CERVANTES POETA (IV) Para Luis Cernuda, Cervantes era poeta más original y valioso de lo que se cree, tanto como poeta lírico que como poeta dramático, porque es necesario hacer entrar ahí en cuentas sus dramas, comedias y entremeses en verso. El poeta andaluz mexicano pone todo el énfasis en el elogio de algunos cantos de La Galatea, especialmente los que empiezan con estos versos: Oh alma venturosa y Rica y dichosa prenda que adornaste. Por lo demás, Cernuda pierde un poco el tiempo atacando a Lope de Vega desde la perspectiva de Góngora: patos del aguachirle castellana o con razón Vega, por lo siempre llana. Es claro que los seguidores de Lope golpearon rudamente a la poesía de Góngora, y lo hicieron para afirmar los valores de la claridad, de la transparencia y de la emoción. En nuestro tiempo, y después del homenaje que organizaron a don Luis de Góngora en Sevilla, García Lorca, Salinas, Alberti, Guillén y Cernuda, en 1927, el poeta cordobés recuperó su lugar eminente en la poesía castellana sin necesidad de disputar a Lope de Vega el suyo. Como decía mi neutral abuela (la conocían como la Suiza de Guadalajara): Cada quien en su casa y Dios en la de todos. Ahora bien, tiene razón Cernuda al decir que ni Lope ni Cervantes añadieron algo esencial al verso en la historia de nuestra poesía. No era ésa su intención. En cambio, Garcilaso, Góngora, Bécquer, Darío, Neruda, Vallejo, López Velarde, Lezama Lima... son poetas que cambiaron las formas y, sobre todo, el clima, la tensión espiritual de la poesía. Al recordar un fragmento de El cerco de Numancia, y al reprobar la separación tajante que algunos críticos establecen entre la poesía dramática y la lírica, Cernuda coincide con Unamuno al pensar que Cervantes abrió nuevos cauces a una poesía reflexiva, de meditación. Sobra decir que en esa obra el autor tuvo vislumbres del destino futuro y desdichado de su tierra y de su gente. Esta es una parte del fragmento admirado por Cernuda: En mí el rigor de tantas penas fieras,Cernuda y otros críticos han alabado otros aspectos de la poesía cervantina, sin insistir (que no viene al caso) en su originalidad y en la búsqueda de formas nuevas. Estoy de acuerdo con todos sus puntos de vista, pero quisiera insistir en el gran amor que Cervantes siente por sus personajes y en su urgencia de crearlos y echarlos a andar, es decir, dejarlos ser. Unamuno estudia bien estos aspectos en su Vida de Don Quijote y Sancho. Pienso que Cervantes supeditó los aspectos formales a su propósito esencial de servir a los personajes, y así lo hizo porque consideraba, y con razón, que tenía las formas dominadas y conocía a fondo las reglas y los secretos del oficio poético. Siempre he pensado que Rosamira, el personaje de El laberinto de amor (obra a la vez medieval y barroca), es un buen ejemplo de la versificación al servicio del personaje. Escuchémosla: Honra, eclipse padecéisHay en La Galatea un soneto de rara perfección que, sin decirlo, homenajea a Garcilaso, el Claro caballero de rocío del que hablaba Miguel Hernández. Me parece un buen modelo de pericia formal puesta al servicio de la emoción: Afuera el fuego, el lazo, el yelo y flecha,A Cernuda le entusiasmaban las seguidillas que cantan, alternadamente, en Rinconete y Cortadillo, la Escalanta, la Gananciosa, Monipodio y Cariharta, pues ve en ellas una prueba del magnífico oído de Cervantes para la poesía y su afición por las formas populares: Por un sevillano rufo a lo valón
Marinero soy de amor
que no me la encorvase el dulce pesoY así debían portarse el gobernante y el juez: Sería bien criado y comedido,Es lástima que los gobernantes no tengan tiempo para releer estas prosas y estos poemas. El mundo sería mejor si lo hicieran. Se iluminaría como quería Sor Juana, sería más justo y humano como quería nuestro Señor Don Quijote. Hugo
Gutiérrez Vega
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