LUNES Ť 30 Ť JULIO Ť 2001

Ť José Cueli

Ni fu, ni fa...

La novillada terminó en medio de un cielo gris, tristísimo y opaco sobre el que flotaban algunos sueltos girones de nubes obscuras. Un ruedo interrumpido a cortas distancias por charcos, en cuyas aguas las gotas preludiaron el aguacero y al caer producían un ruido monótono, igual y extraño al de los dimes y diretes de la aburrida "grilla taurina", y el festejo.

ƑY es posible que en este escenario se vaya a renovar una fiesta que se ha convertido en capilla luctuosa? Las absurdas voces del ingerir de cervezas y tequilas; los breves monosílabos de las siestas entre barreras; los discordantes ecos de la música, en la Plaza México vacía a la que sólo asistieron "los viejos cabales", los múltiples candidatos a escritores que pomposamente nos llama(n)mos "crónicos"; los familiares de los novilleros y ganadero; los cubeteros, chicharroneros, y pizzeros y alguno que otro despistado...

En el ruedo lodoso tres novilleros ídem de aburridos hacen como que torean becerritos débiles, de dulce, de la ganadería de Marrón, igual de aburridos, imposible que en este escenario resuene la cueva torera envuelta en una atmósfera tediosa, nebulosa, fría, en medio de la lluvia. šPobre fiesta! Hasta el cielo se conjura contra ella, por si le faltaran enemigos dispuestos a terminarla.

ƑY esto es el toreo? No, el toreo ha muerto, pero a pesar de ello, se levanta zigzagueante aún, para desplegar un antitoreo grotesco y desesperante a becerrines inofensivos. Es natural que a esta capilla velatoria sólo asistan ancianos arteriosescleróticos, incapaces de prescindir de lo que fue su pasión; crónicos conservadores, herederos de esa tradición, y que la juventud se apasione por el futbol, en donde pese a volver a perder está presente la pasión. Esa pasión que no aparece en los ruedos.