Jornada Semanal,  5 de agosto del 2001 
 

Faradj Sarkouhi

Contra la autocensura

 
Como Fereshteh Sari, Bashkim Shehu y Latif Pedram –los otros autores que conforman esta entrega sobre literatura, exilio y censura–, el iraní Faradj Sarkouhi conoce todos los tipos de censura: oficial, explícita, política, moral, religiosa, editorial... Sin embargo, en estas líneas enfatiza la importancia de no olvidar el lastre de la autocensura, que define como "la coexistencia del individuo con un observador interiorizado y cruel que no sólo controla sus pensamientos, sino también su imaginación y su creación". Así, junto a la necesaria denuncia y el combate contra la censura tradicional, propone que todos los autores de todas las nacionalidades extiendan la esfera de la libertad de expresión mediante "una campaña efectiva contra la autocensura". 

No son fenómenos nuevos la censura oficial, ya sea directa y explícita o, por así decirlo, legal; que esté fundada en la interpretación de instituciones ejecutivas o en leyes no escritas o tradiciones culturales, religiosas y sociales; que sea política, moral o religiosa; que se trate de la censura de los editores, de los inversionistas y de los distribuidores de trabajos artísticos, o la autocensura impuesta e institucionalizada, problema más significativo. Desgraciadamente, en los debates sobre los diferentes métodos de censura se entablan pocas discusiones sobre el tema de la autocensura en los países dictatoriales como el mío –Irán– y la autocensura en las democracias occidentales. Sin embargo, los efectos de la autocensura en el proceso de creación cultural son los más vastos, profundos y permanentes.

La autocensura podría definirse como la coexistencia del individuo con un observador interiorizado y cruel que no sólo controla sus pensamientos, sino también su imaginación y su creación. La interiorización del observador, de la policía y de la censura en el escritor o en el artista lleva a la coexistencia con una segunda personalidad, que actúa sobre su intimidad y, de igual forma, sobre su escritura y su creación. Evidentemente, después de un largo periodo de presencia de estas múltiples personalidades dentro del individuo, la frontera entre la prudencia y la previsión –necesaria para la supervivencia individual y cultural en estas condiciones tan duras– y la autocensura, se hace vaga. Para las víctimas de la autocensura puede ser difícil distinguir y reconocer a los diferentes personajes de su vida interior, y esto se convierte en una catástrofe cuando el escritor se acostumbra a la presencia de este enemigo interior extraño a su creación. No obstante, esta situación es muy rara, ya que la mayoría de los escritores son conscientes de sus conflictos y contradicciones interiores y las sufren, se sienten culpables y a menudo pierden confianza en ellos mismos.

Gracias a la revolución tecnológica de los medios de comunicación –computadoras, fax, video, fotocopiadoras–, la censura oficial ha perdido, en cierta forma, su función; al mismo tiempo, estos instrumentos han facilitado el acceso de aquellos a los que se dirigen a los trabajos literarios y artísticos. Ofrecen la posibilidad de multiplicar y distribuir cualquier obra prohibida por la censura oficial. Sin duda es riesgoso, y a veces lleva a la muerte a escritores y distribuidores. Sin embargo, la autocensura interviene especialmente en el proceso de creación, de escritura y de trabajo, y paraliza la imaginación del escritor o del artista. Significa el fracaso del trabajo artístico y literario. Ningún modo de comunicación puede salvar los trabajos deformados creados por una imaginación y una mente que se autocensuran. Ninguna de las técnicas de comunicación existentes pueden salvar una imaginación y una mente que nada han creado todavía. Por esto, la autocensura interiorizada es más peligrosa y más dolorosa que cualquier tipo de censura, y en especial que la censura oficial y explícita. El vasto y serio combate de las últimas dos décadas contra la censura oficial ha resultado tan eficaz que dicha censura ha perdido su función. En estas circunstancias, los tiranos y los creadores de clichés alrededor del mundo consideran la autocensura como un fenómeno prometedor. Tratan de extender sus dimensiones mediante ejecuciones de escritores sin juicio previo y sembrando el terror entre ellos. Los escritores y los artistas en los países tiránicos se rebelan contra la censura y la autocensura con diferentes métodos, transformando este combate en un contexto que les permite exaltar su creación artística.

Para las instituciones que defienden la libertad de expresión y los derechos del hombre y para las asociaciones de escritores, intelectuales, artistas o periodistas, es tiempo de estudiar el mecanismo y las dimensiones de la autocensura. Pueden ayudar a las víctimas de la autocensura y hacer consciente a la gente de este fenómeno organizando un vasto combate contra ella. Luchar por la libertad de expresión no es sólo defender el derecho de escribir y de crear, sino también el derecho de cada individuo de leer y de ver. Por supuesto, la pelea contra la autocensura tiene aquí un papel muy significativo.

