LA RECESION INNEGABLE
Los
indicadores dados a conocer esta semana no dejan lugar a dudas: el país
ha entrado en una etapa de crecimiento nulo, si se comparan los resultados
del segundo trimestre con el mismo periodo del año pasado. Por lo
que hace a las perspectivas de desarrollo anualizado, éstas no dejan
de reducirse y hoy se dice que el crecimiento del PIB puede ser inferior
en apenas unas décimas de punto porcentual.
Si se considera el crecimiento demográfico, el
resultado será una masa económica menor para una población
más numerosa: la segunda será, en suma, más pobre
que el año pasado, por lo que la gran mayoría de la gente
habrá de vivir un empobrecimiento neto.
Estos números amargos obligan a recordar lo ocurrido
en forma sistemática en los últimos arranques de sexenio
priístas, en los que el país debía reconstruirse de
sucesivos desastres administrativos, de torpezas en el manejo económico
o de saqueos más o menos sistemáticos por parte de la clase
política y de sus socios empresariales.
Ciertamente, y a diferencia de lo ocurrido en 1976, 1982,
1988 y 1994, en esta ocasión los factores principales de la recesión
no parecen encontrarse en un deficiente manejo gubernamental de la economía,
sino en elementos externos, el principal de los cuales es, sin duda, la
desaceleración de la economía en Estados Unidos, principal
socio comercial y mercado para la producción mexicana.
Pero si las actuales autoridades se empeñan en
minimizar la gravedad del actual estancamiento podrían contribuir
a profundizarlo y prolongarlo, así como a incrementar sus dolorosos
costos sociales.
Reconocer el tamaño de la contingencia sería
el primer paso necesario para contrarrestarla, en la medida de lo posible,
contribuyendo a reactivar el mercado nacional, y la economía en
general, por medio de los presupuestos estatales y mediante disposiciones
que lleven a las instituciones financieras privatizadas a realizar la que
debiera ser una de sus tareas centrales, por más que lleve lustros
sin cumplirla: otorgar créditos a la industria y a particulares.
Es cierto que, bajo las actuales reglas de la globalización
generalizada, los gobiernos no cuentan con grandes márgenes de acción
en materia económica, pero aun así las autoridades nacionales
disponen de los mecanismos necesarios para atenuar las consecuencias del
entorno internacional recesivo alentando la producción y el mercado
nacionales. |