martes Ť 14 Ť agosto Ť 2001
Luis Hernández Navarro
Los pleitos de la quenique
La Confederación Nacional Campesina (CNC) quiere ser diferente a lo que ha sido durante 64 años. Fundada como organización corporativa en agosto de 1938 en el marco de la reforma agraria cardenista que repartió 18.3 millones de hectáreas a más de un millón de campesinos, acordó este fin de semana transformarse en una fuerza opositora.
La CNC es la organización agraria más importante del PRI y uno de los instrumentos más eficientes para organizar el voto rural. Apoyó incondicionalmente a los gobiernos de la Revolución Mexicana y a cambio obtuvo los recursos económicos para su funcionamiento e importantes posiciones políticas.
No es la primera vez que la quenique -es decir, la CNC- busca mudar su identidad. Lo hizo durante el gobierno de Luis Echeverría bajo la conducción del grupo de Augusto Gómez Villanueva, secretario general de la confederación entre 1967 y 1970, utilizando la nueva Ley Agraria y la intervención creciente del Estado en el agro. La mutación fue exitosa, al punto de que los dirigentes de entonces han conservado casi ininterrumpidamente el control de la organización durante tres décadas.
Lo intentó también durante el periodo de Carlos Salinas de Gortari el grupo de Hugo Andrés Araujo. En lugar de ser una central dependiente de las Ligas de Comunidades agrarias de cada estado, controladas por los gobernadores, se procuró "modernizar" privilegiando la organización en ramas productivas y empresas campesinas. El proyecto se agotó con el sexenio salinista.
El destino que tenga la refundación de la CNC es clave para el PRI. Es en el mundo rural donde ese partido conserva su principal reserva de votos. Los líderes cenecistas han sido parte fundamental de la clase política mexicana. A través de ellos se construyeron y operaron las correas de transmisión entre el Estado mexicano y el agro. Personajes como Víctor Cervera Pacheco, Beatriz Paredes, Augusto Gómez Villanueva y Maximiliano Silerio han sido diputados, senadores, gobernadores y funcionarios públicos. Han administrado los beneficios de la reforma agraria y de los programas de desarrollo de las agencias gubernamentales que trabajan en el medio rural convirtiéndolos en una fuente de lealtad y control político.
Sin embargo, es incierto aún el resultado final de la reforma de la campesina. Cinco gobernadores con fuerza política (estado de México, Oaxaca, Tamaulipas, Colima y San Luis Potosí) y muchos dirigentes nacionales objetan la reforma, así como la relección de Heladio Ramírez al frente de la confederación, disfrazada de nombramiento del cargo de presidente. Una de las normas que había mantenido la estabilidad de la organización era la alternancia de sus dirigentes en las posiciones claves y ahora se rompió.
El pleito por el liderazgo de la CNC está asociado a la disputa por el control del PRI. No porque los grupos en pugna respondan directamente a los intereses de Roberto Madrazo o de Francisco Labastida, sino porque la guerra por el partido ha roto los tradicionales mecanismos de control y facilitado la libertad de acción de los dirigentes campesinos. Quien represente a la confederación tendrá un amplio margen de negociación dentro del tricolor.
La CNC "refundada" acordó ampliar los márgenes de autonomía de la organización social con respecto al partido, establecer una nueva relación con el gobierno, defender la propiedad social y buscar la revisión de los capítulos agropecuarios y forestales del Tratado de Libre Comercio. En los hechos pretende construir una plataforma de poder para Heladio Ramírez y su grupo.
La reforma de la CNC no tiene que ver con la democracia. La democratización de la confederación no es un problema que preocupe a la mayoría de quienes están dentro de ella, sino a sus críticos. La cuestión central en juego es, y ha sido, quién tiene el control y para quién trabaja.
Una transformación sustantiva de la campesina parece imposible. Podrá, sí, marcar su distancia del gobierno, en mucho, porque la nueva administración la ha establecido de ella, pero no convertirse en una organización representativa de los campesinos.
Las Ligas de Comunidades Agrarias continúan bajo el control de los gobernadores del PRI, que son, además, quienes las financian. Muchos de los más nefastos cacicazgos regionales que existen en el país se refugian en las siglas de esta organización. La mayoría de sus asociaciones por ramas productivas y empresas está en crisis, y las que funcionan lo hacen sobre la base de la corrupción y los apoyos gubernamentales.
El nombramiento de Heladio Ramírez como presidente cenecista augura una época de pleitos internos. Ninguno de los grupos que aspira a conducirla y que quedó "fuera de la jugada" o de quienes pelean el control del partido pueden aceptar el desenlace de este fin de semana. Los vientos de tormenta que han soplado estos últimos días no cesarán. La vieja CNC murió, la nueva aún no nace.