REPORTAJE
Entrevista con la sexóloga Beverly Whipple, autora del libro El punto G
Para ser consciente de lo que nos gusta en el sexo, yo sugiero hablar, hablar y hablar
MARIA RIVERA
Ni todos los caminos conducen al punto G ni la sexualidad es cosa de recetas. En los ochenta, el descubrimiento de una pequeña área de la pared frontal de la vagina -que al ser estimulada adecuadamente desencadena más fuegos artificiales que un 15 de septiembre- causó una auténtica revolución.
Parecía la clave para develar el misterio del placer. El problema es que el paraíso estaba en un sitio recóndito, prácticamente inaccesible. Los que han logrado acceder al intrincado lugar van por la vida con sonrisa de iniciados, pero la mayoría terminó sus pesquisas con tortícolis o más perdido que un taxista capitalino sin Guía Roji.
Durante la conferencia En busca de la plenitud, más allá del punto G, celebrada en el World Trade Center, Beverly Whipple, autora del hallazgo y actual vicepresidenta de la Asociación Mundial de Sexología, presentó una visión más integral de la sexualidad. Si bien confirmó que el sitio de marras existe y ofreció algunas coordenadas para localizarlo, también indicó que las sensaciones placenteras no sólo varían de una persona a otra, sino que se modifican en un mismo individuo según el momento.
Por lo tanto pidió que cada uno se conozca en el terreno de la sexualidad, para que después comparta esta información con su pareja. En resumen, llamó a romper la conspiración del silencio que rodea el tema del placer. "Los hombres no saben qué hacer con las mujeres y ellas no quieren decirles lo que quieren para no dañar su ego, así que todos nos quedamos sin información. Las personas deben estar conscientes de lo que les gusta para después comunicárselo a su compañero, así que si de prescripciones se tratara yo sugeriría: hablar, hablar, hablar."
En entrevista la sexóloga explicó que si bien en otras culturas la sexualidad siempre ha sido vista con naturalidad, en Occidente las investigaciones serias en torno del tema tienen apenas un siglo. "La mayoría de las sociedades nos permiten hablar y experimentar dolor, pero no aceptan lo mismo con el placer. En inglés existen más de 100 expresiones para nombrar lo doloroso, pero sólo 15 palabras para definir lo placentero." Además, señala, gran parte del conocimiento que existía hasta fechas recientes se basaba en estudios sobre la respuesta sexual masculina, porque la mayoría de los científicos son hombres. Y no ha sido hasta que las mujeres abordaron este campo que los detonantes del goce femenino comenzaron a ser desentrañados.
Diferentes tipos de orgasmos
Las afirmaciones de Freud, a principios del siglo pasado, de que la libido era causante de buena parte de la conducta humana, produjeron gran escándalo. Sin embargo, con el tiempo sus planteamientos no sólo se volvieron parte del lenguaje cotidiano sino dogmas de fe. Durante décadas el orgasmo "normal" fue el vaginal. La primera en cuestionar este punto de vista fue la sicoanalista Karen Horney, pero no fue hasta los años 50 cuando Alfred Kinsey puso en entredicho esa visión, al afirmar que millones de mujeres experimentaban el placer por medio del clítoris. Más tarde los estudios de Masters y Johnson reforzaron esta postura. Y cuando el tema parecía agotado, los investigadores John Perry y Beverly Whipple revelaron en 1980 que existía otro tipo de respuesta sexual. Reportaron que en la vagina había un lugar "extremadamente sensible a la presión fuerte", que bajo estímulo adecuado lograba desencadenar orgasmos en serie. Además, dieron a conocer la existencia de la eyaculación femenina y la relación entre la fuerza del músculo pubococcígeo de una mujer y su capacidad orgásmica.
Pero sus aportaciones no se circunscribieron al género femenino, también informaron de la existencia de un punto G masculino. En resumen, explicaron que existen varias clases de orgasmos en hombres y mujeres: en las mujeres existen el vulvar, que se desencadena en el clítoris; el uterino, que se produce durante el acto sexual, y una combinación de ambos, mientras que en los hombres existe uno producido en el miembro y otro en la próstata.
Estos hallazgos provocaron de inmediato un fenómeno cultural. El libro donde se dieron a conocer estas investigaciones -El Punto G y otros descubrimientos recientes sobre sexualidad- fue traducido rápidamente a 19 idiomas, y medio mundo se dio a la tarea de encontrar la fuente del placer, como si de un tesoro escondido se tratara. Con la irrupción del sida, en la mitad de la década de los ochenta, las búsquedas decayeron, pero ahora que al menos en los países desarrollados se ha perdido el temor a los efectos mortales de la enfermedad ha regresado el espíritu aventurero, aunque más atenuado.
También con el tiempo, la postura de la doctora Whipple ha adquirido matices. La actividad sexual debe ser una experiencia agradable y no una actuación que exija un resultado concreto, sostiene, y también llama a rechazar tiranías como la del orgasmo o la actividad sexual obligatoria. Y sobre todo pide que "no vayamos a establecer ahora otra en la que imperen el punto G y los orgasmos múltiples". Indica que si bien todos somos seres sexuales desde el momento en que nacemos hasta que morimos, cada quien debe decidir cómo expresar su sexualidad. Y que cuando hablamos de esta faceta del ser humano debemos referirnos a la totalidad de las cualidades que implica, no sólo a la genitalidad.