Los tiranos y los creadores de clichés se muestran hostiles hacia la imaginación y la cultura polifónica porque creen que la verdad es algo absoluto, metahistórico y metahumano; no puede haber más que una sola verdad y una sola interpretación de la verdad, que es la verdad del autoritario. Gracias al poder de la imaginación y de la creación, los escritores descubren la verdad pero, sobre todo, tienden a darle muchas dimensiones. La tradición no puede tolerar la innovación y la crítica pues la escritura significa al mismo tiempo la innovación y el rechazo de la verdad eterna y absoluta, la negación del mundo y de la tradición. En un mundo en el que los tiranos, explotando los medios de comunicación monoplizados y aplicando la supresión física, la violencia y la censura, tratan de reducir la colorida riqueza del lenguaje y de la cultura a vulgares clichés, la imaginación y la reflexión representan un peligro para los límites establecidos por la censura y la autocensura.

La prohibición de publicar ciertas obras o la supresión de algunas partes de una obra; algunas veces se excluye a los personajes de una historia, a veces se agregan párrafos. A los escritores contestatarios se les prohibe escribir. Hay presión sobre los editores y sobre los órganos de difusión con el fin de hacerlos aceptar la –por así decirlo– censura legal y para forzarlos a autocensurarse. Exclusiones sin aviso de escritores indeseables. Monopolización de los medios de comunicación, particularmente la radio y la televisión, y exclusión organizada de escritores y artistas descontentos con los medios. Interrupción de la comunicación entre los escritores y su público mediante el boicot del escritor y de su trabajo en los medios o en las bibliotecas públicas. De antemano se les impide a los escritores y a los artistas organizar sus propias instituciones. Establecimiento de fronteras: cualquiera que intente cruzarlas o violarlas se arriesga a recibir un fuerte castigo.

Las instituciones del Estado monopolizan el papel, organizan su distribución en función del grado de sumisión del escritor o del editor a los criterios de la censura y de la cultura predominante. Institución de leyes que determinan los límites de la libertad de expresión, de manera tan vaga y general que las autoridades del departamento de censura y los otros tribunales puedan interpretarlas libremente. Explotación de los periódicos del Estado para publicar artículos sobre la vida privada de los escritores o artistas contestatarios, con el objeto de desacreditar su dignidad y provocar a grupos de presión contra ellos. Persecución judicial, control de las conversaciones telefónicas para aterrorizar a los escritores y artistas y crear inseguridad en su vida privada y profesional. Instalación de una atmósfera de terror y horror. Encarcelamiento, tortura y ejecución; peligro para la seguridad de la familia de los escritores, de su profesión y de su vida. Utilización del poder de las leyes no escritas y de las tradiciones morales, religiosas y culturales. Amenazas directas e indirectas. Estos son los métodos practicados en los países dictatoriales para extender la censura y la autocensura, para reducir la cultura al cementerio de los muertos y para imponer una cultura unívoca a la sociedad.

Hay que agregar a estos métodos una manera de equivocar el lenguaje para que la realidad no pueda ser descubierta. En su famoso libro 1984, George Orwell describe cuatro ministerios. La tarea del ministerio de la verdad, uno de estos cuatro ministerios, es la de forjar la historia y falsificar la verdad; en Irán, en los tiempos del Shah, el Ministerio de Cultura se encargaba de censurar los libros y los periódicos. Esta responsabilidad de la administración de la República Islámica se le atribuyó enseguida al Ministerio de Guía y Cultura. La censura, sinónimo de asesinato de la cultura, se impone en nombre del perfeccionamiento de la cultura para impedir a la gente buscar e imaginar las dimensiones de la verdad.

No obstante, esta es sólo una de las caras de la moneda. El reverso es el hecho de que la imaginación y la creación humanas atraviesan todos los días las fronteras del poder de los tiranos y de los hacedores de clichés. Los libros de historia presentan trescientos años de despotismo oriental en Irán. Durante las últimas dos décadas hemos experimentado este despotismo oriental en la forma de un gobierno de fundamentalistas religiosos. En estos mismos libros de historia se hace hincapié en la riqueza de la cultura iraní clásica, especialmente después de la ascensión del Islam. Las grandes obras, creadas durante los últimos mil cuatrocientos años, particularmente en el campo de la poesía persa clásica, son la razón de este énfasis. Durante los últimos cien años, y en especial durante los últimos veinte, se han producido numerosos cambios en la literatura y el arte iraníes. Las grandes creaciones de los escritores, poetas y otros artistas iraníes muestran claramente la incapacidad de todas las formas de censura. Los poetas y escritores de antes de la revolución Constitucional, que tuvo lugar hace cien años y que constituyó el primer gran esfuerzo de los iraníes para frenar al despotismo oriental y abrirse a la modernidad y a la democracia, produjeron grandes obras sirviéndose de la lectura "entre líneas" y saboreando las posibilidades de las metáforas, las metonimias, las alegorías y los códigos. La popularidad de estas obras –incluso entre los analfabetas– muestra que las personas a las que se dirigen saben leer entre líneas, y comprueba su simpatía por los formidables esfuerzos culturales de sus escritores, poetas y pensadores. Las historias metafóricas, que permiten interpretar un mismo texto, prosa o poesía, de diferentes maneras, constituían un triunfo de oro tanto para resistir como para escapar a las restricciones despóticas.

