martes Ť 14 Ť agosto Ť 2001

Alberto Aziz Nassif

šQué semana!

El PRI gana la gubernatura de Tabasco; los grupos radicales de guerrilla urbana hacen explotar en el Distrito Federal petardos en tres sucursales de Banamex; las listas de Fobaproa salen finalmente a la luz pública y el PRD las sube a Internet; varias organizaciones campesinas marchan al Distrito Federal, donde protestan por la política agraria; Oscar Espinosa Villarreal regresa a México con un amparo en la bolsa; un grupo de 20 gobernadores fija su postura y pide más recursos del proyecto de reforma fiscal; muere Carlos Hank González, último emblema del viejo priísmo jurásico. Estos acontecimientos son una pequeña muestra del rompecabezas nacional.

A simple vista tenemos varias expresiones del viejo régimen, de un sistema político que usó y abusó del poder y, lo más grave, que lo sigue haciendo, porque todavía no hay las reglas y las instituciones que puedan desarticularlo y detenerlo. Ese viejo sistema político aparece en la vida cotidiana todos los días y sus rasgos se ven a simple vista. Es el poder priísta que sufrió tan duro golpe que lo tiró al suelo el 2 de julio del 2000, pero hay señales de que se ha vuelto a levantar. Los expedientes de la gran corrupción con la que opera ese sistema siguen vivos y libres: algunos están en una cárcel de Australia, como Cabal Peniche; otros están amparados, es el caso de Espinosa Villarreal. Los casos de Fobaproa salen a la luz pública y expresan el desastre de un sistema político y financiero sin mecanismos eficientes de vigilancia y control. Pero algunos de los beneficiados de ese sistema siguen activos en la vida pública, el ejemplo es Roberto Madrazo, cuyo motor para hacer política es la vieja combinación de poder y dinero, de puestos públicos y negocios privados; la receta que Carlos Hank González llevó casi a la perfección: de simple profesor llegó a tener -según cifras estimadas en 1993 por la revista Forbes- una fortuna de mil 300 millones de pesos. Seguramente por eso el arzobispo Norberto Rivera dijo en la misa de cuerpo presente: "supo administrar y multiplicar los bienes que Dios le dio" (La Jornada, 13/8/01).

Esa forma de hacer política en la cual las piezas claves son los negocios privados desde lo público, cubiertos de impunidad y protegidos por un sistema incapaz de pedir cuentas a sus gobernantes, no ha terminado, y a pesar de tener atenuantes en los espacios ganados por la oposición, no se puede cantar victoria, porque no existen todavía los mecanismos para detener los abusos del poder. Ese PRI sigue vivo y Tabasco es un ejemplo.

Ahora que los iconos de ese sistema han muerto, ya se mueven los que van al relevo, el nuevo jurásico. De una generación a otra siguen tan campantes como si los cambios del México actual no los tocaran; sólo modifican algunas piezas del discurso político: antes todos eran orgullosamente "revolucionarios", hoy todos son auténticamente "democráticos". El hilo es delgado, pero conforma las piezas de un sistema que junta los negocios chuecos en el Fobaproa con los fraudes de Cabal, Espinosa, etcétera, etcétera, con reglas flexibles que permiten ese tipo de abusos y cuyo castigo se ve diluido.

La herencia de las últimas décadas crece y ahora le tocó expresarse al campo, cuya crisis crece año con año; al abandono y la descapitalización siguió el cambio constitucional del artículo 27 y el remate de una adversa política de apertura comercial indiscriminada. Ahora el reto es para el gobierno de Fox, que necesita distinguir entre los problemas reales del campo y los manejos políticos de las asociaciones que controlan campesinos, para empezar a establecer soluciones. Los petardos contra Banamex vienen a incrementar el río revuelto y añaden una preocupación que necesita traducirse en atención y sensibilidad del gobierno ante estas expresiones violentas que pueden crecer.

Viejo régimen y nuevas expresiones van de la mano. Una lectura de los últimos comicios es que el PRI se recupera del 2 de julio, lo cual es sólo cierto parcialmente, porque de los diez procesos que ha habido, sólo ganó una gubernatura y perdió cuatro; sin embargo, en otros estados (Veracruz, Durango, Oaxaca, Chihuahua y Aguascalientes) parece que repunta, pero lo hace sobre una gran abstención, en porcentajes que van de 60 a 65 por ciento; lo cual significa que los ciudadanos tienen otras preocupaciones y prácticamente sólo el voto duro acompaña a los partidos; el PRI es el que más sufragios acumula en esta categoría.

No se trata de hacer cacería de brujas, ni de simplemente aplicar la ley; se necesitan también mejores reglas. El nuevo país surge entretejido con las expresiones de un viejo régimen que sigue vivo.