitista gran semejanza con el totalitarismo implantado en Italia y Alemania antes de los juicios de Nüremberg (1945-46). Además, la elite gobernante discute y resuelve los asuntos nacionales sin tomar en cuenta las otras instancias del aparato gubernamental, a las que da un papel ejecutivo y no participativo en la marcha de la sociedad. Al excluirse así amplios grupos del anterior presidencialismo, el de la familia revolucionaria del periodo Alemán-López Portillo (1946-1982), se creó al interior de la clase política el abierto o secreto conflicto entre miembros de la elite y políticos tradicionales, que introdujo una honda quebradura en el statu quo priísta al chocar esos políticos y los flamantes tecnócratas.

La oposición y denuncia del autoritarismo presidencialista, que alcanzó un grado nodal en enero de 1994, se resolvió parcialmente en el año electoral de 1997. En este año el presidencialismo autoritario veía cómo tambaleábanse algunos de sus apuntalamientos. La aparente pérdida de la mayoría oficial en la Cámara de Diputados pondría en peligro la potestad presidencial de imponer leyes convenientes a las exigencias de las jerarquías económicas, aunque el fugaz peligro pronto sería superado: los legisladores panistas arriaron banderas y se sumaron a las propuestas oficiales al propalar que eran las del panismo. Por otra parte, la llegada de Cuauhtémoc Cárdenas al Gobierno de la capital y otras victorias del PRD en los estados, causaron desazón en el gobierno zedillista por los efectos que podrían registrarse en los comicios del 2 de julio de 2000, considerados punto crucial en el futuro de México porque, a juicio del priísmo, el presidencialismo autoritario subordinado al capital trasnacional podría caer ante un movimiento democrático de desarrollo nacional y justicia social, visión frustrada al modelarse en dichas elecciones el presidencialismo que transforma ahora el autoritarismo elitista en un presidencialismo empresarial orientado hacia una abierta subordinación del país a las empresas multinacionales cobijadas en la Casa Blanca. En lugar de abrir puertas al exterior por la vía de convenios ínter pares y no opresores, la autoridad estimula indiscriminadamente inversiones extranjeras explotadoras de recursos nacionales, cambiándose al incrementar la dependencia material, la autodeterminación por la heteronomía de las ganancias y la acumulación que norma las operaciones del capital monopolista. Al margen de la retórica política y de los errores de perspectiva, es aparente que el presidencialismo autoritario y elitista de los doce años anteriores se ha metamorfoseado en un presidencialismo autoritario empresarial de ideología neoliberal.

La turbadora conclusión es clara. El ser político del mexicano se perfila en un ser desgarrado entre el ideal democrático y justo y una realidad enajenante e impuesta por un poder político no democrático ni justo, en la medida y grado en que ha sustituido la voluntad de las masas por la voluntad del capitalismo trasnacional en el acto gubernamental. Ahora bien, querido lector, Ƒsaldremos del atolladero en que estamos?, Ƒqué piensa usted?