Al que no habla Dios no lo oye
Sobre la experiencia sexual indica que existen dos puntos de vista contrapuestos. Mientras uno está dirigido a metas, el otro lo está al placer. El primero, compartido mayoritariamente por los hombres, la doctora Whipple lo explica como una escalera donde cada escalón lleva a otro, y al final está el orgasmo. Los que tienen esta orientación no se sienten bien si no llegan al final de camino. En cambio para que los que se dirigen al placer, por lo general mujeres, cualquier actividad la ven como un fin en sí misma. Un beso o un abrazo no son vistos como un paso para lograr algo más. "Cuando un sexo se dirige a metas y el otro al placer y no son conscientes y no lo comunican, hay problemas en la pareja. Por eso es importante conocerse, saber qué quiere y disfruta uno sexualmente y qué le gusta al compañero. Necesitamos ser abiertos para entender que hay muchas formas de experimentar el goce."
En resumen, indica la investigadora, tenemos que volver a considerar nuestra noción de orgasmo y para esto hay que escuchar las voces femeninas, qué es lo que dicen acerca del placer. "Mientras a ellas se les educa con una alta prioridad en cuanto a caricias y tacto, más que en la actividad sexual, a los hombres se les forma ajenos a las cariños. Por eso durante sus relaciones sexuales tienen distintas prioridades. Cuando estamos en la intimidad, muchas veces pensamos: me gustaría que hiciera esto o aquello pero no decimos nada, nos quedamos callados. Hay que estar conscientes de lo que nos gusta o nos da placer sexual para después decírselo al otro lo más claramente posible."
Durante casi 40 años, esta sexóloga cuyos trabajos han sido publicados en los más importantes medios especializados del mundo, ha luchado por ofrecer información para que las mujeres se sientan bien consigo mismas como seres sensuales y sexuales -"cualquier mujer puede acceder al placer si se da permiso de experimentar hasta llegar a conocer su cuerpo"- y para que los hombres sepan que sus compañeras no sólo responden cuando les aprietan un botoncito, sino que tienen muchas maneras de acceder a la satisfacción.
Sin embargo, más allá de las sutilezas de la sexóloga, el espíritu que rondaba la conferencia del World Trade Center era cómo localizar la zona del goce, de ser posible con mapa incluido. A la salida del auditorio una encuestadora preguntaba a los asistentes si ya habían localizado su punto G. Uno de plano respondió con una parodia de la frase histórica del general Pedro María Anaya, durante la invasión estadunidense de 1847, cuando le preguntaron dónde estaban las municiones. "Si lo hubiera encontrado, señorita, ¡ni usted ni yo estaríamos aquí...!"
Cómo encontrar el Punto G y no morir en el intento es cosa fácil según la doctora Beverly Whipple, divulgadora de este hallazgo. Explica que su localización es difícil por estar situado en la pared frontal de la vagina, de ahí que la colaboración de un compañero es más que útil: esencial.
El punto Gräfenberg -llamado así en honor del ginecólogo alemán que lo descubrió- se encuentra localizado a medio camino entre la parte posterior del hueso del pubis y la cara anterior del cuello del útero. Al ser presionada con fuerza esta área empieza a congestionarse, de una forma similar a un pene en erección, hasta desencadenar uno o varios orgasmos. Ese tejido es una glándula, conocida como parauretral, que segrega un fluido parecido a la eyaculación masculina. En la mayoría de las mujeres el líquido se queda en la uretra y es expulsado junto con la orina, pero en otras sale durante el orgasmo.
La forma tradicional de copulación, también conocida como de misionero, con el hombre encima de la mujer, no permite la estimulación del punto G, indica la sexóloga, por lo que aquellos que prentendan localizar esta zona tendrán que cambiar de rutina. Ella sugiere como las posiciones más propicias la de la mujer encima del hombre, porque permite moverse de tal manera que el miembro del hombre entra en contacto con el punto G de su compañera, o la posición a posteriori (en la que el hombre penetra la vagina por atrás).
Localizar el Punto G masculino tampoco es sencillo. Y también ellos necesitan ayuda. Entre el escroto y el ano hay un tejido -también conocido como glándula prostática- que al ser comprimido firmemente desde afuera puede desencadenar un orgasmo. Cuando la próstata es estimulada de esta forma hasta la eyaculación el líquido suele fluir más suavemente que durante una emisión normal. Otra manera de estimulación es mediante la introducción de un objeto.
Pero para la doctora Whipple más importante que el punto G es su descubrimiento de que unos músculos pelvianos en buen estado están directamente relacionados, tanto en hombres como en mujeres, con la capacidad de lograr orgasmos múltiples. El músculo pubococcígeo -el que permite la interrupción de la emisión de orina en la mujer- debe contraerse y distenderse diariamente, como si de una rutina de ejercicios se tratara. A los hombres les sugiere colocarse un pañuelo facial encima del órgano sexual y tratar de moverlo hacia arriba y hacia abajo. Una vez dominado el movimiento pide colocar mayor peso, mediante un pañuelo y más adelante una toalla, hasta lograr el tono muscular adecuado.
Para mayores detalles está el libro El Punto G y otros descubrimientos recientes sobre sexualidad, publicado por la editorial Grijalbo. La doctora Whipple regresará a México a impartir una serie de conferencias los días 22 y 23 del presente mes. En la primera jornada ofrecerá una charla a especialistas y la siguiente será a público abierto en el Hospital General; mayores informes al teléfono de El Armario Abierto, 5286-0895.
MARIA RIVERA