Di no a las gordas
Basta con mirar los encabezados de cualquier diario nacional para constatar que el narcotraficante es la forma más cotidiana del gángster y se presta idealmente a ese género cinematográfico. Inhala, el sexto largometraje de Ted Demme (sobrino de Jonathan), es una reiteración de la vieja estructura del ascenso y caída de un delincuente, bajo la no menos vieja moraleja de que "el crimen no paga".
El guión de David McKenna y Nick Cassavetes (hijo de John) toma la historia verdadera del narco George Jung (Johnny Depp) y la convierte en un gris melodrama sobre los sinsabores de la vida criminal. Es evidente que Demme y sus colaboradores admiran Buenos muchachos, de Scorsese, y aquí intentan imitar esa obra maestra repitiendo recursos como una desencantada narración en off, el uso nervioso de la cámara y los cortes de edición, las imágenes congeladas, una banda sonora de canciones pop alusivas y otras constantes del estilo scorsesiano (para mayor referencia, ahí está Ray Liotta en el papel del solidario padre de Jung).
Lo que no se puede imitar es la intensidad dramática. Inhala describe la carrera del protagonista -quien se supone fue el conecte del colombiano Pablo Escobar y el principal importador de cocaína en Estados Unidos durante los hedonistas 70- como una sucesión monótona de tratos chuecos que acaban mal. En ese sentido, la moraleja funciona. Realmente el crimen no paga si, al margen de su aspecto ilegal, la vida de Jung es comparable a la de cualquier empresario atribulado por socios traicioneros e inversiones desafortunadas.
Bajo la interpretación mesurada de Depp, Jung se distingue del común de los narcos sólo por ser buena persona: es un padre responsable, nunca mata a nadie y hasta los agentes encubiertos sienten lástima al arrestarlo. Si eso resulta encomiable en un plan personal, es muy poco interesante en términos cinematográficos. Si de verlos en pantalla se trata, preferimos a los gángsters como perfectos cabrones, francamente. Además, al actor lo han afligido con unas pelucas rubias que le dan una facha de cantante del grupo ABBA, y no de transgresor social.
Aun así, Depp mantiene un mínimo de decoro. No así unos alternantes mal dirigidos y peor elegidos. ¿Quién aprobó un casting tan desacertado? A la alemana Franka Potente se le ve brevemente en el papel de una conejita de playa californiana; los españoles Penélope Cruz y Jordi Molla la hacen de colombianos; también Miguel Sandoval, de origen mexicano. Los angloparlantes no salen mejor librados. Paul Reubens encarna a un traficante/peinador gay como una versión siniestra de Pee-wee Herman, mientras la australiana Rachel Griffiths, cinco años menor que Depp, interpreta a la madre de su personaje fingiendo un grotesco acento de Boston esquina con Brooklyn.
Rematando su mensaje con una fotografía del rostro
triste y avejentado del verdadero George Jung en los créditos finales,
la advertencia más apasionada de Inhala no es sobre el narcotráfico
sino sobre las mujeres. Estableciendo un nuevo estándar de misoginia
para un género que la ejerce por tradición, el drama del
personaje no es acabar sus días en la cárcel, sino haber
sufrido constantemente por culpa del sexo femenino: su madre arpía
es capaz de entregarlo a las autoridades; su primera novia y cómplice
muere de cáncer; su viciosa esposa colombiana lo aprecia sólo
en proporción al poder y la fortuna derivadas de sus negocios ilícitos,
y su hija lo abandona a pesar de que la considera lo más importante
de su vida. Cómo han cambiado los tiempos. De ver a James Cagney
estampando media toronja en la cara de su novia, hemos pasado a Johnny
Depp gimoteando cual perrito sin dueño.
Inhala
(Blow)
D: Ted Demme/ G: David McKenna y Nick Cassavetes, basado en el libro de Bruce Porter/ F. en C: Ellen Kuras/ M: Graeme Revell; canciones varias/ Ed: Kevin Tent/ I: Johnny Depp, Penélope Cruz, Franka Potente, Rachel Griffiths, Paul Reubens, Jordi Mollá/ P: Spanky Pictures - Apostle Production. EU, 2001.