viernes Ť 3 Ť agosto Ť 2001

Jorge Camil

ƑIntegración?

"Pobre México, tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos", habría sentenciado don Porfirio. Y en asuntos económicos es del dominio público que "cuando Estados Unidos estornuda a México le da pulmonía". Pero más allá de los refranes populares siempre ha existido la creencia de que, para bien o para mal, las economías de ambos países están íntimamente relacionadas. ƑPero están? Es innegable que Estados Unidos es nuestro principal socio comercial, que hemos dependido de sus inversiones y su tecnología, y que el grueso de nuestra infraestructura (presas, carreteras, etcétera) se ha construido con préstamos de bancos estadunidenses o de instituciones financieras internacionales controladas por el Consenso de Washington. Hoy, sin embargo, no obstante la recesión estadunidense, llamada con cierto eufemismo "desaceleración", y frente a una crisis que amenaza con extenderse a los países latinoamericanos, muchos analistas del vecino país aseguran que la economía mexicana no caerá en una debacle como las del 82 o del 94. Por alguna misteriosa razón, y por primera vez, nuestra economía no se considera atada a las frágiles economías del Cono Sur. Pero, preguntamos, Ƒel efecto "tango" que amenaza con desquiciar la economía y la política argentina?; "los efectos no afectarán a la economía mexicana", contestan con sorprendente aplomo los expertos. ƑY la situación brasileña, que amenaza con caer en las garras del FMI? "No afectará a México", aseguran. šAh!, bendita democracia, estamos inclinados a concluir: la nueva percepción sobre nuestra economía es consecuencia del cambio de régimen. Pero no. Los analistas estadunidenses no se chupan el dedo. Saben del 2 de julio y del Congreso plural; están conscientes de nuestra incipiente transición democrática. Es obvio que la nueva percepción obedece a motivos diferentes.

Siempre habíamos pretendido ser un fiel aliado de Estados Unidos, y nuestros presidentes y legisladores se reunían periódicamente para discutir la agenda bilateral. Miguel Alemán era "Míster Amigo", por su activa promoción de negocios con ese país, y Carlos Salinas fue durante todo su mandato el darling de Washington (špor fin un presidente con mentalidad de hombre de negocios!, decían). Pero como vecindad no es integración, México creía darle "atole con el dedo a los gringos" mientras seguía su propio camino: esgrimíamos la Doctrina Estrada para defender la autodeterminación de los pueblos, vigilábamos celosamente nuestra soberanía, otorgábamos asilo a los refugiados políticos y por encima de todo éramos amigos de Fidel Castro. Sin embargo, en atención a la buena relación existente entre Vicente Fox y el líder cubano es obligado preguntar: Ƒdónde está la diferencia que justifica la actual percepción de los analistas estadunidenses? La diferencia está en que Fox no tiene "mentalidad de hombre de negocios": šes un hombre de negocios que comprende la importancia de ir más allá de las meras apariencias! Es necesario dar para recibir, ergo: šJorge Castañeda cortejando a Jesse Helms! Pero la lista de concesiones va más allá de la lisonja: se extiende a la plena cooperación en la erradicación del narcotráfico e incluye la creciente participación con la DEA y el FBI; implica los esfuerzos subterráneos por desregular la energía eléctrica y el gas natural (recientemente obtuvimos una refulgente estrellita en la frente al aceptar el inusitado intercambio de fiscales propuesto por John Ashcroft). Obviando formalismos y bordeando la Constitución el gobierno de Fox parece estar ampliando el espíritu del TLC para forjar un acuerdo político bilateral con Estados Unidos. ƑPreludio de integración?

Por su parte los estadunidenses interpretan la plena cooperación como la única vacuna contra las veleidades de la política mexicana; no más brotes de "extrema izquierda dentro de la Constitución", ni de solidaridad con los Castro y los Allende. En la era de la globalización la integración con las políticas de Washington es una defensa segura contra el fantasma del proteccionismo. Pero frente a los esfuerzos de México, que reducen considerablemente nuestra capacidad de negociación, el quid pro quo continúa siendo desigual: Ƒcómo explicar la discriminación contra nuestros transportistas y la encarnizada persecución de los indocumentados? Volviendo a los refranes, hace muchos años se decía a propósito de la popular "política del buen vecino" que nosotros éramos los "buenos" y ellos los "vecinos"...