DOMINGO Ť 12 Ť AGOSTO Ť 2001
HANK
Luis Hernández Navarro
Negocios de familia
De humilde profesor de primaria y vendedor de dulces, a cabeza de uno de los grupos económicos y políticos más influyentes de México, la vida de Carlos Hank González fue, con mucho, el modelo a imitar por los políticos surgidos en la década de los 50. El hijo predilecto de Atlacomulco fue el funcionario público que casi todos los grillos de su generación quisieron ser, el modelo a seguir.
El profesor Hank encarnó la versión nacional del hombre que se hace a sí mismo sobre la base de su esfuerzo y astucia. Su trayectoria se convirtió en la fábula que evidenciaba la posibilidad de ascenso de los pobres a las más altas esferas de la pirámide social, a cuenta de la nómina de la Revolución Mexicana. Sus logros mostraron el triunfo de la dinastía de los hábiles por sobre el derecho de sangre.
Político empresario (y no empresario político, como los nuevos funcionarios gubernamentales), amasó, a pesar de no abandonar hasta el final de su vida la administración pública, una fortuna que, conservadoramente, la revista Forbes calculó en 1993 en mil 300 millones de dólares. Adquisición de bienes y servicios, tráfico de influencias, asignación de concursos para realizar obra pública, información privilegiada le permitieron levantar y apuntalar un imperio de empresas agropecuarias, de maquinaria y herramientas, financieras, de transporte, recreativas, aeronáuticas y energéticas, acompañado por parientes y socios poderosos. En los últimos años, distintas versiones de prensa y del Departamento de Justicia de Estados Unidos asociaron el crecimiento de su fortuna a relaciones con el narcotráfico.
En su carrera se suceden puestos de elección popular, cargos públicos y responsabilidades partidarias. Presidente municipal de Toluca, secretario de Gobernación del estado de México, diputado federal, ejecutivo de Conasupo, delegado del PRI en varios estados, gobernador de su entidad, jefe del Departamento del Distrito Federal, secretario de Turismo, de Agricultura, no pudo, sin embargo, concluir la ruta que llevaba de Atlacomulco a Los Pinos, por culpa del artículo 82 constitucional, que exigía a los presidentes ser hijos de mexicanos. Su capacidad para establecer alianzas fue tan relevante como su generosidad a la hora de gratificar a sus amigos y colaboradores cercanos. Tanto desprendimiento no dejaba de lado, empero, el uso permanente de las herramientas de la coerción. Una de las claves de su éxito en el mundo de la política y los negocios fue la forma en que repartió el "pastel". Periodistas, intelectuales, dirigentes sociales, artistas y políticos fueron colmados con atenciones y obsequios. Quienes asistían a sus fiestas de cumpleaños regresaban con el carro lleno de obsequios. Como secretario de Agricultura, hizo llegar a líderes campesinos tradicionales vaquillas para engorda, ganado de registro y caballos pura sangre, además de invitarlos a realizar negocios provechosos. Así las cosas, no sorprende la poca resistencia real de la mayoría de las organizaciones campesinas nacionales al capítulo agrícola del Tratado de Libre Comercio y a las reformas al artículo 27 constitucional, aprobados cuando él era titular del ramo. Carlos Hank fue uno de grandes beneficiarios de la intervención del Estado mexicano en el campo y, después, de su abandono. Desde Conasupo construyó una formidable plataforma de control político e incubación de negocios que le permitió extender su influencia al sureste mexicano. En la Secretaría de Agricultura forjó relaciones magníficas y mutuamente convenientes con los grandes industriales harineros a partir del retiro del Estado del sector. Fue el responsable de la organización de las elecciones presidenciales de 1994 en el medio rural, utilizando un nuevo programa económico: Procampo. Cuatro hechos contuvieron en los últimos años la expansión de su imperio. En enero de 1994, la rebelión chiapaneca deslegitimó su papel en la política mexicana y se convirtió en un factor disruptivo en el sureste, territorio estratégico de su grupo. Tres meses después, la sospecha sobre su participación en el asesinato de Luis Donaldo Colosio, divulgada por algunos medios de comunicación, hizo crecer su descrédito en amplios sectores de la opinión pública. En 1997, el triunfo cardenista en el Distrito Federal le hizo perder una de sus principales bases de operaciones y de negocios. Finalmente, sus presuntas relaciones con el narcotráfico, el asesinato del periodista Héctor Félix a manos de guardaespaldas de su hijo Jorge, la sospecha de que el Banco Nacional de Laredo servía para lavar dinero y sus crecientes problemas con la justicia estadunidense en la Operación Tigre Blanco lo colocaron en una muy difícil situación política. Sin embargo, ni esos tropiezos ni el triunfo de Vicente Fox provocaron la desaparición de su grupo. Como lo demuestra el reciente triunfo de Roberto Madrazo en Tabasco, con su muerte no termina una era: sólo desaparece el capo.