MARTES Ť 24 Ť JULIO Ť 2001

REPORTAJE

Apartar curas del servicio es rebajar a las mujeres: líder de ex clérigos

Los obispos nadan de a muertito ante la constante violación del celibato sacerdotal

JOSE ANTONIO ROMAN /II Y ULTIMA

La violación del celibato sacerdotal es un "secreto a voces". La jerarquía eclesiástica lo sabe, pero los obispos "nadan de a muertito". En México se estima conservadoramente que el número de sacerdotes "reducidos al estado laical" supera los dos mil casos. Y, aunque en privado algunos prelados se muestran abiertos al "celibato opcional" en el sacerdocio, en público evaden el tema, "mientras el Papa no diga lo contrario".

"Todos lo sabemos, es un secreto a voces, el celibato en muchos casos, en las grandes ciudades, pero también en los lugares más apartados, no se sigue como quisiera la jerarquía; imponer este, que es un don divino, es algo antinatural e inhumano", señala Lauro Macías Raygosa, ex presidente de Presencia Nueva, organización que aglutina en México a una parte importante de los grupos de sacerdotes católicos casados.

Casado desde 1977, con tres hijos y cuya "dispensa celibataria" fue negada por Roma ocho años después de haberla solicitado, Lauro Macías señala que Presencia Nueva cuenta con 250 miembros, todos con nombre y apellido, pero no es el único grupo, a escala regional existen varios más. Por ello, dijo, estimamos en unos dos mil el número de sacerdotes que tienen la dispensa o que carecen de ella.

Esta cifra se incrementa, sin algún dato certero, con los casos de los sacerdotes que llevan una "doble vida" y que mantienen una relación de pareja en forma clandestina, y que obviamente no forman parte de ningún grupo. Las diversas estimaciones van desde 10 hasta 50 o 60 por ciento de los poco más de 15 mil sacerdotes y religiosos en activo que hay en el país.

Para el arzobispo de Oaxaca y miembro del Consejo Permanente del Episcopado Mexicano, Héctor González Martínez, "sólo se trata de unos cuantos casos", de aquellos "que han preferido eso (el matrimonio) que recogerse al ejercicio fiel del sacerdocio". De hecho, dijo, "se han complicado la vida matrimoniándose".

Apunta que en Oaxaca -arquidiócesis en la que durante varios años permaneció el "escándalo" de que muchos sacerdotes violaban su promesa celibataria, al grado de que el arzobispo anterior, Bartolomé Carrasco, llegó a señalar públicamente que 76 por ciento de sus presbíteros no la guardaba- sólo ha llevado cinco casos que han preferido la vida matrimonial que continuar en el ministerio.

González Martínez justifica aquella declaración "escandalosa" de su antecesor. Tal vez, afirmó, ese porcentaje se refería a aquellos sacerdotes que "ocasionalmente" han tenido "algún tropiezo pasajero, pero que después se purifica y se va rehabilitando".

El arzobispo comenta cómo afronta el problema cuando uno de los sacerdotes tiene algunos de estos "tropiezos". "Hablo con ellos, les voy pidiendo señales de conversión, esfuerzos serios, sinceros, que me diga a mí que se quiere apartar de esa situación; no es que el obispo hable automáticamente y ya, pero cuando este sacerdotesacerdotes_lkm tiene uno o dos hijos, la recomendación es que pida la dispensa de las obligaciones propias del ministerio, para que sea fiel a los derechos que tiene con la familia."

Reconoce la "enorme dificultad" para obtener la "dispensa celibataria", pues los requisitos son varios, uno de ellos comprobar fehacientemente que hubo "errores" o "desvíos" desde antes de la ordenación sacerdotal. Muchas de las solicitudes no salen siquiera de la diócesis correspondiente para continuar su trámite en Roma.

Respecto a los presbíteros que llevan esa "doble vida", Héctor González señala que son más auténticos, más leales, quienes "complicándose la vida con el matrimonio", optan por el retiro sacerdotal. Acepta también que "llegan a ocurrir casos" en que los sacerdotes tienen una "relación ilegítima, a escondidas. Sí, sí pasa y lo que se hace es hablar con ellos".

Compañero del cardenal Norberto Rivera Carrera en el seminario de la arquidiócesis de Durango, cuando ambos estaban al frente de la formación de los futuros presbíteros, Lauro Macías Raygosa hoy está casado, tiene tres hijos y no está en las estadísticas oficiales de aquellos que han sido "reducidos" a laicos, retirándoles el carácter de clérigos.

