martes Ť 31 Ť julio Ť 2001
José Blanco
Globalización y racionalidad
El sistema de la economía mundial conlleva formas de integración complejas y diversas, según sectores económicos, regiones y países. Debido a tales formas de integración, cuando en el centro hay recesión o crisis, la periferia se ve inescapablemente afectada. Esto comenzó a ocurrir desde fines del siglo xviii y, desde entonces, el grado de integración y, por tanto, de determinación causal centro-periferia, no ha dejado de aumentar.
Salvo en los casos de terremotos económicos como el de 1929, una recesión en las economías centrales no opera de manera homogénea y simultánea para todos sus sectores económicos. Una recesión en el centro que dejara a salvo a determinados sectores económicos, los que a su vez estuvieran articulados con determinado país o región internacional, es posible que deje igualmente a salvo de la recesión del centro a ese país o región. Pero en general es más que efectiva la contundencia de la determinación causal centro-periferia. Esto, que dicho en formulaciones abstractas puede ser aceptable para el sentido común, suele resultar inaceptable cuando se trata de situaciones concretas. Así ha ocurrido con la tendencia recesiva actual de la economía mexicana inducida por la recesión estadunidense: muchos quisieran que el gobierno fuera capaz de hacer que no exista la determinación causal absolutamente irresistible centro-periferia.
La formulación anterior no implica que no haya nada que hacer para aliviar estos o aquellos efectos sociales de nuestra desaceleración, ni mucho menos que en el largo plazo no deba hacerse mucho más por fortalecernos, frente a esos embates.
Los buenos tiempos del centro también producen efectos positivos, por supuesto, pero es claro que una economía de la periferia debe de estar en condiciones internas de aprovecharlos; tales condiciones incluyen un crecido número de temas: estabilidad financiera y de precios bajo control, niveles aceptables de endeudamiento, infraestructura suficiente, adecuadas instituciones financieras, margen de ocupación en el aparato productivo, mano de obra adiestrada, y más.
El camino que llevó a la globalización comenzó hace siglos, con el comercio. Vino después la internacionalización del capital y más tarde la de la producción. Por supuesto, estos procesos no han llegado a todas las regiones o países y menos aún lo han hecho homogéneamente. A partir de los años setenta del siglo xx comenzaron a internacionalizarse e integrarse profundamente los sectores financieros de la gran mayoría de las economías, y junto a ello llegó a su fin el perfil tecnológico nacido con la Revolución Industrial y aparecieron las nuevas tecnologías basadas en nuevos materiales y en la electrónica. Se integraron, asimismo, los sistemas de información; los satélites intercomunicaron el planeta. La producción manufacturera alcanzó nuevas y avanzadas cotas de internacionalización y de división del trabajo.
Para cada país y región son distintos formas y alcances de la determinación causal centro-periferia, por cuanto dependen de la arquitectura económica e institucional interna de cada país o región. Pero con la globalización llegó una novedad: las nuevas vías por las que una crisis financiera en un país de la periferia puede afectar a distintas regiones del globo, incluido el centro. El primer gran aviso de esta novedad provino justamente de la crisis de la deuda mexicana al inicio de los ochenta. El "contagio" fue reconocido porque lo pusieron contundentemente sobre la mesa el "efecto tequila", el "efecto tango", el "efecto samba", y los varios efectos amarillos. Es decir, el centro no puede hacer a un lado a la periferia en la búsqueda de una estructura y unas "reglas del juego", especialmente del sector financiero, que permitan asegurar estabilidad y desarrollo a la periferia, y en este tenor temas cruciales son la distribución internacional del financiamiento y la libérrima y en ocasiones fatídica operación del capital especulativo.
Un país periférico que decida ir a contracorriente de las "reglas del juego" internacionales actuales, terminará en brevísimo plazo hundido en una crisis profunda que le llevará lustros remontar, siempre que, en el ínterin, hubiera decidido volver a las reglas. Entre tanto el hambre habrá hecho estragos letales entre los pobres y la economía se volverá ruinas. Si en un momento dado el capital (nacional o extranjero, que no hay ninguna diferencia) decide levantar el vuelo y marcharse, la globalización financiera se lo facilitará, y el país se hundirá.
Ingentes luchas implica la reforma de las "reglas del juego" internacionales, y muy poco hace la periferia por aliarse a fin de reformarlas, cuando hoy tiene un poder cierto sobre las mismas. Pero no menores son las luchas internas para poner y mantener orden en casa.
Así anda el mundo real.