La utilización de textos, escritos y personajes religiosos como sujetos de la imaginación y de la expresión libres de pensamientos prohibidos, y la presentación de percepciones diversas y polifónicas de la religión y de la cultura, más allá de las normas religiosas y filosóficas predominantes, ofrecían posibilidades creadoras. Sin embargo, este enfoque siempre tuvo que hacerle frente a las críticas de los religiosos dogmáticos y de los miembros del clero, pero constituyó un rico contexto para la literatura iraní clásica. Durante las últimas dos décadas y bajo la dominación de los fundamentalistas islámicos en Irán, este enfoque ha sido prohibido completamente. La censura de los religiosos no tiene ninguna función fuera de Irán pero, en este preciso dominio, han intentado al menos extender su dictadura más allá de las fronteras del país. Evidentemente, una de las razones de dictar una fatwa contra los Versos satánicos se encuentra en la oposición de los fundamentalistas a la presentación de interpretaciones diversas y polifónicas de los textos, relatos y personajes religiosos, y de la historia y la teología. Como en ciertas épocas de la historia iraní, cuando la pintura y la música estaban prohibidas, los ceramistas y los calígrafos tenían por costumbre imprimir dibujos de flores, pájaros y del cuerpo humano entre las líneas o en los espacios libres de grabados abstractos y de versos del Corán. Por esto, figuras estilísticas como la narración dentro de la narración, las narraciones infinitas o el tiempo circular, todas parte de nuestra tradición literaria clásica, son formas de expresión de la lucha contra los clichés culturales predominantes y contra la cultura monofónica.

La historia contemporánea iraní, desde hace cien años, se ha construido a través de la confrontación de la tradición y de la modernidad. Fuera de unos cuantos periodos cortos, los iraníes hemos vivido con diferentes tipos de censura. Durante estos años, particularmente durante los últimos dos decenios, a pesar de la censura y la autocensura, nuestra literatura y nuestro arte han producido grandes obras creando nuevas formas de expresión, inventando métodos estructurales y estilísticos diversos, renovando la composición creativa de tradiciones literarias y artísticas con las experiencias de la modernidad, dando vida a una cultura polifónica, para tener un impacto sobre las transformaciones sociales y culturales y sobre el combate contra la censura y a favor de la libertad de expresión, de imaginación y de pensamiento. Confrontados con la censura y la autocensura como toda la demás gente, los escritores, artistas y pensadores iraníes han encontrado métodos para hacerle frente a la censura.

En tiempos del despotismo del Shah, la censura oficial aparecía más o menos bajo formas políticas. Durante este periodo, los mayores criterios de la censura oficial reposaban sobre normas políticas, impuestas no sólo a obras políticas o sociológicas, sino también a las novelas, la poesía, la pintura, el teatro y el cine. Sin embargo, estaba prohibido expresar sus creencias sociales, ciertamente consideradas tabúes. La censura política, en el tiempo del Shah, no se concentraba tanto en la ideología como en la manera de imponer las políticas cotidianas y de proteger el carácter sagrado de la familia real sobre la Tierra más que su carácter divino.

En este período nos enfrentamos a una dictadura política más que a un sistema totalitario que trata de imponer a la sociedad una ideología específica. La censura oficial no tenía incumbencia en la vida privada de los escritores y de los artistas, incluso si se controlaba en cierto modo su comportamiento sexual. En el departamento del censor, la censura oficial se imponía a todos los libros y periódicos antes de su publicación y distribución, o sobre todas las obras de teatro y los argumentos antes de autorizar su representación o su filmación, y sobre toda exposición de pintura antes de que tuviera lugar. La policía se encargaba de la censura no oficial, es decir, de las persecuciones, las intimidaciones y las privaciones no oficiales. Además había leyes no escritas, las tradiciones y los tabúes culturales y religiosos, y evidentemente la autocensura. En tiempos del Shah, los escritores y artistas iraníes exploraban en sus trabajos la tradición de la escritura entre líneas y métodos como la metáfora, la metonimia, la alegoría, el código y los símbolos. Combinaban e integraban creativamente estos métodos con los que habían aprendido de la modernidad, y en consecuencia sobrepasaban las fronteras de la censura y la autocensura. Extendían así la esfera de la libertad de expresión.

