MARTES Ť 21 Ť AGOSTO Ť 2001

Ť Emilio Goya tenía 2 años cuando le perdió la pista; su odisea en México apenas comienza

Un argentino en busca de su padre desaparecido

Ť Dice no reclamar nada ni aspirar a hallar su tumba, sólo reunir datos, anécdotas y cerrar la historia

BLANCHE PETRICH

El argentino Emilio Goya -27 años- viajó desde su natal provincia del Chaco hasta esta capital buscando algo parecido a una aguja en un pajar: una mujer de nombre Consuelo Martínez. De las miles de Consuelos que puedan existir con ese apellido, alguna de ellas tuvo una hermana de nombre Lourdes que en los años setenta formó pareja con un exiliado argentino, Francisco Luis Goya. Ambos tuvieron un hijo en 1977, quizá 1978. Le llamaron Guillermo. Juntos viajaron a España a principios de 1979. Los tres son desaparecidos.

Goya Oli, según el seudónimo que usó en la organización político-militar Montoneros, estuvo involucrado en el Operativo Retorno que llevó a decenas de militantes a internarse clandestinamente en Argentina después del golpe militar de 1977. La pista se pierde en España en algún momento de 1979. La búsqueda del padre de Emilio empieza apenas ahora.

Cuando Goya se esfumó, Emilio tenía dos años de edad. Hoy él mismo es padre. Su hija Ana Clara tiene tres. Le quiere heredar a su pequeña la identidad de un abuelo que para él siempre fue esquiva.

Después de muchos desvelos ha definido así su búsqueda: "Reunir datos y anécdotas, todos los que se puedan, meterlos una cajita lo más armadita posible y después cerrarla, ponerle un moño y vivir un duelo. De ahí en adelante, seguir viviendo sanamente.

Consuelo Martínez, un hilo en la historia

Hacía mucho tiempo, desde que era adolescente, había soñado con la posibilidad de iniciar esta pesquisa. Pero para un trabajador, para cualquiera, un viaje desde el Cono Sur a México es exorbitantemente caro. Recién ahora ha podido concretar el plan, "porque tuve la plata". Y eligió México porque cree que desde aquí, desde Consuelo Martínez, puede jalar el hilo que lo conducirá a develar el misterio.

No aspira a encontrar una tumba. Encontrar la fecha precisa de la muerte del padre "sería la gloria". No pretende reclamar nada a nadie. Desea averiguar qué hizo en México Francisco Goya, cómo es la familia de la mujer con la quegoya_emilio2 decidió hacer pareja tiempo después de que los lazos con su madre se habían disuelto por la distancia y el tiempo, saber quiénes eran sus amigos, enriquecer, de ser posible, el escaso acervo de anécdotas de vida del montonero desaparecido.

"Sé que formó parte de la Casa Argentina, que funcionó aquí en esos años; que tuvo un restaurante en la colonia Nápoles. Se llamaba Los Retratos, en Pensilvania y Georgia. Ahora hay un lugar de pizzas ahí, y un viejo mesero que cree recordarlo. Tengo una dirección en Tlalpan, en el barrio de Hacienda de San Juan, donde suponía que vive la familia de Lourdes Martínez. Pero no he dado aún con ella. Y tengo una dirección más, la de una vieja amiga, Zulema de Touch, calle Tejocotes 181, departamento 102. Busqué ambas direcciones pero las dos se han mudado. Estoy en cero."

"Más que vivir he transcurrido"

La aventura mexicana ha resultado para Emilio una montaña rusa de emociones extremas, de la euforia a la depresión en cuestión de segundos.

El mismo admite no tener un piso emocional estable. "Supongo que es el peso de vivir sin historia ni pasado, la marca que distingue a los de mi generación, a los hijos de desaparecidos".

Se describe a sí mismo como un joven problemático, un tipo sin vocación fija. "Más que vivir, he transcurrido".

