SABADO Ť 21 Ť JULIO Ť 2001
Ť En pleno declive la festividad tecno berlinesa, dicen
Temen baja afluencia y pérdidas por 700 mil dólares en la Love Parade
DPA
Berlin, 20 de julio. Las imágenes de Berlín que recorrerán mañana el mundo serán, básicamente, las mismas que el año pasado: Cientos de miles de personas, en su mayoría adolescentes, a bordo o alrededor de camiones cargados de altavoces que, según dirán los pies de fotos, transmitían música tecno.
Ha llegado, una vez más, la hora de la Love Parade, el "desfile del amor", que invade Berlín anualmente. Pero esta vez el ambiente que reina en la capital alemana es diferente. Y no hay pocos que sostienen que el mayor espectáculo de música tecno del mundo está en pleno declive.
Los organizadores de la Love Parade ya dan por seguro que mañana ni se rozarán el millón 300 mil asistentes que registró el acto en su última edición. Los más pesimistas hablan de "apenas" 400 mil y pérdidas económicas de los organizadores de casi 700 mil dólares. Pero el hecho de que 80 por ciento de las camas en los hoteles berlineses estén reservadas da mayor legitimidad a quienes sostienen que el número de participantes rondará los 800 mil. Unos 5 mil agentes de las fuerzas del orden velarán por la seguridad.
La Love Parade es una megafiesta que nació en mayo de 1989, cuando un puñado de amigos, pinchadiscos y jueguistas de un Berlín que se preparaba a la caída del Muro se montó en un camión para recorrer la Kurfuerstedamm, avenida que venía a ser para Berlín Occidental lo mismo que los Campos Elíseos para París (salvando las diferencias).
La fauna del Berlín nocturno salía a la luz del día para reivindicar su derecho a pasarla bien. "Queríamos montar una fiesta acid (de alucinógenos) camuflada como manifestación política", recuerda una de las fundadoras, Miriam Scheffler. El mensaje del movimiento era así de simple: bumb, bump, bump, a toda pastilla y hasta la eternidad. Y hasta el día de hoy sigue siendo básicamente el mismo.
Hubo quienes pusieron el grito en el cielo, otros que pasaban olímpicamente, y otros que recurrían al chiste de los millones de moscas que no pueden equivocarse. Pero lo cierto es que la Love Parade ya no provoca. Como todo movimiento musical y juvenil, ha pasado a formar parte del mainstream puro y duro.
La sensación de caducidad de la Love Parade ha crecido este año por el sinfín de frentes que han tenido que sortear los organizadores, encabezados por el pinchadiscos conocido como Dr. Motte.
Para empezar, un grupo de vecinos del parque Tiergarten -donde se realiza la fiesta- evitó que el acto se celebrara en su fecha tradicional, el segundo fin de semana de julio. Estaban hartos de la estampida generalizada por el pulmón verde de la capital y la peste a orina que tarda días en desaparecer.
Luego, el Senado (gobierno regional) de Berlín los despojó de la condición de manifestación política, lo que equivalía a pasarle la factura por la recolección de 250 toneladas de basura que deja un millón de personas en pocas horas la cual asciende a cientos de miles de dólares. Y a ello se sumaron disputas internas. "La Love Parade ha vendido su alma", señaló Sven Vaeth, uno de los pinchadiscos, que boicoteará este año la fiesta.
Uno de los colegas de Vaeth, Jeff Mills, dio una pista sobre lo que decía el alemán: "La gente está hambrienta, mucho más hambrienta de lo que nosotros hemos estado nunca. Tenemos que aprovechar los recursos", dijo.
"Aprovechar los recursos", detalló, ''significa hacer dinero." De eso, y de nada más, parece tratarse en la Love Parade a marchas forzadas. Los canales de televisión que retransmiten el espectáculo desde sus propios camiones realizan castings para seleccionar de antemano los traseros y los senos que mejor se mueven al son del bump, bump, bump, para no tener que buscarlos entre el público.
Los enfrentamientos en la comuna Love Parade son tan profundos que la mitad de los camiones ha anunciado "diez minutos de silencio" para protestar contra "la avaricia e inoperancia" de Dr. Motte. Este, sin embargo, se defiende y asegura que no ha cambiado nunca. "Sigo siendo fiel a mis ideales", aseguró en tono solemne. "El sinsentido ha sido siempre el sentido de la Love Parade", explica hoy el diario berlinés Tragesspiegel a sus lectores. Y si encima es negocio, mejor que mejor.