Con la tiranía de los fundamentalistas islámicos, un sistema totalitario sustituyó a la dictadura del Shah. En estos últimos veinte años la censura se extendió radicalmente. Los fundamentalistas trataron de imponer la monoideología entre todo el pueblo iraní. Copiando el sistema de Stalin y de Hitler y, por supuesto, apoyándose en el monopolio religioso, proclamaron su percepción del Islam como la única verdad, absoluta y metaterrestre. A diferencia de otros sistemas totalitarios, los fundamentalistas islámicos califican su ideología totalitaria de divina y ponen especial atención en la moral religiosa, fundada sobre la pudibundez y la intromisión en la vida privada y emocional de los individuos. Estas características de la ideología divina extienden el campo de aplicación de la censura y de la autocensura. En un nivel más amplio, la censura política, religiosa, moral e ideológica se ha impuesto sobre la cultura, especialmente sobre la literatura y el arte. Es cierto que las obras literarias y artísticas, particularmente la poesía y la ficción, tienen un impacto sobre todas las dimensiones significativas de la vida humana. El amor, el cuerpo, la duda, la vacilación y la búsqueda de la verdad son también dimensiones significativas de la vida humana. Desde el punto de vista de los fundamentalistas, sólo se pueden producir literatura y arte que no se relacionen con estas dimensiones.

Recientemente, después del asesinato de dos oponentes políticos sin juicio previo, y de un poeta, un traductor y un escritor, Majid Sharif, Mohammad Puyande y Mohhamad Mokhtari, el Ministro iraní de Información reconoció que ejerce su actividad en este dominio. Uno de los objetivos más importantes de los fundamentalistas islámicos fue crear un estilo literario y artístico conocido como realismo islámico. Trataron de reproducir el razonamiento de los defensores del realismo socialista de la época de Stalin y, siguiendo este razonamiento, prohibieron los estilos y las escuelas literarias y artísticas, que fueron declaradas inapropiadas y orientadas hacia Occidente. El realismo socialista era un cliché terrestre, pero el realismo islámico tenía una justificación religiosa y divina, en conflicto con la vida y el amor humanos y sobre todo con el cuestionamiento. Por eso se prohibió una gran parte de la terminología, por ejemplo la del amor y las relaciones sexuales. Incluso las obras clásicas, místicas, islámicas y los diccionarios fueron censurados. En las artes visuales como la pintura, el cine y las artes gráficas, se controlaba la vestimenta femenina, y cada mujer debía portar el hijab islámico. Desde entonces, gracias a la revolución de las tecnologías de comunicación, los escritores iraníes pudieron publicar sus trabajos en su casa, con máquinas portátiles, y distribuirlos en secreto. Esta posibilidad sirve también par las películas en video. A pesar de que la utilización de estos aparatos en casa es causa de encarcelamiento o condena a muerte de quienes los usan, se trata de un medio eficaz para luchar contra la censura.

Publicar las obras literarias en el extranjero es un privilegio. Los lectores iraníes pueden acceder a las obras publicadas en el extranjero de diferentes maneras, como internet, el fax o la gente que va de paso. Cuando estaba en Irán pude darme cuenta de que los trabajos publicados en el extranjero se reproducían y se distribuían de forma clandestina. En el extranjero, la única barrera en el campo de la publicación en lengua extranjera es una barrera financiera. Cien ejemplares de una obra publicada en el extranjero serían suficientes para que se tuviera acceso a ella en Irán, y para neutralizar a la censura y hasta a la autocensura.

Las instituciones de escritores, reconocidas o no, pueden combatir la censura no oficial y la censura de ciertos editores al publicar las obras de manera legal o en la clandestinidad. Los lectores en los países despóticos se están familiarizando cada vez más con las posibilidades gigantescas de internet. La publicación de revistas literarias independientes en Irán y en el extranjero ha creado esperanzas y climas nuevos en el combate contra la censura y contra la exclusión de escritores y artistas. Día tras día, las maneras de confrontar la censura se hacen más numerosas, y es la razón por la cual las instituciones internacionales, como el Parlamento de los Escritores, que defienden la libertad de expresión, tienen un papel significativo.

En este momento, hasta las dictaduras más brutales son conscientes de que es imposible continuar aplicando la censura del mismo modo que en el pasado, por lo que la autocensura es el único medio que tratan de imponer sobre la sociedad a través de métodos comunes. De nuevo quisiera hacer hincapié en la ineficacia creciente de los mecanismos directos de censura y autocensura: es tiempo de apoyar a todos los escritores que sufren presión y persecución, y de combatir a la censura. Para extender la lucha por la libertad de expresión, de imaginación y de creación, es necesario organizar una campaña efectiva contra la autocensura.

Traducción de Gabriela Valenzuela Navarrete
 

Ilustración de Margarita Sada