SABADO Ť 11 Ť AGOSTO Ť 2001
Ť Quieren contentarnos con puercos y pollitos: indígenas
Aún habría 15 mil desplazados en Chiapas; la Cruz Roja ya se va
Ť Verán retirarse a la institución internacional como si ya no necesitaran apoyo médico o respaldo para recuperar su tierra
HERMANN BELLINGHAUSEN ENVIADO
San Cristobal de las Casas, Chis., 10 de agosto. El exilio masivo de indígenas, en su mayoría bases de apoyo del EZLN o simpatizantes, sigue sin resolverse. No obstante, el gobierno estatal habla de avances en la "reconciliación" y el Comité Internacional de la Cruz Roja prepara su retiro de Chiapas, se dice que a instancias del gobierno federal, bajo el supuesto de que su asistencia ya no es necesaria.
O sea, ya no necesitan el escudo de la Cruz Roja, ni alimentos y atención médica, mucho menos respaldo para recuperar sus tierras. Espejismos aparte, los 7 mil desplazados en Polhó, Acteal, Xo'yep, Tzajalchen, Nuevo Yibeljoj y San Cristóbal de las Casas, asistidos hasta ahora por la benemérita institución, la verían irse como si su situación de emergencia y precariedad se hubiese solucionado. Y todas las evidencias muestran que no.
Cuatro mil desplazados en la zona norte, según censo reciente del Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, originarios de medio centenar de comunidades, permanecen en sus refugios. Por mencionar los casos más graves: de Limar son 230 familias; de Nuevo Limar, 98 (Tila); de Paraíso, 143; de Jesús Carranza, 84 (Sabanilla), y de Tierra y Libertad, 65 (Yajalón).
La Red de Defensores Comunitarios por los Derechos Humanos, por su parte, dijo hoy a La Jornada tener confirmados 2 mil 100 desplazados en Sabanilla, mil en Tila, 350 en Salto de Agua y 547 en Tumbalá, todo esto en la región chol al norte de la entidad.
En estos recuentos faltan los desplazados más recientes. Pues en 2001 siguen siendo expulsadas las familias prozapatistas en Uzilucum (Chenalhó) y Río Salina Cruz (Marqués de Comillas). Los nuevos desplazados por la violencia paramilitar viven en condiciones más que precarias. En Tzabalhó, 40 expulsados de Uzilucum viven sin casa desde febrero de este año. No reciben atención de la Cruz Roja, de Cáritas ni del gobierno. Decenas de familias de Río Salina Cruz viven ocultas en la frontera con Guatemala.
La justicia sigue pendiente
Los retornos anunciados por el grupo Las Abejas, que han permanecido en San Cristóbal de las Casas desde la masacre de Acteal, y el próximo fin del exilio para la población de Guadalupe Tepeyac, lejos de pavimentar el suelo a interpretaciones triunfalistas sobre una solución del problema, subrayan y actualizan la existencia de miles de desplazados indígenas en la zona de conflicto, que no encuentran condiciones para retornar ni ven resueltas sus demandas de justicia.
Los dos casos mencionados son excepciones. El grupo de Las Abejas que intentará el retorno expresa la decisión de las familias desplazadas de Yaxemel, Puebla, Los Chorros y Chuctic; van por su cuenta y riesgo, pues los paramilitares que los expulsaron siguen ahí, como si nada, amenazantes. En el segundo caso, tuvo que mediar una orden presidencial expresa para que el Ejército federal liberara las tierras y el pueblo de Guadalupe Tepeyac.
Pero este no es el caso de otros 50 grupos y comunidades en similares condiciones de despojo, refugiados en alguna parte de los Altos, la zona norte y la selva. Centenares de familias viven al borde de la intemperie, y cargan la memoria reciente de sus muertos y desaparecidos por la violencia paramilitar. En su estudio Población desplazada en Chiapas, 1999, Gustavo Castro y Onésimo Hidalgo calcularon que los desplazados sumaban más de 21 mil. De estos, 98 por ciento estaban "contra el régimen" y eran prozapatistas o perredistas.
El Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas ha confirmado, en un censo parcial aún sin publicar, la existencia de 2 mil 500 familias, casi 12 mil personas en completo desarraigo. Una fuente de dicho centro comentó a este enviado que "podrían llegar a 15 mil", aceptando que su censo no abarca la totalidad de los campamentos del exilio interno chiapaneco.
