miercoles Ť 15 Ť agosto Ť 2001

José Steinsleger

Corrupción, corruptometría y corruptólogos

Un fantasma recorre los países del mundo pobre: el fantasma de la "lucha contra la corrupción". Desde que el impoluto Banco Mundial nos hizo acreedores de una sentencia más corrosiva que los estragos de la deuda externa -"somos pobres porque somos corruptos"- hemos venido internalizando la idea de que la corrupción siempre estará con "nosotros, los pobres".

ƑDesde qué lugar y en relación a qué se mide la corrupción institucional? ƑDesde la famosa inside information que se obtiene de la relación con funcionarios cercanos a los datos y a las decisiones inminentes de un gobierno o con ejemplos como el del vigilante cubano Jesús Fernández Curbelo, que en La Habana vieja se encontró con 28 mil dólares de un turista y lo buscó para devolverlos?

La "lucha contra la corrupción" se ha convertido en otro gran negocio de la globalización económica. Y al igual que con los "certificados de democracia" y de "lucha contra el narcotráfico" el Banco Mundial fortalece los mecanismos del chantaje moral a los gobiernos: "si no me ajustas al banquero fulano -hundido por la competencia- digo que eres corrupto. Si no me encarcelas al funcionario zutano -que metió la mano más allá de lo convenido- te desacredito frente a los inversionistas extranjeros".

El economista Robert Klitgaard, autor de Controlando la corrupción, dice: "En algunos países en desarrollo, la corrupción se ha vuelto parte del sistema" (Ed. Sudamericana, Buenos Aires, 1994).

Klitgaard no dijo: "la corrupción es el sistema". Dijo lo que leímos: que es "parte del sistema". ƑDe haber dicho lo primero hubiese incurrido en desviación populista? "La corrupción -agrega- es uno de los principales problemas en el mundo en desarrollo". Para arribar a esta compleja y elaborada síntesis de la realidad, el "experto" estudió años en Harvard, Yale y hoy presta asesoría sobre el tema a 25 gobiernos del mundo.

En el libro, el sapientísimo autor se remonta a la época en que el brahmán de Chandragupta, que vivió hace 2 mil 300 años, escribió una lista de "por lo menos 40 formas" de obtener dinero del gobierno de modo fraudulento. Y también nos habla de Abdul Rahman Ibn Khaldum, alguien que existió en el siglo 14 y que luego de meditar y meditar aseguró que la causa fundamental de la corrupción es la "...pasión por la vida lujosa dentro del grupo gobernante". Vaya.

Para Klitgaard (y lo cito porque es un modo de resumir lo que piensan muchos corruptólogos y expertos en corruptometría) la única forma de combatir la corrupción consistiría en "abrir la mente..." y despojarse de "ciertos prejuicios" que se pudieran haber elaborado sobre el tema.

O sea que si usted cree que el modelo financiero nacional e internacional es responsable de la catastrófica liquidación de activos nacionales devaluados en beneficio de firmas extranjeras depredadoras, su cacumen ha sido cautivo de los "prejuicios" y de la cerrazón mental.

šEn modo alguno! La lucha contra la corrupción debe empezar por el ladrón de gallinas, por el joven que nos cambia el directorio telefónico y se queda esperando "p'al refresco", por el cartero que nos pide unas monedas para festejar su día y jamás de los jamases señalar que los bancos de Estados Unidos y de Europa lavan 500 mil millones de dólares anuales bajo el paraguas del "secreto bancario".

El Banco Mundial y organismos como Transparencia Internacional aseguran que del combate contra la corrupción -"mal universal"- dependen nuestros éxitos y prosperidad materiales. Y los inversionistas se guían por lo que informa este que se dice "apolítico" y mide nuestro "índice de corrupción institucional".

Como las morales de tipo beato, que crían hongos venenosos, los informes anuales de Transparencia Internacional parten de una idea hipócrita y falaz: "todos somos corruptos". Pero su propósito no apunta a poner en evidencia el enriquecimiento ilícito de un sistema que cultiva la impotencia y la desesperanza sino a ponderar a los negociantes "de éxito" que se engríen, más que de su dinero, de su sinuosa y rampante astucia.

En la lucha contra la corrupción, el modo se agradece tanto o más que el beneficio. Por eso Gulliver fue objeto de reproche cuando con una meada apagó el incendio del palacio imperial de Liliput.