MIERCOLES Ť 18 Ť JULIO Ť 2001
Ť Pausa en la muestra con la que comenzó la decimoquinta Semana Cultural Lésbica Gay
El Museo del Chopo, territorio de la tolerancia, el cliché y la polémica
Ť La obra de Francisco Castro Leñero confirma al recinto como espacio para las artes plásticas Ť A gritos o susurros, en esta convocatoria del Círculo Cultural Gay perviven todas las voces
RENATO RAVELO
En el Museo Universitario del Chopo se lleva a cabo la exposición con la que se inició la versión 15 de la Semana Cultural Lésbica Gay, la cual a partir del próximo lunes hace una pausa para regresar el 20 de agosto, cuando terminen las vacaciones universitarias y sea posible de nuevo asistir a este territorio entre la tolerancia, la proposición estética de vanguardia, el cliché y la polémica.
En la entrada del museo, para variar, José María Covarrubias pelea por el hecho de que el video para la instalación de Raúl Cerrillo Alvarez no está puesto: ''Es parte de la obra de arte'', le dice a una empleada del recinto, quien al parecer nada tiene que ver con el hecho. Covarrubias, Antonio Sáiz Roldán, Javier Ramírez Limón, Reynaldo Velázquez Zebadúa y Arturo Rodríguez Döring fueron los encargados de seleccionar las cerca de 200 obras que se exhiben, en un recordatorio, en una búsqueda de una estética de lo diferente en artes plásticas.
Esteticismo vs imagen elaborada
Hemos renunciado a esa imagen fácil de lo gay, explica Covarrubias, mientras se camina por la exposición y se comprueba que la imagen esteticista ha cedido a la elaborada. La comunidad que asistió, incluso con obras como la de Jorge Claro León de una pasionaria, reacciona clasificándola como de los años setenta, si bien celebra la poesía de la imagen del mismo autor que registra uno de los desfiles de la dignidad gay.
Prueba de lo que dice el promotor del Círculo Cultural Gay son las tres fotografías de Fernando Torn en las que apenas se sugiere, por el formato que reduce la imagen al tamaño de una foto ovalada de credencial, casi como el de una cerradura, fragmentos de una historia de amor, dorsos masculinos o rostros que evocan.
-ƑQué tanto se deja el jurado imponer autores, nombres o incluso novios y novias de los artistas? -se pregunta a Covarrubias.
-Tratamos de que no sea así e incluso rechazamos obra de novios de críticos y críticas importantes. Hay obras, como esa fotografía que ves ahí, que se decidió exponerla por el personaje, en este caso, Horacio Franco.
La muestra recibe a estudiantes, principalmente del Colegio de Ciencias y Humanidades. Algunos acuden con curiosidad y terminan denostando, llamando decadente a parte de la obra, aunque la mayoría tiene en su mirada, ante las más explícitas de las obras, ese atisbo de ventana por el que entran aires que no se puede definir si son buenos o malos.
La obra que recibe al visitante, de Velázquez Zebadúa, recuerda la exposición del cuerpo en el Museo Nacional de Arte, como ambiciosa apuesta visual y conceptual. Covarrubias confirma: ''Es el mismo autor, la muestra de allá era El yacente y ésta se denomina El levitante'', y en ambos casos es de un peso visual certero como su color madera. La mitad de aquella muestra en el Munal, recuerda Covarrubias, estuvo en una de las semanas.
De lo excesivo a lo sublime
ƑQué tanto la muestra se ha inclinado durante estos años hacia alguna de sus múltiples posibilidades, es decir, espacio de denuncia de la alteridad sexual, sitio de propuestas artísticas, atrayente que apoye determinadas causas o memorias, como este año fueron Reynaldo Arenas (escritor cubano marginado por ser homosexual), el sociólogo Francisco Gomezjara, las víctimas de la homofobia o el periodista de danza Carlos Ocampo, a quien ya no pudo incluirse en la papelería institucional?
Como se percibe en el universo de la comunidad gay, es todo al mismo tiempo y en ambigüedad; es sitio donde se repiten imágenes que buscan el impacto de conciencia, como esa cruz elaborada con probetas rellenas de una sustancia roja que emula la sangre, Mi naturaleza muerta, pero también la repetición del éxito de Nahum B. Zenil por razones estéticas con un diablo en autorretrato, o bien la incursión ''políticamente equivocada'' de una pieza en la que se representa a un mujer con el cuerpo de un pollo, en un plato, que no se va a comer pues tiene el sello de la enfermedad, el sida.
Lo excesivo y lo sublime, la sorpresa de la propuesta de Marianela de la Hoz, sencilla y directa, junto a la sorpresa por los rumbos que la obra de Elena Villaseñor ha tomado, y el reconocimiento casi instantáneo al estilo de Nunik Sauret y Flor Minor.
En el recorrido de la pared que contiene la obra de Oliverio Hinojosa (quien entrega una ''ensayística digital sobre papel'') -pasando por el exitoso cuadro de la hora del té que representa a una mujer sentada sobre otras dos, quienes son como su mueble, producto de Sáiz Roldán-, se inicia una sensación de alejamiento de ese cont enido sexual explícito de la muestra. La obra de Francisco Castro Leñero, a un paso de llegar a lo que se podría decir lo central de la exposición, confirma el espacio como sitio para las artes plásticas.
Pero en medio del Chopo, la obra con apenas una referencia fálica de Irma Palacios regresa al hecho de que es una semana gay y lésbica, y el video en el que Cerrillo muestra su transformación en vestida, junto a grandes formatos de autorretrato, y la obra en la que Salvador Salazar protesta reelaborando ese cartel aparecido en una foto de este diario que decía ''por un México sin putos'', terminan por hacer entender que en esta convocatoria perviven todas las voces, a gritos o susurros (''soy gay y no me identifico con la muestra'', dice uno de los comentarios), en un espacio único, territorio no conquistado que se esfuerza por ser incluyente y estar al alcance de todos.