MARTES Ť 14 Ť AGOSTO Ť 2001
CLASE POLITICA
Miguel Angel Rivera
EL INGENIO DE San Cristóbal, en Veracruz, era el orgullo de la industria azucarera nacional, y se le llegó a considerar el más grande del mundo. Ahora está cerrado y deja en la incertidumbre económica a más de medio millón de personas, dependientes directa o indirectamente.
POR SI SOLO es un problema financiero y social de grandes dimensiones, pero representa apenas una parte de otro fenómeno igualmente negativo y de alcance nacional: la crisis de la industria azucarera.
EN EL CRECIMIENTO de este grave problema todos tiene su parte de culpa: el gobierno, los empresarios y tal vez hasta los trabajadores, pero sobre todo es una manifestación clara del impacto negativo que siempre ha tenido en el desarrollo nacional la dependencia del extranjero.
AL SALIR CUBA de la esfera de influencia de Estados Unidos, cuando triunfó la revolución encabezada por Fidel Castro, los capitalistas afectados trasladaron parte de sus intereses a México, alentados por sus socios estadunidenses, que fomentaron el incremento de la producción de azúcar fuera de Cuba, como una forma de cortarle fuentes de ingreso a los odiados comunistas que gobernaban la isla.
MEDIANTE PROMESAS Y algunas veces bajo presión, muchos campesinos mexicanos fueron orillados a dedicar sus mejores tierras a la producción de caña. Precios de garantía casi siempre por arriba de las cotizaciones internacionales y otros incentivos permitieron que los trabajadores de los ingenios mejoraran salarios y prestaciones, hasta ubicarse entre los "privilegiados" del régimen. Precisamente las protestas de las últimas semanas en la ciudad de México fueron organizadas por los trabajadores azucareros, en virtud de que no han recibido las utilidades que percibían cada zafra y que los industriales no han cubierto alegando problemas financieros.
TAL VEZ ESO fue lo único bueno del "auge" de la industria azucarera mexicana, pues paralelamente los industriales se dedicaron a traspasar sus utilidades a otros negocios o a sus cuentas personales. La aparente bonanza la pagaba el erario con multimillonarios subsidios, parte de los cuales fueron a parar también a los bolsillos de funcionarios corruptos.
LA INDUSTRIA NACIONAL está descapitalizada, sus instalaciones son obsoletas y por lo mismo no puede competir en un mercado abierto, como el que nació con la entrada en vigor del TLC con Canadá y Estados Unidos.
CON UN MERCADO abierto las industrias que utilizan el azúcar como materia prima -entre ellas las trasnacionales refresqueras que durante largo tiempo se beneficiaron de los subsidios oficiales- optaron por sustituirla por fructosa, un producto abundante y barato en Estados Unidos.
LOS INDUSTRIALES MEXICANOS se quejaron de prácticas comerciales inequitativas. El gobierno nacional les concedió la razón e impuso aranceles compensatorios a las importaciones de fructosa.
A SU VEZ, los productores norteamericanos recurrieron a sus autoridades y a la Organización Mundial de Comercio. El gobierno mexicano realizó una débil e ineficiente defensa. Ganaron los productores de fructosa y ahora el gobierno mexicano deberá reintegrarles lo que les cobró en exceso.
LA INDUSTRIA MEXICANA, por el contrario, sigue en picada. Ya no es de interés estratégico para Estados Unidos.