En entrevista en uno de los colegios privados donde imparte clases, Macías advierte: "Quien diga (de los obispos) que somos dos o tres, una de dos, o desconoce las cosas -y yo dudo que las ignore-, o miente, y yo creo que está mintiendo. Desde aquí yo les diría que se acuerden de lo que nos enseñaron en teología moral, que la mentira es una expresión en contra de lo que se piensa; saben muy bien que somos muchos y que en las diócesis hay un sinnúmero de sacerdotes que nos hemos venido saliendo y se siguen saliendo muchos otros".

Coincide con los obispos en que el celibato es un don divino, una gracia, que no es otorgado a todos, pero censura que en los seminarios lo que se hace es "imponer la mentalidad celibataria", fabricar ese carisma que sólo es entregado por el espíritu santo, y no se enseña a descubrirlo. En el seminario se coloca al aspirante al sacerdocio en un ambiente artificial, que no se parece en nada al ambiente donde ejercerá su ministerio.

Junto a la emoción que se percibe al hablar de su familia y de entender plenamente el amor que Dios tiene a sus hijos, Macías Raygosa habla también de la dispensa, con lo cual les queda prohibido ejercer su ministerio. "Apartar hombres de su servicio, únicamente porque ellos aman, es rebajar a las mujeres y desacreditar el matrimonio. La Iglesia no puede predicar la justicia y los derechos del hombre en el mundo y al mismo tiempo, aplastar a su propio pueblo o ignorar la llamada de sus miembros para la libertad y la dignidad".

Desde la perspectiva de los sacerdotes católicos casados, la situación de los presbíteros no dispensados, pero casados civilmente, es casi mejor que la de aquellos que obtuvieron la dispensa. No están excomulgados como lo eran hasta 1983, sino solamente suspensos y, por tanto, gozan de la regla del canon 1335. La excomunión en que se incurría bajo el anterior código de 1917 se ha suprimido en el nuevo derecho canónigo y por tanto son admitidos a todos los sacramentos.

Así, un sacerdote que ha obtenido la dispensa puede ejercer, en caso de "necesidad de la Iglesia", todos los derechos y posibilidades que tiene un laico: bautizar, predicar, distribuir la comunión, presidir los matrimonios, presidir los funerales, ejercer la pastoral. Como todo sacerdote, puede administrar, en caso de peligro de muerte, la unción de los enfermos, la confirmación, la absolución.

Pero un sacerdote suspenso puede administrar todos los sacramentos siempre y cuando sea a petición de los fieles. La administración de la eucaristía incluye la celebración.

"Sacrilegio"

Lauro Macías explica que todavía, cuando se lo piden, oficia. "Esto hace rabiar a los obispos; nos pueden quitar el estado clerical, pero nunca el sacerdocio, eso lo adquirimos para siempre".

Una visión distinta tiene la Pontificia Congregación para la Doctrina de la Fe, la cual ha señalado que si los presbíteros no han sido dispensados legítimamente por la Iglesia católica de sus obligaciones sacerdotales y "legítimamente reducidos a estado laical", están suspendidos a divinis (canon 1333 y 1394.1) Esta penalidad les prohíbe ejercer la potestad del orden sagrado.

En todo caso, administran los sacramentos "sacrílegamente". Si llegan a casar y escuchan confesiones de feligreses, esos matrimonios y las absoluciones recibidas en esas confesiones son inválidas. "Los fieles que se confiesen con esos sacerdotes, además de que no quedan absueltos de sus pecados, cometen uno más, cooperando en un sacrilegio. Asistir a misas celebradas por esos sacerdotes es un pecado de cooperación en sacrilegios. Sin embargo, por concesión del canon 976, en peligro de muerte cualquier sacerdote puede absolver válidamente".

Las posiciones están encontradas y el tema, polémico. Para muchos sacerdotes activos el celibato es todavía un asunto no resuelto por la Iglesia católica en occidente.

Lauro Macías hace suyas las palabras que la Federación de Sacerdotes Católicos Casados envió al Papa, resultado de su reunión en Ariccia, en 1985: "Que el mundo sepa que si los sacerdotes casados no están autorizados a ejercer el ministerio, si están ausentes de las comunidades, es por una obligación que continúa hiriendo a la Iglesia".

Y añade: "No somos desertores, seguimos comprometidos con el Evangelio, con una voluntad de servicio al pueblo de Dios. Quieren tapar el sol con un dedo".