Tzotziles, choles, y en menor medida tzeltales y tojolabales, han sido expulsados por la violencia paramilitar y la ocupación del Ejército de sus comunidades. Sólo en Chenalhó hay desplazados de 26 comunidades, Y en Tila, de 12. Pero los hay también en los municipios constitucionales de Sabanilla, Salto de Agua, Tumbalá, Ocosingo, Las Margaritas, La Trinitaria, Yajalón, Tenejapa., Villa de Corzo, Maravilla Tenejapa y Marqués de Comillas (estos dos últimos todavía entre comillas, pues fueron creados por la fiebre contrainsurgente de Albores y su estatuto legal está en veremos).
El nuevo gobierno estatal ha intentado una comisión de reconciliación, con magros resultados. Tanto el CDHFBC como la Red de Defensores Comunitarios refieren que los desplazados rechazan la "reconciliaciónİ sin justicia". Nos quieren contentar con puercos y pollitos, dicen los desplazados de Jolnixtié (Tila).
El gobierno ofrece proyectos productivos y mesas de reconciliación, que no incluyen reparación de los daños (que no indemnización), el desarme de los paramilitares y la aprehensión de los culpables de decenas de muertes. Según la Red, lo único que parecen hacer las mesas es resolver los procesos penales de Paz y Justicia. "Acaban siendo gestores de los paramilitares", refirió una fuente de la Red. Además, "el condicionamiento de los apoyos ofende a los afectados".
Los expulsados de la guerra
Pues cómanse su mierda, al fin y al cabo también es maiz, fue la respuesta del presidente municipal de Villa Corzo a las 13 familias tzeltzales y tzotziles expulsadas de Nuevo Centro Cimarrón cuando acudieron a pedirle apoyo para su subsistencia. Esto ocurrió cuando, expulsados en noviembre de 1998 por priístas armados, los indígenas iniciaron su exilio en la cabecera de dicho municipio, en la zona centro de Chiapas.
"Nos tenían metidos en un cuarto. Allí comíamos, allí cagábamos. No podíamos soportar esa situación", refiere uno de ellos. Por lo tanto, en junio de este año se mudaron al rancho Las Piedritas, cerca de Villaflores. Bajo toldos de plástico de 4x4 metros, sin muros, tienen que pegar sus espaldas entre sí para no mojarse cuando llueve.
La persecución contra ellos comenzó a raíz de que acompañaron a los mil 111 zapatistas que marcharon a la ciudad de México hace tres años. Como primera represalia, las autoridades municipales les quitaron los puestos que tenían en el mercado de Villa Corzo. Los priístas de Cimarrón les arrebataron tierras, casas y animales.
Hoy son los desplazados más pobres de Chiapas (si tal categoría tiene sentido). Poseen un solo cuchillo para todos, unos cuantos platos, la ropa que llevan puesta; comen tostadas y frijol casi de milagro.
En su importante estudio, publicado por el Centro de Investigaciones Económicas y Políticas de Acción Comunitaria (CIEPAC), Hidalgo y Castro señalaban que el desarraigo y la inseguridad en que viven estas familias implican un costo emocional y material muy alto. Y citaban al campesino Alonso Méndez, de Los Chorros, refugiado en San Cristóbal: "Ya no sabemos de dónde somos, porque ya no somos ni de aquí ni de allá, porque aquí no es nuestra tierra, pero tampoco puedo entrar a mi comunidad porque estoy amenazado de muerte por los priístas y paramilitares de Los Chorros".
Aquel trabajo de 1999 abarcaba también a los desplazados de Venustiano Carranza, Huituipán, La Independencia, Chilón, Pantelhó, Tenejapa y otros, que los censos recientes no registran.
Según Hidalgo y Castro, los desplazados representan 5 por ciento de toda la población índígena de Chiapas (y en sus cuentas no consideran el éxodo chamula, que se cuece aparte). Algunos grupos de familias, los menos, han fundado nuevos centros poblacionales en las cañadas, e incluso algunas emigraron a Campeche. Pero en lo esencial, el panorama de violencia impune y despojo se mantiene inalterable.
ƑCuándo podrán volver los de Ejido Progreso (Salto de Agua), Vicente Guerrero (Las Margaritas), o Taniperla (Ocosingo) a sus casas? ƑCuando se investigará y desarmará a los paramilitares de Chenalhó, Tila, Sabanilla, Palenque, Ocosingo? Para miles de indígenas expulsados de sus lugares de origen, el cambio no ha llegado. "Sin justicia no habrá paz", dicen los de Nueva Revolución en Tila (uno de los refugios más amenazados por los paramilitares). Aunque oficialmente no se les llame así, ellos son los deplazados de la guerra que se libra contra los indios de Chiapas.