VIERNES Ť 10 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť El filósofo argelino se lanza a la búsqueda de la autenticidad de la obra en un estudio
Jacques Derrida reflexiona sobre arte pictórico y verdad en su reciente libro
Ť Analiza las preguntas fundamentales de la estética, la narración de las obras, el trazo como firma y el color Ť Retoma el debate de Heidegger y Schapiro en torno a Los zapatos, de Van Gogh
MONICA MATEOS-VEGA
El filósofo Jacques Derrida (Argel, 1930), figura clave del pensamiento contemporáneo, da a conocer en México un nuevo libro, en el cual toma como punto de partida al arte para analizar y criticar la filosofía occidental, que ha convertido a la pintura "tanto en modelo como en representación de la propia verdad".
Editado por Paidós -con traducción al español realizada por María Cecilia González y Dardo Scavino-, La verdad en pintura empezó a circular esta semana en el país.
Aborda con amplitud cuatro cuestiones. En primer lugar cuestiona lo verdaderamente pictórico, "en el sentido de lo esencial, lo central o lo específico, por oposición a lo secundario, lo marginal o lo accesorio".
En este punto, Derrida encara eso que Kant llamaba el párergon (marco u ornato) y se pregunta si pertenece o no a una obra de arte, "si es una parte esencial o suplemento adventicio".
Después, el autor se aboca al problema de las pinturas verdaderas o falsas, siempre en sentido filosófico. Es decir, desmenuza el concepto de autenticidad y en qué consiste eso que se ha llamado "el trazo singular del autor", tan buscado por los especialistas.
A propósito de unos dibujos de Valerio Adami, aborda en su segundo ensayo la relación que tiene una obra de arte con una firma, con un "yo".
En tercer lugar reflexiona en torno a la repetición y las series pictóricas; en este caso, la inquietud es Ƒcuándo una pintura es verdadera: cuando es original o cuando es modelo de otra?
Finalmente, analiza a la obra de arte como objeto de un discurso erudito, "pero también de la pintura como lugar en el que la filosofía, por ejemplo, puede encontrar una verdad".
En este punto, presenta un rico debate en torno al cuadro Los zapatos de Vincent Van Gogh, protagonizado en primera instancia por Martin Heidegger y Meyer Schapiro, al cual se suma gustoso.
Lo singular irreductible
En La verdad en pintura el lector se enfrenta nuevamente a las ideas de un filósofo que ante los discursos políticos o las retóricas institucionales y mediáticas propone la urgencia de la ''deconstrucción'', es decir, desmontar o desarticular las piezas de las farsas interpretativas para hurgar en "lo singular irreductible".
Derrida ha aclarado en varias ocasiones que la deconstrucción (término acuñado por él al que asegura "no haber amado jamás"), como tal, "no se reduce a un método o a un análisis. Va más allá de la crítica misma, va siempre con una exigencia afirmativa. Diría incluso que no tiene lugar sin amor".
El autor de La escritura y la diferencia ha combatido diversas corrientes filosóficas sesentayocheras (sobre todo el estructuralismo, el marxismo y el sicoanálisis). En su obra, ha analizado asuntos como la memoria, la mentira o la ausencia de testimonios a la hora de elaborar la historia, ante lo cual ha propuesto repensar la forma de interpretar las pruebas documentales para que ésta cobre mas fuerza.
En este sentido, Derrida señala en la introducción de La verdad en pintura: "Escribo aquí cuatro veces en torno a la pintura. La primera vez, ocupado en plegar la gran cuestión filosófica de la tradición ('ƑQué es el arte?', 'ƑLo bello?', 'ƑLa representación?', 'ƑEl origen de la obra de arte?', etcétera) a la atópica insistente del párergon: ni obra, ni fuera de obra, ni adentro ni afuera, ni arriba ni abajo, el párergon desconcierta toda oposición pero no permanece indeterminado y da lugar a la obra.
"Una segunda vez, más atento al contorno mismo, trato de descifrar... el nombre propio en pintura, la narración, la reproducción técnica, la ideología, el fonema, el biografema, entre otras cosas y siempre en pintura.
"Una tercera vez, volviendo a poner a prueba el trazo como firma, ya sea que pase por el nombre propio llamado patronímico o por el idioma del dibujante que se llama a veces ductus, exploro en sus consecuencias el sistema de la duction (producción, reproducción, inducción, reducción, etc.).
"Una cuarta vez entrelazo todos los hilos... Cuatro veces, entonces, en torno a la pintura, para girar solamente alrededor, en los parajes que nos autorizamos, eso es todo, a reconocer y a contener como los entornos de la obra de arte, sus inmediaciones a lo sumo: cuadro, título, firma, museo, archivo, reproducción, discurso, mercado, en fin: por todas partes donde se legisla sobre el derecho a la pintura marcando el límite, con un trazo de oposición que se quiere indivisible.
"Cuatro veces en torno del color, también, que se cree extranjero al trazo, como si la diferencia cromática no contara.''