Bernardo Navarro BenítezŤ
¿Tiene sentido recuperar el Tren Ligero?
Nuestra ciudad vive cotidianamente fuertes tensiones para el traslado de sus habitantes. La razón fundamental radica en que menos de una quinta parte de los viajes requieren de más de 90 por ciento de los automotores, en tanto que más de 80 por ciento de los traslados se efectúan en menos de 5 por ciento de los vehículos. Por ello cualquier ampliación o mejora en la vialidad tiende a saturarse, en ocasiones incluso antes de su inauguración. De esta forma, los más de 20 millones de tramos de viaje que se efectúan cada día en autos particulares, colectivos y taxis ocurren en condiciones crecientes de saturación y congestión vial, con elevados efectos ambientales negativos y pérdida general de la eficiencia del conjunto del sistema de transporte de la metrópoli.
Para contrarrestar la tendencia a la "motorización individual" presente en nuestra ciudad desde la década de los años cincuenta, ha sido necesario impulsar y reforzar las alternativas de transporte colectivo, tanto de propiedad pública como privada y social. El transporte eléctrico fue precisamente una de las iniciativas que se reforzaron durante esos años para dar alternativas eficientes y racionales a la transportación de los capitalinos. Los trolebuses, que constituían la moda en la segunda posguerra, reforzaban las distintas líneas de tranvías que ya circulaban en nuestra ciudad desde 1900, cuando aún gobernaba Porfirio Díaz.
Sin embargo este esfuerzo no logró mantenerse permanentemente y el transporte eléctrico fue decayendo. Sólo ocho décadas después aparecería otra alternativa dentro de estas opciones de transporte eléctrico. Al formar parte del organismo STE, se le denominó Tren Ligero precisamente para distinguirlo del Metro, que constituye una alternativa de transporte "pesado", por el elevado número de pasajeros que por hora y sentido puede trasladar (30 mil o más). Adicionalmente, la designación de Tren Ligero proviene de uno de los aspectos que desde su concepción esta alternativa no atendió cabalmente y que se refiere a su "ligereza y flexibilidad" para integrarse a la circulación y marco urbanos, sin reñir ni competir con el entorno y los flujos alternativos de vehículos, sino que puede coexistir armónicamente con ellos.
Pero, ¿qué sentido tiene recuperar el Tren Ligero si sólo posibilita 60 mil de los más de 13 millones de viajes que se realizan en nuestra ciudad? Más aún, habrá quien se pregunte: ¿por qué destinar presupuestos y subsidios públicos crecientes a una opción de transporte con tan baja carga relativa de usuarios y dudas de su fiabilidad después de los dos accidentes de este año?
Contestemos directamente las preguntas apoyándonos en lo ya señalado. En el plazo inmediato la eficiencia y viabilidad de las opciones de transporte público dependen en alto grado de aquellas, como el Metro y el Tren Ligero, que disponen de vías confinadas posibilitando tiempos más o menos regulares y, lo que es más importante, garantía de desplazamiento durante las horas pico, que cada vez se extienden más. En contraste, las otras alternativas de transporte colectivo compiten minuto a minuto, tramo por tramo y crucero por crucero con los restantes 3 millones de vehículos que congestionan y saturan calles y avenidas.
Pero sobre todo están las razones medioambientales. En una ciudad como la nuestra, que es de las más contaminadas del mundo, el transporte obligadamente debe responder y brindar alternativas a los graves problemas de polución y daños a la salud que se le atribuyen. A mediano y largo plazos las principales metrópolis del mundo le están apostando a los trenes ligeros y al transporte eléctrico en general, sobre otras opciones de transporte urbano y público. Sin la experiencia, infraestructura y capacidades acumuladas en materia de transporte eléctrico nuestra ciudad limitaría sus posibilidades a este respecto.
Como sea, en el presente y en el futuro nuestra ciudad y la metrópoli son impensables sin sus servicios de transporte eléctrico, opciones construidas a lo largo de muchas décadas por mexicanos que las planificaron y desarrollaron considerando con visión y justeza que la sustentabilidad de la metrópoli, que hoy se asegura, sólo es factible con transportes adecuados al medio ambiente y al entorno urbano y social. Con opciones como el Tren Ligero, que hoy requieren de un nuevo convenio social entre autoridades, trabajadores, usuarios y ciudadanos, que garantice su viabilidad durante las décadas por venir.
ŤUniversidad Autónoma Metropolitana