Fue un niño con cero en conducta. Su madre, sola y con dos hijos, sacó adelante a la familia con tres empleos: maestra de día y de tarde, bibliotecaria de noche para que a los dos hijos no les faltara nada. Emilio tuvo un padrastro de origen paraguayo que alguna vez le clavó el insulto más feroz: "Hijo de nadie". Vivió una adolescencia turbulenta, un chico aferrado a la imagen de un padre idealizado pero desconocido, sin recuerdos concretos y pocos, muy pocos datos: por ejemplo, las cartas que su madre les leía del jefe de familia exiliado en Perú, escritas en 1975.

En una de ellas, por ejemplo, Goya le contaba a su hijo de dos años la "historia del elefantito imperialista y el perrito Juan Pueblo", su forma muy particular de explicarle la causa a la que le entregaba la vida. Y en los sobres cada vez más discontinuos que llegaban primero de Perú, luego de México y al final de España, Goya agregaba algunos billetes extraños para que sus hijos fueran a comprarse en un helado. Y siempre firmaba sus cartas con un: "šViva Perón, carajo!"

A Emilio le ocurre que todo lo deja inconcluso. Nunca ha podido leer un libro completo. Debería constar entre los logros de Juan Gelman que este chaqueño haya logrado llegar a la mitad de Ni el flaco perdón de Dios, un libro sobre la zaga de los pares de Emilio, la generación quebrada de Argentina, hijos en busca de un padre, una identidad. El no lee casi nada, mucho menos sobre el tema de la guerra sucia de Argentina: "Esquivo el dolor, supongo. En general, eso lo he aprendido ahora, los hijos de desaparecidos somos así".

Además, lo abruma el resentimiento y el reclamo hacia los que quedaron vivos, "hacia los compañeros de mi padre, porque nos dejaron solos y desprotegidos a los hijos, porque ellos sí quedaron vivos, tal vez porque no se metieron hasta las pezuñas en la causa, como sí lo hicieron los que no sobrevivieron."

Emilio, en particular, tiene apenas algunas briznas para empezar a buscar al padre desvanecido. Su familia paterna y su hermano no participan de la lacerante necesidad de buscar. Lleva año y medio en el esfuerzo y ha avanzado en lo que quizá sea la parte más difícil de cualquier búsqueda: definir qué, porqué y para qué debe buscar.

Entre las pocas cosas con las que cuenta está un cassette en el que Goya grabó un mensaje postrero para sus hijos. La cinta está en su poder desde hace seis años y en ese lapso lo ha podido escuchar "una vez y media" y no tiene palabras para repetir su contenido. En algún momento, Goya lo grabó para sus hijos. Se lo envió a su hermano Luis. Pero los tíos paternos decidieron que los chicos sólo estarían listos para escuchar algo tan fuerte y que tan sólo se los entregarían cuando cumplieran la mayoría de edad.

A los 21 años Emilio se confrontó con esa voz. Qué hacer con ese cassette es algo que aún tiene que elaborar. Con ese tío tiene "relaciones claroscuras." Los muchos reproches enturbian aún muchos de sus acercamientos.

A las organizaciones que han logrado articular y sistematizar muchas de estas búsquedas se "arrima" de vez en cuando pero, como en todo lo demás, no ha sido constante. Cuatro o cinco años atrás se acercó al capítulo chaqueño de Hijos y militó con locura y pasión, pero sin formación ni instrucción alguna.

Ahora empieza a recorrer un camino más sistemático y la primera pregunta que quisiera despejar es: ƑDónde está Consuelo Martínez? Se sabe que ella estuvo hace algunos meses en Argentina, que se entrevistó para plantear el caso de su hermana con Adolfo Pérez Esquivel, premio Nobel de la Paz. Llegar a ella puede aportarle un dato mínimo pero vital. "No reclamo nada, sólo saber para poder cerrar esta historia, cerrar mi cajita. Algo más, quizá. A esa Consuelo tal vez darle un abrazo. Al final de cuentas, ella tiene una hermana en el limbo, igual que yo con mi padre."

"Sería tocar el cielo"

Ahora que si pudiera encontrar vivo a su hermano Guillermo, "eso sí que sería tocar el cielo con las manos. Pero no pido tanto". A Emilio Goya, que busca rastros de su padre desaparecido, se le puede escribir a: [email protected]