CHIAPAS: LA RUTA DE LA IMPRUDENCIA
El
diputado panista Fernando Pérez Noriega, integrante de la Comisión
de Concordia y Pacificación (Cocopa) del Congreso de la Unión,
dio a conocer ayer su propuesta para reformar la Ley para el Diálogo,
la Conciliación y la Paz Digna en Chiapas a fin de emplazar al Ejército
Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) a dialogar, so pena de ejecutar
las órdenes de aprehensión libradas durante el gobierno pasado
contra los integrantes de esa organización indígena rebelde.
El legislador abundó que tal iniciativa sería parte del plan
que la Cocopa presentará en breve para reactivar las negociaciones
de paz, el cual incluiría, además, el traslado del conflicto
chiapaneco del ámbito federal a instancias estatales.
Es asombroso, por decir lo menos, que Pérez Noriega
suponga que el alzamiento indígena chiapaneco podría resolverse
devolviéndolo al punto en el que fue colocado por el gobierno de
Ernesto Zedillo el 9 de febrero de 1995, es decir, cuando los sectores
duros del extinto régimen priísta pretendieron solucionar
el problema por medio de la represión, la persecución de
los rebeldes y la violencia contra las comunidades que los respaldan.
En ese entonces, una vasta movilización social
obligó al régimen zedillista a dar marcha atrás y
el Legislativo, asumiendo la sensatez y la prudencia que faltaron al Ejecutivo,
elaboró la ley que ahora se pretende reformar y conformó,
de acuerdo con ella, la Cocopa. Hoy la insensatez proviene del interior
de esa misma comisión, a la que se pretende convertir en una instancia
promotora de la discordia y la reactivación de la violencia.
En efecto, es absurdo pretender que, después de
más de siete años de mantener una resistencia en demanda
de un trato justo y digno, los zapatistas acatarían un ultimátum
como el que propone Pérez Noriega para obligarlos a dialogar. Durante
ese lapso la organización indígena rebelde se ha mantenido
fiel al cese del fuego y ha demostrado reiteradamente, con ello, su voluntad
de paz, a pesar de todas las provocaciones contra las comunidades indígenas;
si después de todo ese tiempo no reciben más que una amenaza
de persecución, ello podría ser visto, por los zapatistas
de Chiapas y por otras organizaciones campesinas armadas, como una declaración
de guerra por parte de los poderes federales.
Con sus incendiarias declaraciones de ayer, Pérez
Noriega ha desconocido, para colmo, acuerdos internos de la Cocopa que
comprometían a sus integrantes a no formular declaraciones sobre
el trabajo de esa comisión. Es urgente que se retomen tales acuerdos
y que ese organismo, y el Legislativo, en su conjunto, se comprometan a
trabajar por la paz, no por la guerra.
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