VIERNES Ť 3 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť ¿Por qué seguimos aquí?, libro que convocó a un público disímbolo y numeroso

Las sexoservidoras de La Merced ocuparon el lugar de honor en el Centro de la Imagen

Ť Híjar fustigó el ''padroterismo intelectual'' contra esas compañeras y los niños de la calle

Ť Sus historias son el principio de una lucha por el derecho a ser plenas: Cristina Pacheco

MERRY MAC MASTERS

Allí estaban, sus cabezas cubiertas con mascadas o paliacates, lo que no evitó que un mechón rubio asomara por aquí, uno negro por allá; sus miradas resguardadas detrás de lentes oscuros, aunque uno que otro perfil, serio, siempre muy serio, denotara un mentón pronunciado.

Ellas, las trabajadoras sexuales de La Merced, la zona más conocida y más antigua de este oficio en la ciudad, habían acudido a la cita en el Centro de la Imagen en solidaridad con su compañera Ana María Casimiro Sánchez, coordinadora -con el antropólogo Alvaro Angoa Martínez- del modesto pero desgarrador volumen ¿Por qué seguimos aquí? Testimonios de sexoservidoras de La Merced, para el cual algunas ''compartieron sus secretos'', y que fue presentado el pasado miércoles ante un público numeroso y de lo más diverso.

Palabras más, palabras menos, ellas, que apenas hicieron algún comentario en voz baja, impusieron con su presencia. Eso sí, al final de acto unieron sus voces para brindarle una porra a su compañera: ''Chiquiti bum a la bim bom ba... Ana María, Ana María, ra ra rá''. En su calidad de presentadores, tanto la periodista Cristina Pacheco como el crítico de arte Alberto Híjar lamentaron que las mujeres estuvieron ''embozadas'' y paradas en vez de sentadas, ocupando el lugar de honor.

Un yo que asume la vida

sexoservidoras_libro10Híjar formuló una advertencia contra el ''padroterismo intelectual'' que consiste en ''tomar algún tema terrible de la descomposición social y dedicarse a vivir de él, tal como hacen los padrotes con las prostitutas, para quitarles la voz y la identidad''. Reiteró: ''¡Aguas con el padroterismo intelectual! que acosa a las compañeras sexoservidoras, a los niños de la calle, a todo esto que da lugar a esplendorosos congresos, foros; viajar por todo el mundo presentando ponencias, fundar organizaciones no gubernamentales, recibir dinero de fundaciones de todas partes para que nada de esto beneficie las terribles vidas de los sujetos tomados como pretexto''.

Para Híjar la virtud principal del libro es la ausencia de toda interpretación -fuera de su propia presentación-, ''ese vicio de todo intelectual, doctorado en universidad estadunidense, ocupando puestos como secretario de Relaciones Exteriores o cosas semejantes, sino que va directamente al testimonio''.

La actriz Ofelia Medina dio lectura al escrito de ''una de mis tocayas, mi hermanita, mi igual''.

Cristina Pacheco se acercó al grupo de sexoservidoras por medio de Ana María Casimiro y la organización Humanos del Mundo contra el Sida, incluso recorrió las zonas de trabajo y algunos hoteles. La periodista enfatizó la sinceridad con que está escrito el libro, ''desde una primera persona que no es un artificio literario, sino un yo que asume la vida, que vive la muerte, que expresa el peligro, que nos conduce a una realidad que es efectivamente de las sexoservidoras, de las personas que se acercan a ellas, pero también nos pertenece a todos''. Agregó: ''Sus palabras, sus historias, son el principio de una lucha en defensa del conocimiento, de la palabra, del derecho de todas las mujeres para ser tan plenas como deberían''.

A su vez Ramón Sosamontes, quien conoció a las sexoservidoras de La Merced cuando fue delegado de Venustiano Carranza, subrayó ''tareas pendientes'' como el apoyo a estas mujeres en la protección y educación de sus hijos; impulsar medidas de salud y control de enfermedades transmitidas sexualmente; erradicar la extorsión y el abuso; lograr que autoridades, policías, judiciales e inspectores no sean parte del problema, y combatir el lenocinio y la prostitución de menores.

También participaron Patricia Mendoza, Andrés Roemer y Lorenzo Chávez. El acto estuvo enmarcado dentro de la Cuarta Bienal de Fotoperiodismo. Las mismas sexoservidoras pasaron casi en fila india hacia el espacio de exposición.