lunes Ť 20 Ť agosto Ť 2001

Armando Labra M.

El cambio. Ocuparse, preocuparse

Hay que ser realistas: de la economía no hay que preocuparse. Más bien hay que ocuparse y ya. Si la economía creció en 0 por ciento, quiere decir que en verdad retrocede porque cualquiera sabe que toda actividad productiva, comercial o financiera que se pasma no se detiene, sino que se desgasta, decae, va para atrás.

Si además resulta que los precios decrecen (-0.26 por ciento en julio), lo que tenemos no es un atoroncito, sino un horizonte recesivo por falta de inversiones productivas y de consumo, y nada más torpe e ineficaz que negarlo o minimizarlo. En vez de seguir esperando qué peor noticia se nos informa mañana, las autoridades deberían dilucidar y explicar, ya, hoy, cómo van a provocar la reanimación de la economía.

No es fácil. Nunca ha sido, pero ahora, menos. Si uno acude al Plan Nacional de Desarrollo en cualquiera de sus expresiones, jamás encontrará soluciones. Si uno acude al auténtico y verdadero plan que rige nuestros destinos, el que escribió el Banco Mundial (BM) para nosotros y que se llama Una agenda integral de desarrollo para la nueva era, encontrará todas las advertencias, pero ninguna solución pertinente. El BM da por supuesto que se prolongará intocada la política seguida desde hace 20 años y que con eso basta. Y pues no, se ve que no sólo no basta, sino más bien šya basta! A países que se alejan del recetario les va menos mal.

ƑQué hacer? A todos nos servirá ubicar la magnitud de nuestro problema económico lo mejor posible. Y sin tapujillos. Hay rasgos importantes del entorno mundial que resulta sustantivo poner sobre la mesa. De arranque, vivimos una época similar a la de 1929 cuando la economía capitalista mundial sufrió una crisis generalizada.

Durante muchas décadas recientes hubo recesiones nacionales o regionales que se compensaban con expansiones en otras partes, de forma que podía haber estancamiento en EU, pero no en Europa ni en Japón, y en el saldo global lo positivo de unas economías suplía las deficiencias de las otras. Por primera vez desde 1929, por donde uno se asome, hay economías en crisis. Desde luego, la de EU no tiene para cuándo recuperarse, como bien reconoce el responsable del Tesoro, Alan Greenspan.

El afán dogmático por asimilarnos a toda costa y sin recato la economía estadunidense nos impone ahora el precio de ser arrastrados en las caídas y de no beneficiarnos oportunamente de las recuperaciones. El entorno, pues, no sólo está atoradito, sino que permanecerá así o empeorando por algunos años más.

Pero tenemos varios problemas nada más nuestros que sí podemos atacar. La inversión productiva no ha mostrado la vivacidad que solía tener al comienzo de cada sexenio. La privada, digamos que por prudencia. La pública por diversas razones, todas diferentes a la falta de recursos. Simplemente los presupuestos no se ejercen porque no se quiere, no se sabe cómo o se teme incurrir en responsabilidades.

Como sea, la inversión productiva no fluye y, además, se recorta constantemente el gasto corriente. Las inversiones financieras y bursátiles son esencialmente especulativas. Como la caída en las tasas de interés no abarata el dinero, porque la que cobran los bancos disminuyó mucho menos que la que pagan al ahorrador y sigue sin haber crédito, la economía no puede sino detenerse.

Eso quiere decir desempleo, recesión y desazón social. El peor horizonte de corto y largo plazos para las chiquillas y los chiquillos, pero también para todos los grandecillos que suelen tener más capacidad de enojo, organización y violencia de lo que reclama la convivencia pacífica que todos anhelamos.

El gobierno, pues, tiene que activarse, y pronto, con una visión original que permita amortiguar lo más posible los efectos de la recesión externa y potenciar al máximo las posibilidades del mercado interior.

ƑPor dónde empezar? Son probadas las virtudes de canalizar decisiones y recursos hacia actividades que generen empleo y bienes para los asalariados en el plazo más corto, como la vivienda social y la producción de alimentos. Si con ello los precios crecen, no tardarán en dejar de hacerlo a medida que aumenta el consumo y con ello, nuevas inversiones. Las iniciativas para salir de los atolladeros son responsabilidad exclusiva de gobierno, con la participación de todos, por supuesto, pero con una guía clara. Si no es al gobierno Ƒa quién seguir?

El riesgo de no actuar en esa dirección y de asumir los riesgos inherentes consiste en ahondar el estancamiento y atizar la irritación social, de suyo creciente en forma que a todos nos alarma. Es claro que no vivimos un estado de ingobernabilidad en tanto el país se comporta dentro del marco legal e institucional, pero lo que si encaramos es un estado de desgobierno que va en aumento -tratar de ocultarlo es la forma más envilecida de padecerlo- y que sí puede desembocar en expresiones de ingobernabilidad que nadie desea. Y que ya comienzan a asomar el rabo. Llegó, no ya ni hoy, sino hace rato, señores del cambio, la hora de la verdad.

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