MIERCOLES Ť 15 Ť AGOSTO Ť 2001
ZIG-ZAG
Mauricio Ortiz
Acerca de viajar
VIAJAR ES UNA larga cadena de penurias, interrumpida aquí y allá por discretas epifanías. Carreteras interminables, topes por cientos y hasta millares, mucha suela de zapato, comida a deshoras y a menudo poca. A diferencia de la vida cotidiana, protegida como sin sentirlo de todas las inclemencias, el que viaja se encuentra a merced de los elementos. Además del calor sofocante, en la vereda tropical ha de hacerse frente a una variedad de seres vivos: maleza inhóspita, cabras y burros, perros, serpientes, alacranes y, pesadilla de pesadillas, los odiosos mosquitos. Si el zumbido permite cerrar los párpados y sopla aunque sea una pequeña brisa nocturna, la dureza o excesiva blandura de los cambiantes colchones será suficiente para evitar el descanso pleno a que te hizo merecedor la ardua jornada.
DEL DINERO NI hablar, comienza a tirarse al cerrar la puerta de casa. La gasolina está muy cara y las casetas más, y entonces cualquier descompostura, un poco de agua y alguna golosina. El camión ya tampoco es tan barato como solía. El avión no figura entre las opciones de la mayoría.
LOS TRENES YA no cuentan en el país, para dolor de los nostálgicos que alguna vez hicimos 72 horas de México a Oaxaca. Aquello era viajar, diría el anciano. Se bajaba uno a cortar mangos, todos los pasajeros sentados a la sombra mientras quién sabe qué pasaba con la máquina o la vía. Daba tiempo para conversar, leer, caminar, y hasta para sacar el anafre y echarse una siesta.
PASAR LA NOCHE en Oaxaca podía costar el equivalente a lo que hoy son cinco pesos. La gama de hoteles llegaba a una azotea pelona para tenderse a dormir bajo los frondosos árboles del centro. Y amanecer, hay que decirlo, cagado por los pájaros.
PRIMERA EPIFANIA, A poco de llegar a la ciudad: el amarillo de doña Elpidia.
CRUZAR LA SIERRA MADRE del Sur hacia la costa, lo que en sus tiempos tomaba más de 12 horas por una terracería estrechísima al borde de los desfiladeros, hoy implica no menos de seis en una carretera a tramos buena, a tramos deslavada, a tramos interrumpida.
SEGUNDA EPIFANIA: una milpa sembrada a prácticamente noventa grados de la horizontal en una inmensa ladera. En lo alto de todo, San José Pacífico y las comunidades vecinas cuelgan de la montaña con sus diminutas casas de madera y su imposible lejanía. Parada del viajero a medio camino: restaurantes de ambiente rústico, baños, vista.
LAS CURVAS INTERMINABLES de la región cafetalera terminan por marear a los pasajeros. Muy convenientes son dos restaurancitos de vista imponente. Desde sus balcones se ve, a muchos kilómetros de distancia todavía, el océano Pacífico. Tercer brillo de luz a pesar de las náuseas.
CUANDO EL PROPOSITO del viaje es el viaje mismo, no sólo se toleran las penurias, sino se buscan: en la misma proporción ocurren las epifanías.
mauriciortix@hotmail,com