VIERNES Ť 10 Ť AGOSTO Ť 2001
MUJER-2Ť Contiene memorias y grabados del artista mexicano

Planos en el tiempo revalora aportaciones de Montenegro

Ť Relata experiencias en Europa y el desdén de muralistas de la época a su trabajo, por la falta de contenido político

MONICA MATEOS-VEGA
 


El pintor Roberto Montenegro (1885-1968) publicó un breve libro de memorias seis años antes de morir. Era 1962. El artista, opacado en el ámbito público por sus colegas muralistas, se sentía un pintor solitario, "cuyo talento podía ser regateado por la crítica y las instituciones oficiales, pero nunca por él y sus verdaderos amigos", señala Miguel Angel Echegaray en el prólogo de una nueva edición de aquellas páginas donde Montenegro quiso ''relatar sucesos de una superficialidad intrascendente'', según palabras del pintor.

Planos en el tiempo es el título de la obra que, en opinión de Echegaray, es una narración interesada en revalorar la propia vida y la trayectoria artística de su autor "y hacerla ostensible a los demás: si la vida es apenas un borrador, el destino es un libro impreso".

El librito, que en 1962 constó de mil ejemplares, está dedicado al coleccionista estadunidense Walter Arensberg, amigo y protector de artistas como Marcel Duchamp, Alfred Atieglitz, el caricaturista mexicano Marius de Zayas, Joseph Stella, Man Ray y Francis Picabia, entre otros. 

La nueva edición, publicada por Artes de México y el Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA), incluye viñetas realizadas por el autor en la época narrada, así como en sus años de vuelta a México luego de una estancia de dos décadas en Europa.

Autobiografía escrita

La historia de Montenegro, contada por él, se inicia con su llegada al Distrito Federal procedente de su natal Guadalajara para estudiar arquitectura. Su interés por la técnica del dibujo y la historia del arte lo encaminan a la Academia de San Carlos, donde coincidió con Diego Rivera, Angel Zárraga, Francisco Goitia y Saturnino Herrán.

Montenegro recuerda su paso por la Revista Moderna, dirigida por Amado Nervo, en la que "publicaba poesías con ilustraciones de (Julio) Ruelas, se reproducían cuadros de los pintores, y a mí me publicaban uno que otro dibujo que me da pena recordar".

Luego de dos años de estudios en San Carlos, Montenegro ganó, junto con Diego Rivera, un concurso para estudiar en Europa. El artista escribió que su primera estancia en Madrid fue ''una época de gran intensidad'' en su formación plástica e intelectual, y confiesa una profunda veneración por los personajes de la época: Ramón del Valle Inclán, Ricardo y Pío Baroja, Gregorio Marañón, Antonio Robles, Manuel y Antonio Machado, Miguel de Unamuno y Juan Ramón Jiménez.

En París se siente perplejo "al llegar y darme cuenta de la transformación que había en el ambiente de esa época, todos mis conocimientos y todas mis inclinaciones, todas mis experiencias, se venían abajo delante del movimiento inesperado que había en la Ciudad Luz.

"La exposición de los independientes, Les Fauves, exposiciones de Picasso, de Braque, desconcertaron mis intenciones, y en un momento de transición me quedé aislado pensando en esa atrevida nueva visión de la pintura que cambiaba todos mis caminos, y sin dejar de admirar, de tener el respeto debido a los grandes maestros de la pintura -los italianos, los españoles, los flamencos-, me sentía llevado por la corriente moderna y descubrí en mí a un revolucionario incipiente".

Su estancia en Europa es la narración de un joven artista en plena formación. Agrega Echegaray: "el joven Montenegro se cuestiona cómo asimilar las nuevas corrientes sin menoscabo de su formación y su apego por la pintura clásica. Preguntas para las que parece no tener solución y que más bien lo paralizan".

Reclamos estéticos y políticos

Montenegro no fue un pintor con intereses e ideas políticas, ni mucho menos un activista o un artista politizado. No obstante, en su relato confiesa haber contribuido con algo a la causa revolucionaria que abrazaron sus colegas mexicanos de visita en Europa: "Mi situación no era de lo más brillante, trabajaba en algunos periódicos y la remuneración era escasa, pero me era muy satisfactorio poder ayudar, aunque fuera pobremente, a la causa de mis conspiradores huéspedes".
 
 

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Cuando regresa al país, la pintura de Montenegro fue desdeñada tanto por razones estéticas como por su carencia de contenidos políticos e ideológicos. "Ambas cuestiones se unieron en una misma desaprobación por parte del muralismo militante. El esteticismo de Montenegro y su extravío político lo dejaban fuera de la escena ocupada por la vanguardia de la pintura pública", se puntualiza en el prólogo de Planos en el tiempo.

Sin embargo, se agrega, "debemos lamentar que no ahondara en esa actitud de cronista de las fiestas exquisitas en palacios venecianos, morbosas y dislocadas reuniones de condesas, marqueses y nuevos millonarios. De no ser tan fuertes sus indecisiones estéticas y políticas, se hubiese podido reconocer como el pintor de nuevas y viejas aristocracias; de los amaneramientos y excentricidades que una feroz condena ideológica deseó eliminar de toda representación pictórica".


 
 
 

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Cuatro muestras de los grabados de Roberto Montenegro que incluye el libro editado por el CNCA