Ť Sus ideas eran actuales y valientes: Francisco Umbral
Ultimo adiós a Miguel Gila, humorista que ''convirtió la guerra en un juguete''
DE LA REDACCION Y AP
Barcelona, 14 de julio. ''La ideología se mama en las fábricas, en las familias humildes, en los barrios.'' ''Un país es una nación a la que los militares llaman patria.'' ''En el agujero de un calcetín cabe, a veces, toda una vida.'' ''La risa es franca. Para valorar la sonrisa tengo que ver la cara del individuo.'' ''El humor es la maldad de los hombres dicha con ingenuidad de niño.'' ''Tengo un cabreo muy grande con ese afán que tiene el gobierno de que seamos muy europeos, cosa que a mí me joroba mucho. Porque yo no quiero ser europeo: no quiero ser alemán, ni belga, ni francés. Yo quiero ser de donde soy.''
Los anteriores son algunos pensamientos de Miguel Gila, quien ayer en su último adiós fue despedido por más de 300 personas del ámbito de la cultura, el espectáculo y la política.
Fallecido la madrugada del viernes, a los 82 años, Gila fue conocido por sus críticas irónicas y mordaces, por su humor inteligente y sensible.
En uno de sus monólogos más famosos el humorista encarnaba a un soldado solitario en un trinchera, quien utiliza un viejo equipo de radio para tratar de hacer la paz. ''Hola, ¿es la guerra?'', decía el personaje de Gila en el radiorreceptor: ''Quiero hablar con el enemigo''.
Hacedor de milagros con el humorismo
Al funeral de Gila asistieron, entre otros, José Sacristán y Joan Manuel Serrat; Pascual Maragall, líder del Partido Socialista Catalán (PSC); Pepe Rubianes y Chumy Chúmez, quien fue su compañero en la revista La Codorniz; Andreu Buenafuente y Joan Clos, alcalde de Barcelona; Ferrán Mascarell, concejal de Cultura de Barcelona; y Francisco Umbral, quien calificó las ideas de Gila de ''actuales, avanzadas y valientes''.
Su humor era ''humano, surrealista, modesto y, sobre todo, con gran respeto hacia el público'', dijo Buenafuente.
Pascual Maragall recordó que ''nunca sabías si (Gila) te explicaba una historia o si era una broma que se acababa de inventar o si era una reflexión larga'', pero siempre había detrás ''mucha inteligencia''.
José Luis Coll apuntó: ''Nunca fue un cuentachistes, sino un creador que hacía milagros con el humor. La guerra, que es el espectáculo más triste y negativo que ha inventado el hombre, en boca de Gila se convirtió en un juguete, en una diversión. Los cañones no tenían agujero y había que tirar las balas por fuera. Le preguntaba al enemigo a qué hora pensaba atacar, y si era temprano, alegaba que a esa hora estaban durmiendo''.
Todo esto, añade Coll, ''que puede parecer una puerilidad infantil, en Gila se transformaba en algo lógico, algo que podía suceder en la realidad. Su humor es inimitable. Fue fusilado por la libertad y le hizo una mueca a la muerte (a los 22 años, durante la Guerra Civil). Seguramente Dios, que es el perfecto egoísta, se dijo: 'Ya voy teniendo derecho a gozar de su presencia'. Y se lo ha quedado para siempre''.
A Gila le sobreviven su esposa María Dolores Cabo y su hija Malena. Sus restos fueron incinerados ayer en el tanatorio de Les Corts de Barcelona.