MARTES Ť 31 Ť JULIO Ť 2001

Carlos Montemayor

ƑRevolución educativa?

Hace un par de meses, el rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, Juan Ramón de la Fuente, planteaba en un ensayo sobre el futuro de las universidades en México si debemos seguir pensando que la educación es un bien público y, por ello, un compromiso de Estado, o si debemos considerarla ya como una industria sujeta a las supuestas "leyes" del mercado. Recurrió para fundamentar sus planteamientos a ciertas estadísticas del Banco Mundial (BM) y de nuestro propio país.

Algunas semanas después, el director adjunto de la División de Indicadores y Estadísticas en Educación de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), Andreas Schleicher, dio a conocer otras cifras que, en su esquema comparativo, ayudan a analizar con claridad las rutas por las que la educación mexicana podría seguir empeorando o rencauzarse.

Digamos, por lo pronto, que la globalización económica y sus efectos colonialistas no están uniformando las culturas, sino acentuándolas, particularmente por el hecho de que la globalización es una forma de imponer una cultura sobre las otras; como dicen en Japón, una forma de americanizar la economía, no de universalizarla.

Otra faceta del mundo, con la misma palabra, pero no necesariamente con los mismos sustentos sociales, es la globalización de la información como acontecimiento de medios y de la información como conocimiento. Ahora la información de los medios es inmediata. Nos enteramos de lo que pasa en el mundo instantáneamente, sí. Pero, Ƒpodemos ver estas innovaciones tecnológicas como parte de la educación global? ƑO debemos verlas como parte de un nuevo concepto de mercado del conocimiento?

Según cifras del Banco Mundial, hay en el mundo aproximadamente 7 mil universidades para 560 millones de jóvenes, pero sólo están inscritos en ellas 88 millones, es decir, 15.7 por ciento. En los países ricos, uno de cada dos jóvenes estudia en una universidad; en los países pobres, uno de cada diez. También según cifras del Banco Mundial, en términos de riqueza, el ingreso de países ricos, ubicados en el norte virtual, es 42 veces mayor que el de países ubicados en el sur. Pero el gasto de los países del norte en investigación científica es 218 veces mayor que el de los países pobres. Los países ricos seguirán, pues, generando nuevos conocimientos que se materializarán en nuevas patentes y desarrollos tecnológicos.

Aparentemente la tecnología moderna ha estimulado los sistemas de telenseñanza y autoeducación, que convierte a los profesores en "expertos en contenidos" y a los estudiantes en "clientes". Se afirma también que las nuevas tecnologías de la información habrán de acortar las grandes desigualdades sociales, pero las cifras disponibles actualmente señalan lo contrario. En los países desarrollados, en los que se ubica el norte virtual de la globalización, se concentra 15 por ciento de la población mundial; en ellos 88 por ciento tiene acceso a Internet. En cambio, en los países en desarrollo, ubicados en el sur virtual de la globalización, donde se encuentra 85 por ciento de la población mundial, solamente tiene acceso a Internet 12 por ciento. En otras palabras, Internet se ha convertido en la herramienta más eficaz para difundir conocimientos entre una elite del mundo, no para las mayorías empobrecidas de todos los pueblos.

El 15 de junio pasado la Secretaría de Educación Pública (SEP) y las empresas Microsoft e Intel Corporation presentaron el programa "Educar para el futuro". Un programa interesante, pues se propone capacitar en el uso de la computadora a nada menos que 7 mil maestros... del millón de profesores que hay en todo el país. Ignoro si este plan es un indicador de la nueva mentalidad de la revolución educativa de la SEP o sólo un proyecto de ventas de Microsoft e Intel Corporation. Comentaron, claro, que sólo 6 por ciento de las escuelas mexicanas tiene acceso a Internet, frente a 90 por ciento de las estadunidenses; que en México hay una computadora por cada 112 niños y en Estados Unidos una por cada 13; que en México 10 por ciento de los niños tiene acceso a Internet y en Estados Unidos 50 por ciento.

Pero vayamos con las cifras de la OCDE. El porcentaje del gasto por estudiante de primaria en México es de 863 dólares, menos de un cuarto del promedio de los países miembros de la OCDE, que es de 3 mil 940 dólares. Nuestro gasto por estudiante de nivel bachillerato es de 2 mil 253 dólares y en educación universitaria de 3 mil 800 dólares, en ambos casos, la mitad del promedio del organismo. A esto hay que agregar la baja remuneración de los profesores. El salario en México para un maestro de secundaria pública es de 15 mil 592 dólares, mientras que en otros países el promedio es de 28 mil 629 dólares. En primaria, cada maestro mexicano atiende un promedio de 27.2 alumnos por grupo; en otros países, el profesor enseña a 18 estudiantes. Aquí, un profesor de secundaria enseña a 32.2 alumnos; en otros países, menos de la mitad: a 14.6 alumnos. Todas estas diferencias cuantificables en números y promedios corresponden, por supuesto, a diferencias en la calidad educativa.

Ahora bien, volvamos al planteamiento central con que iniciamos estas reflexiones. En México hay cerca de 2 millones de estudiantes de educación superior. Pero la "oferta" educativa cubre sólo 18 por ciento de la población en edad de prepararse en instituciones de educación superior. En las universidades públicas el costo anualizado por alumno en promedio oscila entre 20 y 30 mil pesos al año; en las privadas, en cambio, los costos en promedio por alumno varían entre 45 mil y, en algunos casos, 100 mil pesos anuales. Pero, y esto es fundamental, 72 por ciento de los estudiantes universitarios mexicanos se encuentra en universidades públicas, no en universidades privadas. Por tanto, la educación en México no se solucionará tan sólo con el otorgamiento de becas a los estudiantes. Es claro, primero, que la educación superior en México debe reconocerse como una responsabilidad del Estado y no como un fenómeno de mercado. Segundo, también resulta lógico que se deba dar un mayor apoyo a la educación superior en instituciones públicas, pues cargan con la mayor responsabilidad social.

ƑHay alguien que siga pensando, ante estas cifras contundentes, que debemos dejar los hechos educativos como fenómenos de libre mercado? Sí: aquellos que creen, como lo señaló José Narro algunas semanas atrás, que la educación superior está obligada a formar y capacitar recursos humanos para las empresas. Mientras la educación se considere el mecanismo para que un individuo sobreviva en el mercado de la globalización y no un recurso para que el país entero sobreviva, no habrá un fortalecimiento de la educación en México ni centros de investigación.

Los procesos educativos, desde la educación elemental hasta la superior, deben estar en función del país, no del mercado; en función del fortalecimiento político, social, científico, humanístico, artístico del país, como garantía de la continuidad del país mismo, y no en función de las elites trasnacionales. No nos apresuremos a abandonar la idea de la educación como un proceso que forma cuadros humanos, genera conocimientos y difunde la cultura, principios que no contienen por sí mismos el disco compacto, la red conocida como Internet ni la educación virtual.