¿LA FIESTA EN PAZ?
Leonardo Páez
Hasta luego, entrañable Ciego
AYER FALLECIO UNO de los últimos personajes que han sobrevivido a su leyenda: Jesús El Ciego Muñoz (Salamanca, Guanajuato. 29 de junio de 1916), quien luego de 85 años de decirle sí a la vida, prefirió darle coba a una neumonía y aprovechar el viaje, tras haber sido "torero, bailarín, cómico, periodista, poeta, trovador y chupacaña".
EN LA FIESTA de toros de México escasean hoy los personajes y abundan las personitas, esos sujetos desesperados por figurar, a costa de desfiguros, en el enrarecido y amateurizado medio taurino, al que durante 56 años El Ciego Muñoz pastoreó con su singular agencia informativa ?entre el Hotel Coliseo y el desaparecido Café Tupinamba?, ayudado por su mujer, Avelina Pozos ?"la que más me ha aguantado"?, y su hija Bernarda, licenciada en periodismo.
RESPETADO Y QUERIDO en un ámbito que no suele respetar ni querer a nadie, como no sea por interés, protagonista de la mejor picaresca -en Más cornadas da el hambre, de Spota, Jesús es Pancho Camioneto- y profesional sui géneris del periodismo taurino, en el que desarrolló una decisiva labor informadora, hasta convertirse en agencia de agencias, especializada en llenar un hueco noticioso que los medios no han querido cubrir, Muñoz cubría personalmente buen número de festejos, modestos y de polendas, el último, hace dos semanas, en Ecatepec.
PERO EL SISTEMA de El Ciego rebasaba la cobertura física y recibía llamadas telefónicas de toreros, ganaderos y apoderados las 24 horas, con motivo de cada festejo celebrado a lo largo y ancho del país, información que enviaba, diligente, a periódicos, radiodifusoras y televisoras.
"CON LA EXPERIENCIA ?platicaba divertido tras unas gafas que no admitían ya más graduación? aprendí a ser psicólogo con la oreja, y sé cuando un informante miente o exagera. Generalmente me hablan todos los alternantes o sus apoderados, y casi siempre se apegan a la verdad pues no les conviene ser desmentidos. Cuando varían mucho las versiones, yo saco un promedio de lo que me dicen y nadie lo refuta."
COMO A LOS ocho años de edad El Ciego empezó a barrer la placita de toros Circo México, y su propietario Estanislao Hernández Siete Luchas, lo dejaba ver gratis las corridas. Después el maestro Nicolás Morales lo trajo en los temibles novenarios -festejos taurinos en poblaciones pequeñas con ganado de media casta o ya toreado- y por toda paga le daba un tostón, diciéndole: "Cuando seas famoso, ganarás dinero". Igual que hoy, pues.
LUEGO FRANCISCO GOMEZ, El Zángano -"mi padre taurinamente hablando"- traería por el norte de la República a Jesús y a Carlos Vera Cañitas como novilleros, pero toreando corridas hechas y derechas, "porque en los años treinta el país, no sólo los toreros, tenía hambre de ser y de expresarse, había una mexicanidad orgullosa".
EN UNO DE los capítulos más intensos del libro El zopilote mojado, de Jorge López Antúnez, se habla de la cueva del Ciego en Monterrey, en la que "existía cierta ternura, quizá nacida de la desventura común". Pero "he tenido varias cuevas -enfatizaba Jesús-, tanto en México como en otras ciudades, casas viejas o departamentos grandes donde llegué a alojar, sin costo, hasta a 22 personas, entre torerillos, pintores, putas y vagos. En Uruguay 44 también convivían veinte gatos. Cuando en la vida se es flamenco y romántico las cosas tienen que ser así". Y seguirán siendo, "torero guapo", a pesar de la creciente escasez de luz.